viernes, 7 de enero de 2011

RUTH (Memorias de un vampiro II)

Después de dos años de mi auto impuesto exilio me entró nostalgia. Tenía ganas de volver a ver mi ciudad y cuando esa nostalgia se hizo insoportable tomé una pequeña bolsa de viaje con un par de mudas y tomé el primer vuelo nocturno. Llegué con el tiempo justo para regresar a mi antiguo domicilio, al cual no había vuelto desde mi conversión en vampiro y encerrarme en un pequeño cuarto que carecía de ventana y que en mi vida anterior había usado de trastero, justo antes de que amaneciera.

Tal vez fue el hecho de encontrarme en mi antiguo hogar, o tal vez fue cualquier otra cosa, pero me encontré repasando mis tres años de vida vampírica antes de dormirme.

Me daba cuenta de que mi sentido de la moral había cambiado. Cada noche cazaba a un ser humano y acababa con su vida. Sin embargo, no me consideraba un asesino, después de todo lo hacía para alimentarme. ¿Que diferencia había con matar a una vaca para comer su carne? Sabía que cuando era humano habría encontrado abominables mis actos actuales, pero ahora me resultaba imposible verlo de esa manera. Además, mis presas tampoco eran del todo inocentes, pues procuraba alimentarme de criminales. Asesinos, traficantes y proxenetas eran mi alimento habitual, de alguna manera, me parecía más correcto hacerlo así.

Desperté al ocaso y me dediqué a recorrer mi antiguo hogar. Tras tres años de ausencia una gruesa capa de polvo cubría el suelo y los muebles, me costaría trabajo adecentarlo todo de nuevo. Pero no sería hoy, estaba demasiado ansioso por recorrer las calles de mi ciudad natal.

Me dirigí al casco antiguo y recorrí aquellas callejuelas estrechas donde tantas veces había cazado al lado de Marcos, mi antiguo compañero, mi creador. Tarde o temprano me encontraría con el y no sabía que esperar de ese encuentro.

Marcos me había enseñado todo lo necesario para sobrevivir como vampiro. Me enseñó como atacar a mis presas de forma que quedaran inmovilizadas mientras acababa con ellas y me enseñó como deshacerme de ellas disimulando mis huellas. Esto último era algo tan sencillo como dejar caer unas gotas de mi sangre sobre las heridas, estas absorbían mi sangre y quedaban cicatrizadas dejando así un cadáver sin herida alguna.

Entré en un bar, escogí una mesa vacía y pedí un café. Evidentemente no bebí una gota, mi organismo de vampiro no lo toleraría, pero tenerlo entre mis manos me daba la escusa para permanecer en la mesa y observar a los parroquianos. Puse en práctica mis poderes de vampiro y empece a leerles la mente.

Si, leer la mente es uno de nuestros poderes, pero no penséis en telepatía, no podemos saber lo que pensáis en ese momento. Es algo diferente. Solo podemos leer de modo superficial vuestros recuerdos. Pero eso era suficiente para poder elegir a mi presa de esa noche. Mis ojos se posaron sobre un hombre joven, de unos 25 años, tenia el pelo rubio y cortado muy corto, vestía ropa vaquera muy gastada. La lectura que hice de su mente me mostró que se trataba de un asesino profesional. Mataba por dinero y, lo que era peor, se vendía barato.

Esperé a que abandonara el local y salí detrás suyo y cuando pasamos por una calle solitaria lo llame por su nombre, el cual había averiguado cuando leí su mente.

-Ricardo.

El se volvió llevando su mano al bolsillo de su chaqueta donde yo sabía que llevaba una pistola.

-¿Quien eres?

Una vez más leí su mente y encontré la respuesta adecuada.

-Soy amigo de Willy. El me comentó que tu podrías resolver un pequeño problema que tengo.

-¿Willy, eh? ¿Y cual es ese problema tuyo, amigo?

-Un jefe que me impide ascender.

-Vaya problema gordo, amigo.

-Espero que no lo sea por mucho tiempo- dije sacando un fajo de billetes del bolsillo de mi pantalón.

-Eh, seguro que podemos llegar a un acuerdo-contestó con una sonrisa.

Le señalé un portal cercano que se hallaba abierto.

-Pasa a mi despacho- le dije.

Entramos en el portal, que estaba bastante oscuro y no tarde en inmovilizarlo contra una pared y morderle la yugular.

Estaba succionándole el rojo líquido de la vida cuando oí una voz a mi espalda.

-¿Te lo vas a acabar todo tu solo o lo compartirás con un amigo?

Era Marcos.

------------------------------------

Compartí mi presa con Marcos. Más tarde también compartimos a una joven prostituta. Leí en su mente que solo tenía 19 años, pero le quedaba poco tiempo de vida. El SIDA la estaba devorando, nosotros solo acabamos el trabajo que empezó la enfermedad.

Compartir una presa crea un vínculo muy especial entre los vampiros y Marcos y yo habíamos compartido muchas en otro tiempo.

-Te estás preguntando si te guardo rencor por abandonarme.

Estábamos en la terraza del bar donde nos conocimos ante sendas copas de coñac. Aunque no podía beber el líquido ambarino, me encantaba sostener la copa en mis manos y aspirar su perfume.

-Si, me lo preguntaba.

-La verdad es que no. Lo que pasó entre nosotros es normal.

-¿En que sentido?

-Las parejas formadas por un vampiro y su creador no duran mucho. Solo las parejas formadas por vampiros que no tienen ese parentesco pueden llegar a durar varios siglos.

-Pero no para siempre.

-Para siempre es mucho tiempo. Incluso para nosotros.

Una vez más, inconscientemente, habíamos vuelto a nuestros antiguos roles de maestro y alumno y en ese momento comprendí que el odio que sentía hacia Marcos había desaparecido.

-¿Cuando llegaste?

-Ayer.

-Cuando sentí tu presencia en ese callejón casi no podía creerlo. Te he añorado.

-Y yo a ti- solo al pronunciar esas palabras en voz alta me di cuenta de lo ciertas que eran.

-¿Ya te has instalado?

-Si, en mi casa. No había vuelto a ella desde...

-Si. Lo comprendo.

Le comenté de pasada lo sucio que lo encontré todo y el me apuntó un número de teléfono móvil en una servilleta de papel.

-Es una de los nuestros, trabaja como mujer de la limpieza. Dile que llamas de mi parte y quien eres realmente. Viene dos veces por semana a limpiar mi casa. La conocí poco después de tu marcha. Te hará un buen precio y no tendrás que disimular delante de ella.

Sandra, tal era su nombre, era uno de esos vampiros que tiene un trabajo corriente. Yo seguía con mi trabajo de escritor y Marcos...Bueno, Marcos era rico. Nunca he sabido de donde sacaba su dinero, pero lo tenía en abundancia y jamás le vi trabajar en nada.

-He leído tus últimas novelas. Deberías volver a escribir tus cuentos de vampiros, esas tonterías románticas que escribes ahora son pura basura.

-¿Como sabes...?

-Cuando desapareciste como escritor, empecé a buscar autores nuevos, en cualquier estilo. Cuando leí “Encuentro en el Caribe” supe que lo habías escrito tu. Encontré muy divertido que te escondieras bajo un seudónimo femenino.

-No podía firmar con mi seudónimo de siempre. Mis fans nunca me habrían perdonado el cambio de estilo.

Estallamos en carcajadas y mis últimos temores sobre nuestro encuentro desaparecieron con las risas.

------------------------------------------

Antes de acostarme, llame al teléfono que me había proporcionado Marcos. Me respondió una voz femenina que se identificó como Sandra. Me identifiqué a mi vez y ella respondió que Marcos ya le había hablado de mi y quedamos para primera hora a la noche siguiente.

Sandra llegó a la hora concertada. Aparentaba unos cuarenta años aunque más tarde averigüé que ya llevaba un siglo y medio sobre sus espaldas. Era morena y de formas opulentas y baja de estatura. Reconocí de inmediato su aura vampírica como ella reconoció la mía. Llegamos a un acuerdo en cuanto al precio de sus servicios y convinimos en que vendría a pasar el trapo dos veces por semana como hacía en casa de Marcos. Le entregué una copia de las llaves para que pudiera entrar aunque yo no estuviera, le pagué un mes por adelantado y salí a la calle.

Encontré mi presa de esa noche muy temprano, un camello de la peor especie. Se trataba de uno de esos malnacidos que vendía su mercancía en las puertas de las escuelas. Lo saboreé lentamente y el terror que sintió hizo su sangre mucho más dulce a mi paladar.

Como ya he dicho, me alimenté muy temprano, así que tenía toda la noche por delante para disfrutar de la vida nocturna de la ciudad. Decidí cambiar el casco antiguo por la zona alta de la ciudad, los barrios ricos. Llamé un taxi y le di una dirección cualquiera de la zona.

Pensaba visitar los locales de ocio pero el taxi me dejó frente a un parque y, no se porqué, cambié de planes y decidí dar un paseo por ese parque. Después de todo, aún era pronto y tenia tiempo de sobras para ir a las salas de baile.

El parque estaba solitario y silencioso, solo se oía el canto de los grillos y el aire olía a limpio. Mi paseo me llevó hasta una zona de picnic donde se alineaban una docena de mesas con un largo banco a cada lado.

Sentados en uno de esos bancos pude ver lo que al principio me pareció una pareja en actitud romántica. Decidí pasar por su lado con el silencio que caracteriza a los de mi raza, pero al acercarme a ellos advertí el aura característica de un vampiro.

En ese momento la chica se giró hacia mi y me miró. Se trataba de una muchacha rubia y de ojos azules. Unos vaqueros y una chaqueta de cuero rojo se ajustaban como una segunda piel a su cuerpo de formas generosas. Dos hilos de sangre goteaban de sus labios de un rojo intenso. Me miró con cierto aire de temor pero al ver mi actitud pacífica se relajó.

-¿Quieres un poco?- me preguntó señalándome a su presa, un joven de piel negra como el ébano.

Yo me encontraba ahíto, ya que me había alimentado muy poco antes, pero no pude rechazar la invitación de esa belleza.

-Gracias- respondí.

Me senté en el banco dejando al joven negro entre los dos y cogiéndole la mano le mordí en la muñeca y bebí con moderación. Después me quede observando a la bella vampiresa terminar con el chico.

-Me llamo Ruth-dijo.

-Víctor- me presenté.

Si, ese es mi nombre, Víctor Vallejo, ya os dije en otra ocasión que no os diría nada.

-¿Te apetece que vayamos a bailar un rato, Ruth?

-¿Porque no?

Tomé su mano en la mía y nos encaminamos a la salida del parque.

-Me pareció que te asustabas al verme- dije.

-Un poco, si.

-¿Porque?

-Temí que me atacaras.

-¿Porque iba a hacer eso?

-A algunos de los nuestros no les gusta compartir sus territorios de caza.

-Desconocía eso.

-Debes ser muy joven. ¿Que edad tienes? Como vampiro quiero decir.

-Nací a la oscuridad hace unos tres años.

-Ja ja ja ja...Que romántico ha sonado eso.

-Debe ser deformación profesional. Soy escritor.

-¿De veras? ¿Y que escribes?

Le conté lo de mis novelas de vampiros, como conocí a Marcos, mi conversión y mi nueva faceta como escritor de novelas rosas.

-¡A. van Helsing! ¿De veras eres tu? He leído alguna de tus novelas. Yo también pensé que habías conocido a alguno de nosotros antes de escribirlas.

-¿Te gustaron?

-Pse. Nunca me apasionó el género de terror, siempre he preferido las novelas rosas.

-Ja ja ja ja.

-Lo digo en serio.

------------------------------------

Ruth me contó que tenía 547 años. La había convertido un vampiro que pertenecía a una familia de la aristocracia, ella tenía entonces 19 años. Había vivido con el durante seis meses aprendiendo todo lo que necesitaba saber para sobrevivir como vampiresa antes de abandonarlo. También me confesó que su verdadero nombre era Sancha. Un nombre muy común en la época en que era humana , pero que se lo había cambiado hacía unos doscientos años porque ya entonces era un nombre pasado de moda. Así que siempre la llamé por el nombre con el que se presentó. Ruth.

Pasamos la noche de discoteca en discoteca mientras ella me contaba anécdotas de su dilatada existencia. No me cansaba de escucharla. Tenía una vitalidad que contrastaba vivamente con la lasitud de Marcos o con mi actitud conformista.

Cuando me convertí en vampiro, me limité a asimilar mi nueva condición y a adaptar a esta mi forma de vida. Simplemente vivía día a día, o mejor dicho, noche a noche, pero sin esforzarme demasiado. Ruth, en cambio, era una depredadora nata. Le encantaba acechar a su presa, esperar el momento y el lugar adecuados y finalmente devorarla. Pero no había ninguna malicia en su actitud, simplemente había aprendido a disfrutar de su condición de vampiresa.

A partir de entonces, nos vimos cada noche.

Adopté una nueva rutina. Yo me levantaba cada noche y me ponía a escribir, había vuelto a mis novelas de vampiros. Llamé a mi antiguo editor y le conté que había decidido desaparecer durante un tiempo porque estaba agotado y quería descansar y buscar nuevas fuentes de inspiración. También concreté las nuevas condiciones de mi contrato igualándolas a las que tenía con mi editor de novelas rosas. El hombre aceptó todas mis explicaciones considerándolas excentricidades propias de los artistas.

Después de escribir un par de páginas salía a dar un paseo y finalmente me dirigía al local donde Ruth trabajaba como camarera, un bar de ambiente gay. Solía entrar alrededor de una hora antes de que ella terminara su turno, Ruth me había presentado a sus compañeros como su novio. Yo fingía tomar una copa mientras la esperaba y después ambos íbamos de caza.

Debo confesar que nunca había disfrutado tanto de mi condición de vampiro. Nos encantaba jugar con nuestras presas. Interpretábamos diversos papeles para atraer su atención y hacer que fueran ellas las que se acercaran a nosotros.

Nuestro juego favorito consistía en volver al parque donde nos conocimos, nos sentábamos en la zona de picnic y simulábamos ser una pareja haciendo el amor. No tardaba en aparecer algún mirón, le dábamos un poco de espectáculo y finalmente fingíamos que acabábamos de descubrirlo y le invitábamos a unirse a nosotros. Los pobres incautos siempre picaban y corrían a arrojarse a nuestros brazos para recibir nuestro beso mortal.

Solo una vez puse en peligro nuestra relación por culpa de una estupidez mía.

Fue una de las primeras veces que fui a buscarla al local gay donde trabajaba. Ese día entré un poco antes de lo habitual y en lugar de quedarme en la barra me senté en una de las mesas. No llevaba más de unos minutos cuando se me acercó un guapo muchacho de rizos dorados y empezó a darme conversación con la clara intención de ligar conmigo.

No se que me pasó por la cabeza. Pero actuando en contra de lo que era habitual en mi, me dejé llevar por mis instintos. Me sentí fuertemente atraído por ese chico y deseé convertirlo en mi presa. Así que me dejé ligar y salí con el a la calle.

Paseamos abrazados durante un rato. El no paraba de hablar, yo no escuchaba las palabras pero el sonido de su voz sonaba como música a mis oídos. El olor que se desprendía de su piel se me antojaba como un raro perfume. Las venas de su cuello, que resaltaban como cuerdas bajo mi visión vampírica, me volvían loco de deseo. Cuando pasamos por un tramo solitario lo arrinconé en una esquina y me abalance sobre su garganta.

Nunca la sangre de mi presa me supo tan dulce como la de ese jovencito. Yo cazaba por necesidad, como cualquier depredador, pero en esa ocasión fue algo distinto, yo había deseado a ese muchacho. Lo tomé como se toma una delicatessen. Fue un acto de sibaritismo.

Cuando acabé con el, sentí la presencia de Ruth. Me giré y allí estaba ella mirándome fijamente y con pinta de estar muy enfadada. Me dijo que estaba loco, que ella nunca cazaba a los clientes del bar, que era muy peligroso hacerlo porque podían descubrirla y que había puesto en peligro su tapadera.

Me di cuenta de mi estupidez mientras me hablaba. Le pedí perdón, le supliqué que no me abandonara, que nunca se repetiría. Me debió ver tan apenado y avergonzado por mi hazaña que finalmente me perdonó no sin antes advertirme que no toleraría otro fallo como ese.

-No se que me ha pasado, pero no he podido resistirme a ese Adonis. Nunca había deseado a una presa de esa manera.

-Te sucederá más veces. Y casi siempre podrás satisfacer tu deseo, pero debes aprender a controlarte, lo de hoy ha sido una soberana estupidez.

La cosa quedó así y no volvimos a hablar de ello. Ruth y yo seguimos cazando juntos cada noche y pasado algún tiempo se instaló en mi casa. Era más cómodo para ambos pues así podíamos apurar la noche al máximo sin perder tiempo en despedidas y, además, ella se ahorraba el alquiler.

De vez en cuando, Marcos se une a nuestras correrías y en alguna ocasión incluso Sandra se nos ha unido. Pero al acabar la noche, somos solo ella y yo durmiendo juntos en la misma cama.

Y en verdad espero que esta relación dure mucho tiempo, pues nunca había disfrutado realmente como vampiro hasta que encontré a esta bella diosa sedienta de sangre llamada Ruth.

FIN


No hay comentarios:

Publicar un comentario