miércoles, 12 de enero de 2011

Los hombres-dioses


El joven que esperaba a la entrada de la cueva estaba impaciente. Deseaba que la partida de caza regresara para poder mostrar a su padre sus progresos con el arco.

Vestía únicamente un taparrabos de piel de gamo y calzaba unos mocasines hechos con la piel del mismo animal. Su joven cuerpo, tenía solo doce años, era atlético y los músculos se marcaban bajo la piel flexibles y poderosos, una larga y espesa cabellera negra enmarcaba su atractivo rostro. Su mirada, su apostura, eran las del que siempre ha vivido en directo contacto con la naturaleza, las de un salvaje. Era más alto que la mayoría de muchachos de su edad y su cuerpo estaba bronceado por el continuo contacto con el sol. Había heredado el físico de su padre, Garra Torcida, el jefe de la tribu.
Finalmente divisó a los cazadores y salió corriendo a su encuentro.

-¡Padre, padre...!

Garra Torcida sonrió al reconocer a su hijo. Pronto se convertiría en cazador y guerrero y ganaría el derecho de un nombre nuevo, un nombre de adulto.

-Vaya, vaya- dijo pasando la mano sobre su cabeza y alborotando su cabello. -Pero si es el pequeño Cabello al Viento. ¿A que vienen esas prisas hijo mio?

-Ya no soy un niño -Contestó haciendo una mueca. -No deberías llamarme “pequeño”, padre.

-Jo jo, es cierto, pero tampoco eres un hombre, así que permite a este viejo llamarte así hasta entonces. Y ahora dime, ¿que es eso tan importante que no puede esperar a que estemos en la cueva?

Cabello al Viento mostró a su padre dos perdices que llevaba colgadas de la cintura.

-Deberías de haberlo visto, padre. Las cacé en pleno vuelo, con mi nuevo arco. ¿Podré venir contigo en la próxima cacería?

Garra Torcida examinó las perdices e hizo un gesto de aprobación. Luego cogió el arco de su hijo y probó su resistencia y la tensión.

-¿Lo has fabricado tu solo, nadie te ha ayudado?

-Nadie.

-Entonces, vendrás en la próxima cacería. Y como nuevo miembro de la partida, tuyo sera el privilegio de disparar la primera flecha. Ahora, ve a avisar a tu madre de nuestro regreso.

Cabello al Viento salió corriendo hacia la cueva ansioso por contar a su madre y a sus hermanos las buenas noticias.

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La caza había sido buena ese día y la tribu después de haber llenado sus estómagos se había reunido en torno a la hoguera para escuchar las historias de Gamo Veloz, el más anciano de todos ellos. Esa noche les hablaba de los desaparecidos hombres-dioses.

-...y gracias a su magia creaban sus propias cuevas que se amontonaban unas encima de otras y llegaban tan alto que las llamaban Rasca-cielo, ya que la tribu de los hombres-dioses era tan numerosa como las estrellas del firmamento. Podían crear luz con solo mover un dedo y se desplazaban con carromatos que se movían solos sin necesidad de animales que tiraran de ellos.

-¿Que aspecto tenían?- preguntó alguien.

-Nadie lo sabe, somos sus descendientes, así que posiblemente se parecían a nosotros.

-¿Que les paso?

-Usaron su magia de forma perversa y eso enfureció a los dioses del cielo que les enviaron el gran fuego destructor. Preguntad a los cazadores, ellos han visto lo que queda de las cuevas en las que vivían.

Los aludidos asintieron.

-Muy pocos sobrevivieron, su magia desapareció y buscaron refugio en estas cuevas. Aquí ha vivido la tribu desde entonces.

-¿Nadie ha visitado ese lugar? Tal vez allí hay algo que nos ayudará a saber como eran- preguntó Cabello al Viento.

-Ese lugar es yúyu- respondió Gamo Veloz.- La muerte espera al que se acerque allí.

-¿Yúyu? Paparruchas de vieja. Yo iré allí y averiguaré como eran los hombres-dioses.

-Tu no harás nada de eso- intervino Garra Torcida.- Gamo Veloz dice la verdad. Su sabiduría ha pasado de generación en generación hasta hoy. No menosprecies sus conocimientos del pasado.

Cabello al Viento calló ante la admonición de su padre y permaneció taciturno hasta que la tribu se retiró a dormir. Pero esa noche su testaruda mente estuvo forjando planes hasta el amanecer.

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Las cuevas mágicas de los hombres-dioses se alzaban hacia el cielo. Cabello al viento pudo observar desde la lejanía sus lisas paredes repletas de entradas hasta lo más alto. Aunque todas se habían derrumbado en parte, seguían siendo imponentes.

-Realmente debían ser magos para crear cosas así- pensó Cabello al Viento.

El muchacho se había alejado esa mañana de la tribu con la escusa de practicar con su arco. Estuvo a punto de echarse atrás, nadie sabría que había estado allí, nadie excepto el. Su tozuda mente juvenil decidió que no podría vivir con lo que el consideraba una muestra de cobardía.



El muchacho se sintió empequeñecido al internarse entre las altas estructuras pero continuó adelante tozudamente. Vio que los Rasca-cielo tenían entradas a ras de suelo y se asomó al interior de uno. Al ver las escaleras que llevaban a lo alto comprendió que era así como accedían los hombres-dioses a lo más alto.

En ese momento oyó un crujido a su espalda y al darse la vuelta vio un enorme tigre que se acercaba hacia el.

Dio un gran salto hacia el interior del Rasca-cielo y subió apresuradamente el primer tramo de escaleras mientras descolgaba el arco que llevaba a la espalda y sacaba una flecha de su aljaba. Desde esa posición ventajosa apuntó hacia la entrada.

Cuando el animal paso por la entrada disparó la flecha que se hundió en flanco de su objetivo. La bestia rugió de dolor pero siguió avanzando. Su gruesa piel había impedido que la flecha alcanzara ningún punto vital.

Cabello al Viento permaneció en su sitio mientras cargaba otra flecha y sentía como su corazón se desbocaba en su pecho.

El tigre avanzaba lentamente, el dolor en su costado le decía que su presa era más peligrosa de lo que parecía.

El muchacho apuntó esta vez con más cuidado y dejó que el animal se acercara un poco más. Cuando ya hubo asegurado el tiro soltó la flecha que fue a clavarse en uno de los ojos de la fiera, alcanzando así su cerebro y fulminándolo en el acto.

Cabello al Viento se acercó y observó el cadáver de la bestia. Según las leyendas, los hombres-dioses tenían animales encerrados y los exponían para diversión de todos. Seguramente este descendía de uno de esos animales.

El animal era demasiado grande y pesado para poder llevárselo, así que le cortó una zarpa y la guardó en su zurrón para poder demostrar su hazaña al resto de la tribu. Entonces lo vio.

Era una pequeña figura, de medio metro de alto, parecida a las figuras de barro que moldeaban los artesanos de su tribu. Pero esta no era de barro, estaba hecha de un material que el muchacho nunca había visto.

Tenía la cara redonda y sonriente y su cuerpo, sus brazos y sus piernas estaban formados por grandes pliegues de grasa que se amontonaban unos sobre otros. Unas extrañas señales estaban marcadas en el pedestal sobre el que se sostenía la figura.

Sin duda era la representación de un hombre-dios. Solo alguien muy poderoso podía disponer de tanta comida como para acumular tanta grasa en su cuerpo. Cogió la figura y abandonó la zona, esta vez prestando más atención por si había mas depredadores.

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Toda la tribu estaba reunida admirando los trofeos que había traído Cabello al Viento. La garra del tigre causó sensación, ya solo con ella, la hazaña le daba derecho a un nombre de guerrero. Pero la figura lo elevó a la categoría de héroe. Hasta aquel momento, nadie se había atrevido a entrar en el hogar de los hombres-dioses.

Gamo Veloz, estuvo de acuerdo con el chico, la figura solo podía ser la representación de un hombre-dios, probablemente uno de sus jefes.

-Tu hazaña te valdrá un nombre de adulto-le dijo su padre.- Y es Gamo Veloz, como el más anciano de la tribu, quien te dará un nombre de acuerdo con tu hazaña.

-Acercaos- dijo Ciervo Veloz- acercaos todos, debo daros una mala noticia. Hoy Cabello al Viento ha muerto.

Todos se cubrieron el rostro y emitieron sonoros llantos.

-Pero también tengo una buena noticia. Hoy tenemos un nuevo guerrero y cazador entre nosotros.

Todos levantaron la vista expectantes por saber el nuevo nombre del muchacho.

-Dad la bienvenida a...Buscador de Dioses.

Todos aplaudieron y uno a uno fueron dándole la bienvenida a la tribu como si fuera la primera vez que lo vieran, incluso sus padres y hermanos.

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Buscador de Dioses estaba contemplando la figura del hombre-dios cuando notó que Gamo Veloz se acercaba a el.

-Tu que eres tan sabio, ¿sabes que son esas marcas que hay bajo la figura?

-Según las leyendas, los hombres-dioses sabían dibujar las palabras y pronunciarlas después solo con ver los dibujos. Seguramente esas marcas son el nombre del hombre-dios representado en esa figura.

Buscador de Dioses asintió en silencio y resiguió con el dedo las marcas que sus antepasados conocieron como “letras” y que ya nadie más podía leer..

MICHELIN

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