domingo, 2 de enero de 2011

El rapto.

Un pequeño homenaje a un gran clásico.


Al salir del teatro, el doctor se sentía de muy buen humor. La obra, una comedia, había sido francamente divertida. Decidió volver a casa a pie, dando un paseo.

Esa noche Londres ofrecía un aspecto poco habitual para esa época del año pues la niebla, el conocido smoke al que los londinenses llamaban popularmente puré de guisantes, brillaba por su ausencia. El doctor podía vislumbrar la calle por la que paseaba en toda su extensión.

Andaba tranquilamente, sumido en sus pensamientos, ignorando el ruido de los carruajes y las insinuaciones de las prostitutas que intentaban llamar su atención desde portales mal iluminados. Al pasar cerca de un callejón particularmente oscuro se detuvo alarmado al ver salir del mismo a un individuo.



Era un hombre bajo, le llegaba al doctor a la altura de la barbilla, labio leporino que hacía que mostrara sus incisivos y una nariz afilada. Todo eso le daba la apariencia de un ratón. Lo que daba a ese hombre un aspecto temible era la pistola que esgrimía.

-No se mueva, Doc- dijo.

Nada mas Ratón pronunció esas palabras. El doctor sintió como alguien le agarraba por la espalda y le ponía un trapo húmedo en la cara. Por su profesión el doctor reconoció enseguida el olor del cloroformo. Intentó liberarse del hombre que lo sujetaba pero este era demasiado fuerte y sintió, sin poder hacer nada para liberarse, como iba perdiendo la consciencia e iba sumergiéndose en un profundo pozo de total oscuridad.

Despertó tumbado en un camastro en una pequeña habitación en la que vislumbró las figuras borrosas de tres hombres. Se incorporó y se quedó sentado en el camastro esperando a que su vista se aclarara.

-Chicos, parece que nuestro invitado se está despertando- dijo uno de los hombres.

Cuando la vista se le aclaró por fin, el doctor observó a los tres tipos que estaban con el. Uno de ellos era Ratón, estaba sentado frente a una mesa jugando una partida de naipes con un individuo gigantesco de grandes espaldas y brazos musculosos que vestía prendas propias de los marineros al que el doctor bautizó mentalmente como Bruto. El tercer tipo era un hombre vestido con prendas elegantes, era atractivo y lucía una larga melena de cabello negro, estaba de pie, apoyado en la pared junto a la puerta de entrada fumando un cigarrillo. El doctor decidió llamarlo Dandy. Aunque se imaginó el motivo por el que lo habían llevado allí, preguntó:

-¿Quienes son ustedes y porqué me han traído a este sitio?

-¿No es evidente?- respondió Ratón.

-Supongo que se trata de un rapto.

-Justo en el clavo Doc. Es usted un tipo listo.

-Lamento decirles que se han equivocado de hombre.

-No nos venga con cuentos. Sabemos quien es usted y que disfruta de una vida acomodada.

-No se trata de dinero. Al traerme aquí se han puesto ustedes en peligro. Deben dejarme marchar enseguida.

Los tres malhechores rompieron en carcajadas.

-Estese quietecito y no le pasará nada.- dijo Ratón secándose las lágrimas causadas por la risa.- Ya hemos enviado un mensajero a su casa. Cuando se haya efectuado el pago le soltaremos.

-Pero ustedes no lo entienden, sus vidas corren peligro mientras estén en esta habitación conmigo.

-Claaarooo, claaaroooo...es usted un tipo muy peligroso.

Nuevas carcajadas. Ratón y Bruto continuaron con su partida ignorando al doctor pero Dandy no le quitaba los ojos de encima.

El doctor empezó a estudiar la habitación con la esperanza de encontrar una vía de escape cuando de pronto sintió un conocido dolor en la base del cráneo...

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Era ya de madrugada cuando la policía entró en la habitación echando la puerta abajo. El primero en entrar fue el inspector Stevenson y el espectáculo que se encontró era dantesco.

Ratón estaba tumbado junto a una pared con el cráneo destrozado, su cerebro se encontraba esparcido por toda la superficie de la susodicha pared.

Bruto estaba en el centro de la habitación con el cuello roto.

En cuanto a Dandy, se encontraba aún al lado de la puerta con lo que parecía la pata de una silla clavada en el corazón.

El doctor estaba sentado en el camastro frotándose los ojos y con el aspecto del que acaba de despertarse de una pesadilla.

-¿Quien es usted y que ha pasado aquí?- preguntó el inspector.

-No lo se. Acababa de salir del teatro cuando dos individuos me asaltaron y me narcotizaron. Me ha despertado el ruido que han echo ustedes al echar la puerta abajo.

El inspector Stevenson observó fijamente al doctor, luego examinó la habitación y finalmente los cadáveres.

-Bonita colección de delincuentes-dijo. Este es Micky “el Rata”, el de la puerta es “Guapo” O´Reylli , al grandullón no lo conozco.

Metió la mano en el bolsillo y sacó una pipa. Empezó a rellenarla con movimientos parsimoniosos y le prendió fuego. Estuvo unos minutos fumando en silencio en actitud reflexiva hasta que se decidió a hablar.

-Parece usted un hombre acomodado. Por lo menos sus ropas son de buena calidad.

-Soy médico, y algunos de mis clientes son ricos. Se puede decir que dinero no me falta.

-Lo que suponía. Esto tiene toda la pinta de un rapto. Seguramente sus captores discutieron por el rescate, debía haber un cuarto hombre, en el calor de la discusión debe haber matado a sus cómplices mientras usted estaba inconsciente y después ha huido. Debe de ser un individuo formidable por la forma en que los ha asesinado. No me puedo imaginar al tipo que le partió el cuello a ese bestia vestido de marinero. Debió ser el ruido de la pelea lo que alertó a los vecinos y decidieron avisarnos.

-¿Puedo irme ya a casa?- preguntó el doctor.- Me duele terriblemente la cabeza.

-Lo siento, primero tendrá que acompañarnos a comisaría para prestar declaración. Por cierto, aún no me ha dicho su nombre.

-Me llamo Jekyll. Dr. Henry Jeckill.



FIN

1 comentario:

  1. este me gusto muxo jejeje eres genial!!! tu amiga esther

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