Hace un tiempo publiqué en este blog un relato en tres partes titulado “El Apóstol”. En el narraba el viaje temporal del protagonista a los tiempos de Jesús y como este le nombraba su apóstol en el siglo XXI. Unos amigos que leyeron el relato me dijeron que no queda claro si el protagonista consigue cumplir con su misión y que estaría bien que lo aclarara en una segunda parte. Aunque al principio me rehusé a escribir la continuación de algo tan cargado de misticismo, ciertas complicaciones surgidas en mi vida durante el último mes me han hecho pensar mucho en conceptos como Dios o la vida después de la muerte. Y en esas circunstancias me reencontré accidentalmente con El Apóstol. No se, algo me impulsó a escribir esta continuación.
El 3º de 7
El hombre que esperaba en el andén de la estación era alto y fornido, la larga gabardina con que se protegía del frío invernal apenas podía ocultar su impresionante musculatura. Tenía los ojos oscuros, nariz aguileña, labios grandes y piel oscura.
Metió la mano en el bolsillo derecho de la gabardina y acarició el detonador que llevaba oculto, la sacó de allí cuando vio acercarse al tren. Subió al transporte y se sentó junto a la ventana.