miércoles, 19 de enero de 2011

Causa Aequa (Memorias de un vampiro III)

Llevaba un año con Ruth, durante ese tiempo había publicado una nueva novela de mi serie de vampiros la cual había sido un gran éxito. Por lo visto mis fans continuaban siéndome fieles, lo que supuso un alivio para mi estatus económico.

Ruth continuaba en su trabajo de camarera. Mi desliz con el muchacho de rizos dorados no le acarreó ninguna consecuencia. Nadie le relaciono con ella o conmigo.

Fue en esa época que recibí una llamada en mi teléfono móvil que me llevó a la aventura más peligrosa de mi vida vampírica. Había adquirido el aparato hacía poco y solo conocían el numero Ruth, Marcos y Sandra. El único humano que tenía ese número era mi editor, que tenía ordenes específicas de no proporcionárselo a nadie sin mi permiso. El que llamaba era Marcos.

-¿Víctor, estas en casa?

-Si.

-¿Te importa que pase un momento? Tengo que hablarte.

Su voz sonaba rara, parecía preocupado.

-Claro, siempre eres bienvenido, ya lo sabes.

-Gracias amigo, no tardaré.

Marcos cortó la comunicación y yo me senté frente al ordenador para escribir un rato, pero no pude concentrarme. Había algo en el tono de voz de Marcos, como si estuviera asustado.

Veinte minutos más tarde sonó el timbre de la entrada y abrí la puerta a un Marcos de aspecto atribulado. Entramos en la sala de estar y el se acercó a la ventana y observó el exterior. Yo no hice ningún comentario, conocía bien a mi creador y sabía que era mejor dejar que el mismo encontrase la forma de contarme lo que le preocupaba.

Estuvo un par de minutos así, en silencio, y finalmente se sentó en uno de los sillones. Yo me senté en el otro quedando así frente a frente y le miré a los ojos esperando a que hablara.

-Víctor, tienes que ayudarme, no se a quien mas acudir.

-¿Que sucede?

-Creo que me están siguiendo.

-¿Te están siguiendo? ¿Quien?

-No lo se, son humanos pero son muy raros.

-¿Raros en que sentido?

-He intentado leerles la mente para averiguar quien son pero no he podido. Cada vez que lo intento me tropiezo con una barrera. Llevan varios días siguiéndome. He contado a tres, parece que se van turnando. Los despisto pero siempre vuelven a encontrarme.

-Que cosa mas rara. ¿Te han atacado de algún modo?

-No. Pero mi instinto me dice que no quieren nada bueno. Cuando te he llamado tenía a uno de ellos tras mis pasos. Tranquilo, he podido despistarlo antes de venir aquí.

-¿Crees que saben lo que eres?

-Ni idea. Ya te he dicho que no puedo traspasar sus defensas mentales.

-¿Y no has intentado enfrentate a ellos?

-Siempre están donde haya gente. Hace dos días conseguí despistar a uno de ellos y lo seguí yo a el. No se como lo hizo, pero también el consiguió despistarme a mi.

-Si son capaces de conseguir que un vampiro les pierda la pista es que están bien entrenados. Pueden ser peligrosos.

Permanecimos en silencio varios minutos, yo no sabía que pensar. Marcos, con sus casi 200 años de experiencia se sentía perdido en este asunto, así que ¿De que manera podría yo ayudarle?

Acudió a mi mente el recuerdo de una película que había visto hacía años en la que un grupo organizado se dedicaba a cazar vampiros. Lo cierto es que la película era bastante mala, pero ahora, no podía sacarme esas imágenes de la cabeza.

Después de todo, si existían los vampiros, ¿porque no los caza vampiros?

-Solo se me ocurre una cosa- dije al fin. -Quiero verlos con mis propios ojos.

-¿Cual es tu plan?

-Ve a dar un paseo, procura que den contigo otra vez. Cuando estés seguro de que te siguen ve al bar donde nos conocimos y siéntate en la terraza. Yo ya estaré allí, haz como si no me conocieras, ni siquiera me mires. Tu solo indícame disimuladamente al hombre que te sigue y yo intentaré leer su mente.

-¿Que te hace suponer que podrás hacerlo si yo, que soy más fuerte que tu, no he podido?

-Ya se que los poderes de un vampiro aumentan al paso de los años, pero, tu perseguidor no esperará encontrarse con otro de nuestra especie. Tal vez pueda cogerlo por sorpresa y traspasar sus defensas.

-No funcionará.

-¿Se te ocurre algo mejor?

-No.

-Entonces, intentémoslo.

-De acuerdo.

Marcos se fue, no del todo convencido, pero dispuesto a intentar lo que fuera. Me vestí y llamé a Ruth para avisarle que tal vez llegaría un poco tarde y que si yo no había llegado cuando acabase su turno, me esperase en el parque. Después me vestí y dirigí mis pasos hacia el bar.

-------------------------------------------------

Llevaba sentado en la terraza casi media hora cuando apareció Marcos. Se sentó ante una de las mesas, algo alejado de mi, pero de modo que ambos podíamos vernos mutuamente. Tras un par de minutos, me hizo una seña casi imperceptible incluso para mis agudizados sentidos. Me desentendí de el y me dediqué a observar al hombre que me había indicado.

Se trataba de un hombre de unos treinta años, rubio, con el pelo muy corto con un peinado de estilo militar. Tenía los ojos de un azul acerado y un fino bigote sobre unos labios finos que le daban un aspecto cruel a su rostro. Tenía la vista fija en Marcos.

Empecé a explorar su mente, pero solo pude ver un par de imágenes borrosas cuando, de pronto, sentí una barrera que me expulsó de su mente. Solo habían pasado un par de segundos.

Me sobrepuse enseguida y vi que ahora ese hombre me observaba a mi. Me miraba directamente y su rostro había palidecido. Dejó unas monedas sobre la mesa y desapareció de allí como alma que lleva el diablo.

Me levanté y fui a sentarme al lado de Marcos.

-Me ha descubierto. No llevaba ni dos segundos leyendo su mente cuando se cerró a mi.

-¿Has descubierto algo?

-No. Solo un par de imágenes borrosas y alguna palabra sin sentido.

-¿Y que hacemos ahora?

-Vayamos a ver a Ruth, ella es más vieja que nosotros, tal vez haya tenido alguna experiencia similar y se le ocurra algún plan de acción.

-De acuerdo.

------------------------------------------

Entramos en el local donde trabajaba Ruth y Marcos fue a sentarse a una de las mesas mientras yo me dirigí a la barra para saludar a mi compañera.

-¿Que haces aquí tan pronto?- me preguntó.- Creía que ibas a llegar tarde.

-¿Tienes un momento? Hemos de hablar. Creo que tenemos problemas.

Ruth habló un rato con uno de sus compañeros y vino a sentarse con nosotros.

-¿Que sucede?

Le expliqué lo ocurrido.

-Habéis hecho bien en contármelo. Una vez me encontré con gente capaz de cerrar su mente a nuestros sondeos. Dices que pudiste ver algo en su mente. ¿Que viste?

-Solo un par de imágenes muy difusas.

-¿Que clase de imágenes?

-No lo se, no vi nada en concreto, solo me quedé con la sensación de que eran muy violentas.

-¿Algo más?

-Solo un par de palabras sin sentido, por lo menos para mi.

-¿Que palabras?

-Causa aequa.

Si no fuera porque es imposible, juraría que Ruth palideció al oír aquellas palabras.

-Esto es muy grave. Podemos estar todos en peligro.

-¿Que pasa? ¿Que significan esas palabras y porqué te han alterado tanto?

-Aquí no, primero debemos encontrar un lugar seguro. Cuando pueda os lo explicaré. Esperad aquí.

Se levantó de golpe dejándonos con la palabra en la boca, tubo una corta conversación con su compañero de barra, recogió sus cosas y volvió hacia nosotros.

-Vamos- dijo.

Salimos del local y llamamos un taxi.

-¿Sabéis donde puede estar Sandra?

-Estará en casa- respondí.- Hoy tenía que venir a limpiar, ¿recuerdas?.

-Llámala y dile que vamos a recogerla, ella también puede estar en peligro.

Marcos y yo nos miramos asustados. Subimos al taxi y por el camino llamé a Sandra y le dije que nos esperara en el calle. Me hizo preguntas pero le dije que no tenía respuestas, pero que era importante.

-Deja lo que estés haciendo y espéranos en la calle.

Poco después recogíamos a Sandra y Ruth le dio al taxista una nueva dirección en las afueras.

Por el camino le conté a Sandra lo que sabíamos.

-¿A donde vamos?- preguntó Marcos.

-Vamos a ver a Héctor.

-¿Héctor? Sabes bien que Héctor no tolera que otros vampiros invadan su territorio.

-Esta vez es diferente. Nos escuchará,

-¿Quien diablos es Héctor?- pregunté.

-Héctor es mi creador- dijo Marcos.- Y es uno de los más viejos, tiene más de mil años.

-También fue mi pareja durante un tiempo- añadió Ruth.

--------------------------------------

El taxi nos dejo en una urbanización de lujosos chalets rodeados de jardines. Ruth se dirigió derecho a la verja de entrada a uno de los chalets, pulsó el timbre y poco después una voz resonó por el interfono.

-Dígame.

-Queremos hablar con Héctor.

-¿A quien debo anunciar?

-Dígale que aquí está Ruth con unos amigos.

-Un momento, por favor.

Tras unos minutos volvió a escucharse la voz.

-Lo siento, Héctor no puede recibirles.

-Dígale que es muy urgente.

-Aún así, no puede recibirles, lo siento.

Ruth permanecía serena, debía estar acostumbrada a este tipo de recibimiento por parte del misterioso Héctor.

-Hágame un favor. ¿Puede transmitirle un mensaje? -Esperaremos aquí su respuesta.

-¿Que mensaje es ese?

-Dígale solo dos palabras: Causa aequa. ¿Lo ha comprendido?

-Causa aequa.

-Éso es.

-Un momento.

Tras una corta espera volvió a oírse la voz por el interfono.

-Héctor les recibirá de inmediato.

Sonó el zumbido que abría la verja y nos dirigimos a la casa por un camino que atravesaba un cuidado y hermoso jardín. Al llegar a la puerta nos abrió un anciano vestido con levita de mayordomo.

-Pasen, por favor. Héctor les espera en el salón.

El mayordomo nos condujo hasta un amplio salón decorado con buen gusto. Una de las paredes estaba completamente cubierta por una gran biblioteca donde se apilaban libros de todos los tamaños y grosores. Las otras paredes estaban adornadas con una veintena de cuadros. Todos ellos eran retratos de diferentes épocas y estilos y todos reflejaban al mismo personaje. Un muchacho de unos dieciseis o dieciocho años. El mismo muchacho que nos esperaba de pie en el centro del salón. Héctor.

Resultaba extraño pensar que la figura que nos observaba entrar en sus dominios tenía más de mil años de edad. No habría desentonado en absoluto en ningún lugar frecuentado por los jóvenes.

Tenía el pelo rubio y lo llevaba largo hasta la cintura, ojos de un verde luminoso, como dos esmeraldas engarzadas en el fino óvalo de su rostro, nariz recta y boca pequeña pero carnosa.

Vestía unos vaqueros gastados, unas zapatillas de deporte y una camiseta blanca en cuyo torso podía leerse en letras rojas “QUE SE JODAN”.

-Hola Ruth, ha pasado mucho tiempo.

-Si.- respondió ella.- Tal vez demasiado.

Héctor besó a Ruth en la mejilla y luego se acercó a Marcos.

-Marcos, estas tan guapo como siempre.

-Tu también. Te he añorado.

Héctor se limitó a sonreír ante ese comentario y depositó otro beso en la mejilla de Marcos. Después se encaró con Sandra y conmigo.

-A vosotros no os conozco, pero sed bienvenidos también.

Hizo un elegante ademán señalándonos unos cómodos sofás dispuestos alrededor de una mesa baja.

-Por favor, sentaos. A no ser que Ruth me esté gastando una desagradable broma, el asunto que nos ha reunido es muy feo.

Tomamos asiento y Héctor esperó a que estuviéramos todos acomodados antes de sentarse el mismo.

-Bien Ruth, querida. ¿Estás segura de que se trata de Causa aequa?

-Por lo que me han contado Marcos y Víctor, si. Pero creo que será mejor que te lo cuenten ellos mismos.

Marcos contó la historia de lo sucedido incluyendo mi papel en ella y después yo añadí las impresiones que me llevé al explorar la mente de aquel hombre.

-Sondear la mente de un miembro de Causa aequa no es fácil. Y tu pareces muy joven- me dijo.

-Solo llevo cuatro años como vampiro.

-Si. Muy joven para tal hazaña.

-Lo pillé con la guardia baja, y aun así no logré sacarle casi nada. Y ahora, sin querer ser irrespetuoso con nuestro venerable anfitrión, ¿puede alguien explicar que diablos es Causa aequa?

-Es simpático- dijo dirigiéndose a Ruth.- Es tu compañero, ¿Verdad? Lleva tu olor.

-Si, es mi actual compañero.

-¿Lo creaste tu?

-No, lo creé yo- intervino Marcos.

-Magnífico, así estamos todos emparentados de algún modo. Una bonita familia.

------------------------

-Hace unos ochocientos años, la iglesia católica decidió crear un ejercito especializado en combatir lo que ellos llamaban “criaturas de las sombras”.

Héctor se levantó mientras hablaba y empezó a rebuscar en su biblioteca.

-Su misión era combatir a brujas, licántropos y vampiros. Sus miembros recibirían una educación y un entrenamiento especiales para poder cumplir su cometido.

-Un momento- dije.- ¿Brujas y licántropos? ¿También ellos son reales?

-¿No lo sabías?- preguntó Héctor con una sonrisa.

-Hace cuatro años ni siquiera creía en vampiros.

En ese momento sacó uno de los libros y se sentó de nuevo entre nosotros. Se trataba de un libro de aspecto muy antiguo con cubiertas de piel y hojas amarillentas. Empezó a hojearlo mientras continuaba su explicación.

-Su entrenamiento consistiría en técnicas de lucha cuerpo a cuerpo y el empleo de todo tipo de armas, aprenderían a defenderse de los ataques mentales y tendrían a su disposición todos los conocimientos que poseía la iglesia sobre los seres a los que debían combatir.

Dicho esto, dejó el libro abierto sobre la mesa para que todos pudiéramos verlo.

-Esa organización recibió el nombre de “Causa aequa” que en latín significa “Causa justa”.

En la página por la que había dejado abierto el libro podía verse el dibujo de un escudo con las armas papales en el que estaban representados una cruz y un cáliz bajo el cual se leía la divisa: “Deum colem, regem serva”.

-Mi latín no es muy bueno- dije.

-Podría traducirse como: “Adora a Dios y guarda la ley”.


  
-¿Nos enfrentamos a fanáticos religiosos que creen estar en una misión divina?- preguntó Sandra.

-Si, pero no os engañéis, están muy bien preparados. Muchos de los nuestros han caído ante ellos.

-¿Y que se supone que vamos a hacer ahora?- preguntó Marcos.

-Enfrentarnos a ellos, ¿que sino?-.

-Pero antes necesitamos un plan- intervino Héctor. -Mientras tanto sugiero que no os mováis de aquí. Tengo habitaciones para todos, podéis quedaros el tiempo que haga falta.

-¿Y como se supone que vamos a alimentarnos si no salimos de aquí? Ninguno de nosotros a cazado esta noche- pregunté.
-Tranquilos, siempre estoy preparado para situaciones de emergencia. Venid.
Héctor nos condujo hasta unas escaleras por las que descendimos hasta una especie de bodega. Se trataba de una habitación amplia con una mesa en el centro. Las paredes estaban desnudas, excepto una, en la que se veía un mueble antiguo que contenía varios vasos y copas, al lado del mueble había un gran frigorífico.

Héctor abrió el frigorífico y su contenido nos dejó estupefactos. Amontonadas en los distintos estantes se podían ver como un centenar de bolsas conteniendo sangre como las que se podían ver en los hospitales para las transfusiones.

Cogí una de las bolsas y la estudié con aire crítico.

-Tranquilo,- dijo Héctor- no he asaltado un hospital ni nada parecido. Proceden de gente marginada que vende su sangre por dinero y les pago muy bien por ella. Las adquiero a través de intermediarios relacionados con el hampa de la ciudad. Todos ellos están convencidos que esta sangre acaba en el mercado negro.

-Estoy alucinado.

-No es muy satisfactoria, porque está fría, pero os alimentará, aunque no os recomiendo su consumo durante periodos prolongados. Un par de bolsas equivalen a un humano adulto.

Héctor, ante nuestro asombro, puso sobre la mesa unas copas de cristal y varias de las bolsas. Nos sentamos a la mesa y nos servimos el rojo líquido en las copas. Realmente había algo de desagradable en el hecho de que la sangre estuviera fría, pero noté como calmaba mi hambre.

-¿Cuanto tiempo podríamos sobrevivir alimentándonos así?- pregunté.

-Tres o cuatro días. Si lo alargáramos más tiempo empezaríamos a degradarnos. Créeme, he visto con mis propios ojos lo que le sucede a un vampiro que se resiste a la caza, no es agradable, te lo aseguro.
Debíamos formar una curiosa imagen. Héctor con su atuendo juvenil, Marcos, como siempre, con uno de sus caros trajes, Ruth con un provocativo top y una minifalda (muy mini), Sandra con su ropa de andar por casa y yo vestido de sport. Parecíamos un variopinto grupo de amigos saboreando un buen vino.

-Conoce a tu enemigo.

Pronuncié estas palabras en voz alta de forma inconsciente cuando me vino a la memoria algo que había leído.

-¿Como dices?- preguntó Héctor.

-Sun Tzu, en “El arte de la guerra”, remarca la importancia de conocer bien a tu enemigo antes de la batalla. Su número, su equipamiento...

-¿Que sugieres?

-Debemos averiguar cuantos son, Marcos ha contado tres, pero pueden ser más. También debemos averiguar cuanto saben de nosotros.

-¿Y como haremos eso?

-Capturando a uno de ellos e interrogándolo.

-Ni siquiera sabemos donde empezar a buscarlos- dijo Marcos.

-No será necesario,- dijo Héctor- ellos vendrán a nosotros. Usaremos un cebo.

Todas las miradas convergieron en Marcos.

-¡Eh, un momento! ¿Porque yo?

-Porque es a ti a quien han seguido- respondió Héctor. -No sabemos como te han identificado, pero el caso es que lo han hecho. Tu eres nuestra mejor opción.

-Pero acabas de decir que esa gente es muy peligrosa incluso para nosotros. ¿Que pasa si me acorralan?

-Los demás estaremos cerca.

-¿Y si no llegáis a tiempo?

-Yo iré contigo- dije.

-Ni hablar- dijo Héctor- tienes muy poca experiencia.

-En lo que a esa gente se refiere, Marcos tiene tanta experiencia como yo. Además ahora ya saben de mi existencia, no les extrañará verme con el, pensarán que soy su pareja.

Héctor me miró con una sonrisa de aprobación. Eso hizo que me sintiese orgulloso. Ese ser que había superado el milenio de vida daba su beneplácito a mi plan. Puede sonar estúpido, pero eso hizo sentirme importante.

-De acuerdo,-dijo- ahora hablemos de como vamos a hacerlo.

Acabamos de perfilar nuestro plan entre todos cuando pudimos sentir la cercanía del amanecer.

-Ya casi es hora de acostarse- dijo Héctor mientras tocaba una campanilla.- Jaime os mostrará vuestras habitaciones.

El anciano mayordomo hizo su aparición y tras recibir las órdenes de su amo nos indicó que le siguiéramos.

Me disponía a abandonar la bodega con el resto del grupo cuando Héctor puso una mano sobre mi hombro.

-Espera un poco, hay algo que quiero pedirte.

Lo miré y luego miré a Ruth que me hizo un gesto de asentimiento. Los demás se alejaron escaleras arriba siguiendo al mayordomo y Héctor y yo volvimos al salón de la biblioteca.

-Sabía que te había visto antes, pero tardé en reconocerte- dijo mientras trasteaba en su biblioteca en una sección donde se veían libros más nuevos.

Sacó uno de los libros y lo puso en mis manos. Se trataba de una primera edición de “Hermandad de sangre” mi primera novela de vampiros, la única donde aparecía mi foto en la solapa de la cubierta.

-¿Querrás firmarlo?

-Claro- dije divertido.

-Lo añadiré a mi colección de libros con dedicatoria.

-Apuesto a que tienes auténticas reliquias en esos estantes.

-Tengo libros firmados por los más grandes.

-¿Y me pondrás a mi entre ellos?

-¿Por que no? Eres el primero de esta biblioteca que se ha convertido en uno de nosotros, eso te hace muy especial.

Cogí el bolígrafo que me tendía y escribí: ” Para Héctor, el más venerable de los chupasangres que he conocido. Con cariño”
Firmé debajo con mi seudónimo y le tendí el libro. El lo leyó divertido y lo guardó en otra estantería junto a una miscelanea de libros antiguos y modernos.

-¿Eso es todo?

-No, hay algo más. Tu me gustas.

Quedé anonadado ante esa confesión.

-Tu también me gustas, pero estoy con Ruth y nos va muy bien.

-Ya veo. Si alguna vez decidís separaros...

-Vendré a verte.

Una vez más me dedicó una de sus cautivadoras sonrisas y salimos del salón. Subimos por las escaleras hasta el primer piso.

-Te acompañaré a la habitación. Supongo que Ruth y tu dormís juntos.

-Si.

-Bien. Está en esta habitación. Felices sueños, Víctor.

-Felices sueños.

Entré en la habitación y encontré a Ruth en la cama, esperándome despierta.

-Te ha pedido que te quedes con el, ¿verdad?

-Si, lo ha hecho.

-Si decides hacerlo lo comprenderé.

Me acerqué a ella y le di un largo besos en los labios.

-Nunca te abandonaré. Si alguna vez nos separamos será porque tu lo decidas, yo jamás tomaré esa opción.

Ella sonrió y me hizo un gesto para que me acostara. Me acosté a su lado, la rodeé con mis brazos y así nos rendimos al sueño. Mi último pensamiento antes de dormirme fue para Héctor, solo en ese momento, en ese estado de duermevela que precede al sueño, me di cuenta de lo tentadora que había sido para mi su oferta.

No me malinterpretéis, yo amaba a Ruth (aún la amo), pero Héctor ejercía en mi una atracción de la que no fui consciente hasta ese momento.

Veréis, cuando un vampiro se siente atraído hacia otro no hay nada sexual en ello. Ese instinto muere con nuestra humanidad. Es mas bien algo místico. Una especie de sincronía entre auras. Y el aura de Héctor era un poderoso imán. Es por eso que muchos vampiros se unen a otro de su mismo sexo.

Solo el amor que sentía por Ruth me impidió unirme a Héctor en el mismo instante que me lo pidió.

Así, con este último pensamiento, me dormí abrazado a mi compañera.

-----------------------------

A la noche siguiente Marcos y yo salimos hacia el centro en un taxi mientras los demás nos seguían a prudente distancia en el coche de Héctor. Nos sentamos en la terraza habitual y esperamos el primer movimiento de nuestros enemigos.

-¿Sientes eso?- preguntó Marcos.

-Si, ya están aquí. Movámonos.

Nos levantamos y empezamos a andar abrazados. A ojos de cualquier observador parecíamos una pareja, o eso esperábamos que creyeran nuestros perseguidores.

Nos internamos en el casco antiguo mientras nuestros agudizados sentidos percibían a nuestros perseguidores tras nuestros pasos. Estábamos tranquilos, sin embargo, porque también percibíamos a nuestros amigos que nos seguían por calles laterales.

Nos movíamos con la seguridad que da el conocimiento del terreno. Marcos y yo habíamos recorrido aquellos callejones muchas veces cuando estábamos juntos. Finalmente llegamos ante un callejón estrecho, ambos lo conocíamos muy bien.

-¿Recuerdas este lugar?

-Si, fue donde me convertiste. ¿Como olvidarlo?

-Parece el lugar perfecto.

-De acuerdo, ¡Vamos!

Entramos en el callejón, que sabíamos no tenía salida, avanzamos rápidamente hasta el final y nos ocultamos en las sombras de las esquinas.

Poco después entraron dos hombres. Se trataba del tipo al que sondeé y otro de más edad. Ambos empuñaban sendas ballestas pequeñas ya cargadas. Unas armas efectivas y silenciosas lo suficientemente pequeñas para poder llevarlas escondidas bajo sus chaquetas. Avanzaron lentamente hasta llegar a pocos pasos de nosotros cuando advirtieron nuestra presencia. Nos apuntaron con sus armas.

-Mors omnia solvit (1)- dijo el mayor de los dos.

-Mors tua vita meas(2)- respondió una voz detrás de el, era la voz de Ruth.

Ambos hombres se giraron al oír esa voz pero ya era tarde, Ruth y Héctor cayeron sobre ellos.

Héctor dejó inconsciente al suyo, el más joven, de un golpe pero Ruth hundió sus colmillos en el cuello del otro. Tras ella apareció Sandra que mordió al hombre en el otro lado de su cuello. Poco después Marcos y yo le mordíamos los hombros. El terror del hombre ante la visión de ser atacado nada menos que por cuatro vampiros le dio a su sangre un sabor realmente exquisito.

Héctor y Marcos pasaron los brazos del otro hombre, aún inconsciente, sobre sus hombros dando así la impresión que llevaban a un compañero de juerga borracho. Cuando llegamos al coche de Héctor encerramos al hombre en el maletero, nos montamos en el vehículo y volvimos a casa de Héctor.

      1. La muerte lo disuelve todo.”
      2. Tu muerte es mi vida.”

------------------------------------

Nos reunimos de nuevo en el gran salón de Héctor dejando a nuestro prisionero atado a una silla mientras esperábamos a que despertara.

Repasamos los pormenores de nuestra reciente aventura satisfechos de que todo hubiera ido como planeamos. Durante nuestra charla Héctor y yo cruzamos nuestras miradas en más de una ocasión. Ambos nos deseábamos y ambos veíamos ese deseo en los ojos del otro. Ruth también se percató de ello pero no dijo nada.

Por fin nuestro prisionero despertó y Héctor inició el interrogatorio.

-Voy a hacerte unas preguntas.

-Pregunta lo que quieras, engendro del infierno, no pienso decirte nada.

Podía oler el miedo del hombre desde el otro lado de la habitación, ese olor acre, terroso, que había aprendido a reconocer hacía tiempo. Pero también pude percibir su determinación, no colaboraría fácilmente.

Héctor no se inmutó por la respuesta.

-¿Cuantos sois y donde os escondéis?

Como respuesta a la pregunta el hombre escupió a Héctor en la cara y el reaccionó dándole una bofetada.

-No obtendrás respuestas de mi, demonio. Soy un soldado de Dios.

-Dios no tiene nada que ver en esto y tampoco el Diablo.

Abrió de un tirón la camisa del prisionero dejando su pecho al descubierto. Llevaba un crucifijo colgado de una tira de cuero alrededor de su cuello. Héctor se lo arrancó y lo plantó frente a su rostro.

-¿Ves mi carne ardiendo por el poder de tu amuleto? ¿Ves a alguno de nosotros huyendo o apartando la mirada asustados por el poder de tu Dios? ¡Imbécil!, todos nosotros éramos cristianos antes de ser transformados. ¿Porque crees que eso podría haber cambiado?

-Entonces, ¿como puedes vivir así, a costa de la vida de otros?

-¿Quieres morir?

-¿Que?

-Ya me has oído. ¿Quieres morir?

-No.

-Tu mismo has respondido a tu pregunta. No lo entiendes, ¿verdad? Ninguno de nosotros pidió ser lo que somos. Simplemente lo hemos aceptado. Somos lo que somos. Y ahora responde a mis preguntas.

-No. No traicionaré a los míos.

Héctor arrojó el crucifijo al otro lado de la habitación y vino hacia nosotros.

-Esto no va a ser fácil.

-¿Y que haremos ahora? ¿torturarle?-preguntó Sandra.

-¿Te ves capaz de eso?

-No.

-Ninguno de nosotros es capaz de eso. Una cosa es matar para alimentarnos, pero deleitarnos con el dolor de un ser humano...

-Si no puedes con tu enemigo, únete a el- intervino Ruth.

Todos la interrogamos con la mirada.

-O haz que tu enemigo se te una- añadió.

-¿Estas insinuando que lo convirtamos en uno de nosotros?- pregunte.

-Si lo hacemos, no tendrá mas remedio que ponerse de nuestra parte. Eso o dejar que los suyos le den caza.

-¿Y cual de nosotros lo haría?- dijo Héctor. -Tu y yo somos muy antiguos y le daríamos demasiado poder, eso sería peligroso. Víctor es demasiado joven para convertir a otro. Solo quedan Sandra y Marcos.

-Ahora no me interesa tener un compañero- dijo Sandra.

-¿Marcos?

-Si decidimos hacerlo, lo haré, echo de menos tener un compañero. Pero creo que antes debemos intentarlo por otros medios.

Lo interrogamos durante horas, incluso llegamos a golpearle un poco, pero no soltó prenda. Supongo que debía estar entrenado para soportar torturas mucho peores.

-Falta poco para el amanecer- dijo Héctor finalmente.- Y debemos alimentarnos. Bajemos a la bodega. Marcos quedate con el, ya sabes lo que hacer.

Bajamos a la bodega y una vez más bebimos de las reservas de emergencia de Héctor. Media hora más tarde Marcos se unió a nosotros.

-Está hecho. Le he dejado en mi habitación. Cuando despierte mañana veremos si se muestra más colaborador.

---------------------------------

A la noche siguiente fuimos reuniéndonos poco a poco en el salón. Cada vampiro tiene su propia forma de despertar, yo me despierto al ocaso, Ruth en cambio, es más tardona.

Estábamos ya casi todos, solo faltaban Marcos y su nuevo pupilo. Una vez más, no pude evitar el juego de miradas con Héctor. Ruth aguantaba estoicamente lo que para ella debía ser una tortura.

Finalmente aparecieron Marcos y el neófito.

-¿Como te sientes?- preguntó Héctor.

-Confundido. Es muy distinto a lo que había imaginado.

-Te hace sentir bien. ¿Verdad?

-Si...No...Supongo. ¡Si!, me siento muy bien, excepto por esta sed.

-Podrás alimentarte, pero primero dime: ¿Colaboraras ahora con nosotros?

-¿Que otra salida me habéis dejado? Si, os diré lo que queréis saber.

-Primero, tu nombre.

-Me llamo Luca.

-Siéntate Luca. Y ahora contesta a las preguntas que te hicimos ayer.

-Eramos veinte. Ahora tendréis que descontarnos a mi y a Angelo, el hombre que matasteis. Os enfrentáis a a dieciocho hombres. Todos ellos muy bien entrenados y armados. Están alojados en varios pisos francos, propiedad del Vaticano en el centro de la ciudad.

-¿Cuanto saben tus amigos de nosotros?

-Localizamos a ese gracias a un informador, le seguimos porque esperábamos que nos llevara a otros- dijo señalando a Marcos.- así nos enteramos de la existencia de ese otro- esta vez se refería a mi.

-¿Y que saben de los demás?

-No conocen vuestra existencia, pero saben que donde hay uno o dos de vosotros... de nosotros, puede haber más.

-Dieciocho contra cinco, porque no podemos pedirle a Luca que se una a nosotros, esos hombres son sus amigos.

-Aunque nuestras habilidades nos hagan superiores a un humano corriente, y esos no son precisamente corrientes, me parece que tienen mucha ventaja- dijo Ruth. -Tenemos que pedir ayuda.

-¿A quien? Ya no hay más vampiros en esta zona del mundo, Y francamente, empezamos a ser demasiados.

-Están los licántropos. Viven algo apartados, pero esto también les afecta.

-No tenemos muy buenas relaciones, pero supongo que podemos unirnos frente a un enemigo común. Haré un par de llamadas.

-Tenemos que salir a cazar- dijo Marcos. -Es la primera vez para Luca y no creo que tu sangre envasada sea lo apropiado. En cuanto a los demás, creo que también lo necesitamos.

-Está bien, pero manteneos en las afueras y no os alejéis mucho. Dentro de un rato yo también saldré, pero primero intentaré contactar con nuestros amigos peludos.

La urbanización donde vivía Héctor estaba rodeada por un parque natural. Ruth y yo nos dirigimos a una zona de picnic esperando poder repetir una vez más nuestro numerito del mirón. No hizo falta, al llegar allí nos encontramos con una pareja madura que nos propuso jugar al intercambio de parejas. Naturalmente aceptamos. Ruth se alejó unos metros con el hombre mientras que yo me quedé con la mujer la cual, me abrazó y empezó a cubrirme de besos mientras sus manos intentaban acceder al interior de mis pantalones. Jugué un rato con ella mientras oía su corazón acelerarse por el deseo. Después de dos días de sangre envasada, esa mujer me supo a gloria.

Calmada nuestra hambre decidimos dar un paseo antes de volver a la casa. Ruth se comportaba de forma inusual, estaba callada y pensativa. Sabía que estaba preocupada por la atracción que Héctor ejercía sobre mi. Podía haberle dicho que no se preocupara, que no pensaba abandonarla, pero lo cierto es que yo empezaba a tener mis propias dudas. Finalmente ella rompió el silencio.

-Es difícil resistirse a el. ¿Verdad?

-Lo cierto es que si- dije.

-Ya te dije que si te quedabas con el lo comprendería.

-Se que lo harías, pero podrías perdonármelo?

-Tal vez, con el tiempo.

-Pero no al principio.

-No.

-Ruth, hay una gran diferencia entre lo que siento por Héctor y lo que siento por ti. El me atrae de una forma animal, instintiva; a ti te amo. Te amo como no he amado nunca a nadie. Cuando estoy cerca de Héctor, no puedo evitar sentir esa atracción, pero cuando me alejo de el, eres tu quien llena mis pensamientos, siempre eres tu. Solo deseo que todo esto acabe para poder alejarnos de el antes de que nos cause daño.

Lo cierto es que esa confesión sirvió tanto para resolver las dudas de Ruth como las mías propias. Ahora sabía que podría resistir la tentación que representaba Héctor.

Entonces ella me miró y pude ver que estaba llorando. Es raro ver llorar a un vampiro, pero cuando lo hace, es un espectáculo verdaderamente patético. Los vampiros lloran sangre. Dos finos hilos carmesís partían de sus ojos y se deslizaban hacia su barbilla.

Sequé sus lágrimas con mi mano y le di un largo beso. Puse toda mi alma en ese beso, quería demostrarle como la amaba.

-Quiero que nos unamos- dijo. -De la forma más íntima que pueden hacerlo dos seres de nuestra especie.

-¿A que te refieres?

-Vamos a la casa.

Cogió mi mano y me arrastro hacia la casa y entramos en nuestra habitación sin encontrar a nadie por el camino.

-Desnudate- me dijo mientras ella misma se desnudaba.

Hice lo que me pedía. Siguiendo sus indicaciones me senté sobre la cama y ella se sentó a horcajadas sobre mi y me abrazó.

-Toma mi sangre- dijo.

-¿Que?

-Hazlo, bebe de mi y todas tus preguntas tendrán respuesta.

Puso su cuello al alcance de mis colmillos en lo que entonces entendí como un acto de entrega, una demostración de su amor.

Mordí su cuello y bebí. Una vorágine de imágenes invadió mi mente. Comprendí que lo que veía eran los recuerdos de Ruth. Su conversión, su aprendizaje, los distintos compañeros que había tenido en sus más de quinientos años de vida... y mientras esas imágenes invadían mi cerebro sentía que la fuerza de Ruth entraba en mi cuerpo con cada sorbo de su sangre y me hacía más fuerte.

Entonces ella me mordió. No se cuanto tiempo estuvimos así, bebiendo uno del otro, mezclando nuestra sangre y nuestros recuerdos en un circuito cerrado que nos convertía en un solo ser. Comprendí entonces lo que quiso decir con una unión íntima. Ciertamente ese acto nos unió como jamás creí posible que dos seres pudieran unirse.

Debieron de pasar horas antes de que Ruth se apartara de mi cortando así la experiencia más enervante que jamás he vivido. Nos tumbamos uno al lado del otro extenuados por la experiencia, permanecimos en silencio, no había nada que decir, lo sabíamos todo el uno del otro.

Ruth se durmió enseguida, pero yo no paraba de darle vueltas y más vueltas al motivo que nos retenía a todos en esa casa.

-------------------------------

Cuando abandonamos la habitación a la noche siguiente, noté como había cambiado por la experiencia vivida. Sentía la fuerza de Ruth circulando por mis venas, ahora era más fuerte que Sandra, más fuerte que Marcos, mi creador. Solo Héctor podía hacerme sombra.

Cuando estuvimos todos reunidos en el salón, volvimos al tema que nos preocupaba.

-He contactado con los licántropos- dijo Héctor.- No vendrán a ayudarnos. Dijeron que la manada ya tiene sus propios problemas.

-Tal vez son más listos que nosotros-dije.

-¿Que quieres decir?-preguntó Héctor.

-Lo he estado pensando mucho. Aquí estamos hablando de algo más que de defendernos, estamos hablando de una auténtica guerra. Estamos hablando de como matar a dieciocho humanos sin dejar pistas de quien o que somos. Matar por matar, no para alimentarnos. Además cualquiera de nosotros podría caer también en esa guerra.

-Es una forma de verlo.

-Bueno, supongamos que lo logramos. ¿De que nos servirá?

-No se a donde quieres llegar a parar.

-Digo que si lo lográsemos, no serviría de nada. A estas alturas ya deben de haber informado a sus superiores. Si estos hombres dejan de contactar con ellos, enviarán a más. Y la próxima vez podríamos enfrentarnos a cincuenta o a cien.

-¿Y que sugieres que hagamos?

-Marcharnos. Desaparezcamos de esta ciudad durante un tiempo.

-¿Huir?

-Llámalo como quieras. Yo creo que es lo más prudente.

-Lo más cobarde, querrás decir.

-Víctor tiene razón- intervino Luca.- Si mis compañeros dejan de contactar, enviarán un grupo mayor.

-No se me había ocurrido que podrían venir más-dijo Ruth.- Héctor, creo que Víctor tiene razón.

-Estoy de acuerdo-terció Marcos.

-¿Vais a volveros todos en contra mía?- pregunto Héctor con los ojos brillantes de furia.

-Aquí nadie se ha vuelto en contra de nadie- dije.- Nadie a confabulado excepto tu.

-¿Que?

Todos los demás me miraron extrañados.

-Vinimos aquí buscando tu consejo y, de pronto, estábamos preparándonos para una guerra. Incluso has conseguido que Marcos convirtiera a Luca a pesar de que no tenía ningún atractivo real para el.

-¿Que estás diciendo, Víctor?- preguntó Ruth.

-Todos sabíamos que Héctor es poderoso, pero lo es mucho más de lo que imaginamos. Nos ha influenciado desde el principio.

-No, no puedo creer eso, te equivocas.

-Ruth, nosotros cuatro nos conocemos bien. Piénsalo. ¿De verdad crees que habríamos actuado así de no haber intervenido el?

-Tiene razón- dijo Sandra.-Nosotros habríamos actuado más discretamente.

Todos ellos me miraban fijamente. Podía sentir su apoyo. Me encaré con Héctor nuevamente.

-¿Porque? ¿Porque arrastrarnos a esta guerra inútil? ¿Que te hicieron?

-Es verdad. Quería que todos nos enfrentáramos a ellos. Quería verlos muertos y no me importaba si alguno de vosotros caía en por el camino.

-¿Porque?

Héctor cayó al suelo de rodillas y rompió a llorar.

-Mataron a Julia.

-¿Julia?

-Julia y yo eramos hermanos cuando aún eramos humanos. La convertí en mi pareja después de separarme de mi creador. En más de mil años nunca he amado a nadie como la amé a ella.

---------------------------------

Nos quedamos en silencio contemplando a Héctor.

El único movimiento en la habitación era el temblor de los hombros de Héctor y el de sus lágrimas de sangre resbalando por sus mejillas. El único sonido que se escuchaba eran sus sollozos.

De pronto ese silencio fue roto por el ruido de cristales rotos seguido de un gemido de Luca. Todos nos giramos hacia el y pudimos ver como se desplomaba con su pecho atravesado por una flecha a la altura del corazón.

-¡Nos han encontrado!- gritó Héctor volcando la gran mesa del salón.- ¡Cubríos!

Ruth y yo nos escondimos tras la mesa con Héctor mientras una lluvia de flechas atravesaba los ventanales procedentes del jardín. Me asomé un momento y pude ver que Sandra y Marcos se habían refugiado tras un sofá.

Héctor reanudó su llanto.

-¿Que he hecho, por los dioses, que he hecho?

-Ya tienes la guerra que querías- le dije.- Ahora deja de lamentarte y actúa.

-Está bien- dijo secándose las lágrimas.

-¿Alguna sugerencia?

-Dispersémonos y contraataquemos. Con nuestras habilidades tendremos ventaja en la oscuridad. Ellos no llevan armas de fuego, sus ballestas son mucho más discretas, más silenciosas.

Cogí a Ruth de la mano y a la máxima velocidad que nos permitieron nuestros poderes vampíricos subimos al piso superior.
Miramos con cuidado a través de una ventana y pudimos ver a dos de nuestros atacantes que se acercaban a la casa sigilosamente.

Me lance por la ventana y caí los dos pisos aterrizando de pie frente a uno de los hombres. Sin darle tiempo a reaccionar lo cogí por el cuello y estrellé su cabeza contra uno de los árboles del jardín esparciendo sus sesos. Me agache a tiempo para esquivar la flecha lanzada por el segundo hombre mientras observaba a Ruth saltar por la ventana. Me lancé contra el hombre, le agarré la cabeza y la giré noventa grados rompiéndole el cuello. Me volteé al oír un gruñido y vi que Ruth había atravesado a un tercer hombre con una rama que había cogido en alguna parte.

Dos más nos salieron al paso pero acabamos con ellos gracias a nuestra superior velocidad.

Cogí una de las ballestas y me refugié con Ruth entre las sombras del jardín. Oímos sonidos de lucha en el interior de la casa y en otras partes del jardín. Sandra salió por uno de los ventanales rotos y uno de los atacantes le salió al paso apuntándole con su ballesta. Disparé yo la mía contra el y conseguí desviar su tiro al alcanzarle en un hombro, su flecha se clavó en el antebrazo de Sandra que respondió cortándole la yugular de un zarpazo.

Sandra se reunió con nosotros y permanecimos a la escucha. Los ruidos de lucha habían cesado. Héctor apareció en la entrada de la casa con una flecha atravesada en su muslo.

Todo había acabado. La lucha no había durado más de diez minutos.

-----------------------------------------

Naturalmente, las heridas de Héctor y Sandra se curaron al instante nada mas se arrancaron los dardos que atravesaban sus miembros. Luca no tuvo tanta suerte, la flecha le había atravesado el corazón.

Enterramos los cadáveres en el jardín, tarea que nos llevó toda la noche a pesar de nuestra fuerza. Cuando acabamos ya amanecía de modo que no tuvimos más remedio que ocultarnos en nuestras habitaciones.

A la noche siguiente nos reunimos de nuevo en el salón. El bueno de Jaime, el mayordomo, lo había dejado todo en orden durante el día.

-¿Como creéis que nos descubrieron?- pregunté.

-Luca- dijo Héctor- ¿Quien sino?

-¿Luca? Pero el nos ayudó, nos dijo a que nos enfrentábamos.

-Nos ayudó porque era uno de nosotros. Pero su juramento con Causa aequa pesó más en el que su reciente lazo con nosotros.

-¿Que haremos ahora?- preguntó Sandra.

-Seguir la sugerencia de Víctor. Será mejor que nos alejemos de aquí. Durante cien años por lo menos.

--------------------------------

Ruth y yo nos refugiamos en Moscú. A los pocos meses recibimos una postal de Marcos. El y Sandra eran pareja ahora, habían cruzado el charco y residían en New York.

En cuanto a Héctor, no volvimos a saber de el. Esté donde esté, no le guardo rencor. Se que si me separaran de Ruth yo reaccionaría igual que el. Espero que encuentre un nuevo compañero que le haga más llevadero el recuerdo de su Julia.

FIN



No hay comentarios:

Publicar un comentario