viernes, 11 de febrero de 2011

EL APOSTOL (2 de 3)

SEGUNDA PARTE

El viajero del tiempo, los dinosaurios y
el Maestro

-Todo empezó hace casi tres años, una mañana de abril. Aunque para mi han pasado algo mas de seis años desde entonces. No ponga esa cara, se que suena raro, pero lo comprenderá a medida que vaya relatándole mi experiencia.

Me encontraba en el metro, camino del trabajo. Recuerdo que estaba pensando en un documental que había visto la noche anterior por TV. Era un documental sobre el tiranosaurus-rex, ya sabe, uno de esos documentales filmados con las modernas tecnologías que usan en el cine, todo ello muy realista. Estaba pensando lo interesante que sería poder visitar esa época y ver cual era el aspecto real y las verdaderas costumbres de los dinosaurios cuando, de pronto sentí como si tiraran de mi.

De pronto me encontré dentro de una esfera de un feo color gris, junto a mi había un hombre vestido con un mono plateado sobre el que llevaba una bata blanca.

-¿Quien diablos es usted y que esta haciendo aquí?- me pregunto el hombre.

-Eso mismo iba a preguntarle yo. ¿Que diablos es este sitio y como me ha traído aquí?

-Yo no le he traído, usted se ha colado. Aunque maldito sea si se como lo ha hecho.

-¿Colado? Oiga, yo estaba en el metro tranquilamente y de pronto me he encontrado aquí. Por cierto, ¿Donde es aquí?

-Esto es mi esfera temporal.

-¿Esfera temporal? ¿Pretende hacerme creer que esto es una máquina del tiempo?

-Naturalmente que no, una máquina del tiempo es algo científicamente imposible.

-¿Por que?

-Debemos basarnos en el axioma de que dos cuerpos (o dos moléculas) no pueden ocupar el mismo lugar al mismo tiempo. Si alguien creara una máquina del tiempo, al trasladarse a otro instante temporal ocuparía el mismo lugar que otra cosa. Aunque esa cosa solo fuera una porción de atmósfera, las moléculas de
esa porción de aire ocuparían el mismo lugar que algunas de las moléculas de la máquina y su pasajero, lo cual es imposible. Por eso una máquina del tiempo es inviable.

-Pero usted afirma que esta viajando en el tiempo.

-Si, pero no con una máquina. Estoy viajando con la mente.

-¿Con la mente?

-Eso he dicho. Vera, yo realmente no estoy aquí, estoy en mi laboratorio del siglo XXII. El hombre que ve ante usted no es real, es solo una ilusión creada por la mente. Ni yo ni esta esfera estamos realmente aquí, usted tampoco.

-Tiene razón, no estoy aquí. Seguramente me he vuelto loco de repente y estoy encerrado en una celda acolchada y esto no es más que una fantasía paranoide.

-Usted no está loco. Pero tenemos que averiguar como ha llegado hasta aquí. A ver...¿En que estaba usted pensando cuando llegó?

-Se va usted a reír.

-No lo haré, de hecho creo que se en que pensaba. Pensaba en dinosaurios.

-Pues si, pensaba en lo interesante que sería poder viajar a su época y ver como eran realmente. ¿Como lo ha sabido?

-Porqué creo saber lo que ha pasado. Como ya le he dicho, viajo en el tiempo con la mente. Con el espíritu si lo prefiere. Mi cuerpo sigue en mi laboratorio.

-Una especie de viaje astral.

-Algo así. El hecho es que viajaba precisamente a la época de los dinosaurios. Concretamente al jurásico, quería ver al Rex.

-Precisamente el Rex ocupaba mi mente en ese momento.

-Mi teoría es que, de alguna manera, sus pensamientos han interferido con los míos y eso le ha traído hasta aquí.

Justo en ese momento la esfera pareció disolverse y nos encontramos en un paraje lleno de vegetación, estaba anocheciendo.

-Ya hemos llegado- anunció el hombre.

Empezamos a caminar por la selva, podía ver y oír, pero curiosamente, no olía nada y tampoco tenia sensación alguna de frío o calor.

-¿No será peligroso aventurarnos así, sin armas ni ningún tipo de defensa?

-En absoluto- me contestó.- Recuerde que no estamos aquí. Nada puede vernos ni oírnos ni olernos ni tocarnos, mire.

Entonces se acercó a un árbol y, sencillamente, lo atravesó.

-Pruebe a hacerlo.

Y lo hice, atravesé el árbol y mientras lo hacía pude ver su interior. La madera, los pequeños túneles de los insectos que vivían en ella...

-Bien, vamos a buscar un lago o un río.

Comprendí enseguida el plan del hombre. En esas últimas horas del día muchos animales aprovechan para abrevar. Un río o un lago sería un buen puesto de observación.

-Por cierto, no nos hemos presentado. Me llamo Luis Llanas.

-Soy Arnaldo Fuentes- respondió tendiéndome la mano.

Fui a estrechársela. De hecho fue un gesto maquinal, fruto de la costumbre. Pero habíamos olvidado que no estábamos allí.

Nuestras manos se atravesaron mutuamente. Nos pusimos a reír y eso rebajó la tensión de la situación.

Unas dos horas después llegamos a un caudaloso río donde estaba abrevando un rebaño de animales que mi compañero identificó como galliminus. Paseamos entre ellos sin que pudieran notar nuestra presencia. De pronto surgió del agua un cocodrilo del tamaño de un autobús que cogió cor el cuello a una de las bestias y lo arrastro al fondo del río el cual se tiñó de rojo. Fue tan rápido que los animales que estaban más alejados ni siquiera lo notaron.



Estuvimos dos días por los alrededores durante los cuales pudimos ver diferentes especies, incluido el Rex, el cual resultó ser mucho más terrorífico de lo que esperábamos.

Finalmente, mi compañero decidió que había llegado el momento de marchar.
-Tengo que irme ya- dijo.- Hay más épocas que quiero visitar.

-¿Que hay de mi?- pregunté.- ¿Puede llevarme de regreso a mi época?

-Sintiéndolo mucho no. Mi método de viaje temporal es personal. Usted se sumó a este viaje por accidente. Tendrá que aprender a hacerlo usted solo.

-¿Y como se supone que voy a hacerlo?

-Solo es cuestión de concentración. No debería de resultarle muy difícil ya que ha efectuado el viaje de ida.

-¿Y si no puedo?

-Con el tiempo podrá. Y tiempo tiene en abundancia.

-¿Pero y si, a pesar de todo, no soy capaz de volver?

-Bueno, en el peor de los casos, puede esperar a que llegue el momento en que partió y volver a su cuerpo.

-¿Ciento cincuenta millones de años dando vueltas por el mundo sin cuerpo?

-En el peor de los casos. De cualquier modo, su cuerpo estará allí esperándole y para el no habrá pasado mas que unos segundos. Siento tener que dejarle así, pero no puedo hacer nada por ayudarle. Le deseo la mejor suerte. Adiós.

Y entonces desapareció.

Yo estaba aterrorizado. La idea de vivir tanto tiempo sin que nada ni nadie pudiera notar mi presencia era abrumadora. Intenté volver a mi cuerpo, me concentré en volver a mi época, al vagón de metro donde comencé mi viaje, pero fue inútil.

Calculo que estuve unos dos meses en el jurásico hasta que conseguí partir. En uno de mis múltiples intentos noté de nuevo aquella sensación de tirón y al abrir los ojos me encontré dentro de mi propia esfera temporal.

En mi primer viaje con Arnaldo, estuve dentro de la esfera unos diez minutos, sin embargo, esta vez la esfera empezó a disolverse cuando solo llevaba poco más de cinco minutos. Tres años más tarde supe porqué se vio interrumpido mi viaje.

Me encontraba en una ciudad del antiguo imperio romano, las vestimentas eran inconfundibles. Poco después, al pasar frente al Coliseo, descubrí que era la mismísima Roma. Curiosamente, entendía perfectamente lo que decía la gente, aunque hablaban latín y otras lenguas antiguas yo les oía en español. Supongo que al ser solo mente, lo que oía no eran sus voces sino sus pensamientos. Así descubrí que estábamos en el decimoquinto año del reinado de Tiberio. Por curiosidad, estuve algunos días dando vueltas por Roma, entrando en las casas y observando las costumbres de la época. Incluso asistí a un combate de gladiadores, un espectáculo sangriento que no aconsejaría a nadie.

Finalmente decidí que ya era hora de volver, pero por mucho que lo intenté no pude volver a crear otra burbuja. Al principio pensé que solo era cuestión de tiempo, tal vez debía “recargar pilas” y esperar otros dos meses, como en el Jurásico.

Me resigné así a pasar dos meses más en mi peculiar estado de mente sin cuerpo. Entonces tuve una inspiración.

Jesús vivió durante el reinado de Tiberio y en el decimoquinto año de ese reinado, debía de tener unos veintinueve años. Estaba a punto de iniciar su vida pública.

Entonces supe que quería conocerle, no podía perderme la oportunidad de seguir a una de las más importantes figuras de la historia.

Como podrá suponer, yo no conocía el camino para ir a la patria de Jesús , pero me acerqué al puerto y escuchando los comentarios de marinos y mercaderes no tardé en localizar un barco que partía hacia Galilea dos días más tarde.

No la aburriré contándole los detalles de la travesía, solo le diré que al llegar a puerto, usando el mismo método que con el barco, localicé una caravana que debía pasar por Nazaret. Me uní a ella y al cuarto día entrabamos en el pueblecito donde Jesús vivió lo que conocemos como su vida oculta.

En el siglo I Nazaret era una pequeña aldea agrícola, situada en la ladera de una montaña, con dos o tres docenas de familias. Las casas estaban agrupadas hacia el extremo sur de la colina y solían componerse de una parte de albañilería que se usaba para habitaciones, adosada a una o varias grutas, naturales, o excavadas en la roca, que utilizaban como depósitos.

Allí le vi por primera vez, trabajando en su taller de carpintero construyendo lo que parecía una mesa. Llevaba escasamente un minuto observándole cuando se volvió y miró en mi dirección. La expresión de su rostro era de concentración y durante un momento creí que me estaba viendo, pero en ese momento sonrió ligeramente y volvió a su trabajo.




Durante los meses siguientes lo seguí en su trabajo y en su vida familiar. Le sorprenderá saber que Jesús tuvo cuatro hermanos, los cuales siempre le consideraron un loco visionario. Ninguno de ellos creyó nunca en El.

Ocasionalmente le vi reunirse con algunos hombres que más tarde pude reconocer como sus apóstoles. También fui testigo de su bautizo por parte de Juan.

Por fin llegó el día en que acompañado de los doce empezó el viaje en el que predicaría la Palabra por toda Galilea.

Durante los tres años que duró su vida pública le acompañé a el y a su séquito y durante todo ese tiempo ni me pasó por la cabeza volver a mi tiempo. Su mensaje de amor me tenía absolutamente subyugado. Le vi predicar de pueblo en pueblo y le vi hacer milagros. Si, es cierto, Jesús podía hacer milagros, pero lamentablemente los que más fama han alcanzado no eran auténticos milagros.

¿Sorprendida? Puedo citarle un par de ejemplos.

La conversión del agua en vino, por ejemplo. Durante la boda de Caná. Cuando faltó el vino, Jesús preguntó a su anfitrión por el contenido de unas tinajas que había en la casa. El hombre respondió que contenían agua.

-Entonces, a falta de vino, sirve el agua de esas tinajas- le dijo Jesús.

Cuando se vació la primera de las tinajas resultó que contenía vino. El anfitrión era un avaro y no quería gastar más vino en sus invitados y por eso mintió a Jesús. Las tinajas siempre habían contenido vino y Jesús lo adivinó, y al pedirle que sirviera el agua el hombre no pudo negarse. La anécdota se deformó con el tiempo y acabó considerándose un milagro de conversión.

O la multiplicación de los panes y peces.

En esa ocasión la prédica de Jesús acabó algo tarde y al acabar la misma El y los doce y los demás de su séquito se dispusieron a comer. Como ninguno de los presentes se marchaba, los de Jesús comprendieron que todos esperaban compartir su comida.

-No hay suficiente para todos- dijo Juan. Y le mostró a Jesús una cesta con algunos pescados y otra con media docena de panes.
El respondió que no importaba, que entregara las cestas al mas cercano y que se las fueran pasando. Así se hizo, y cuando las cestas volvieron estaban intactas. No faltaba nada.

Para comprender lo que sucedió debe tener en cuenta que en esa época, cuando alguien salia de casa llevaba un pequeño zurrón donde llevar sus cosas, no había bolsillos. Si se iba a estar fuera mucho tiempo, en ese zurrón también se llevaba algo de comida por si la ausencia se alargaba y había que comer fuera de casa.

Cuando la cesta llegó a manos del primero de los presentes este, sin duda, se percató que la comida no llegaría para todos. Debía haber un centenar de personas escuchando la prédica de Jesús ese día. Así que el hombre simuló coger algo de las cestas y luego comió de lo que llevaba en su zurrón. El siguiente hizo lo mismo, y el siguiente...Así fue como las cestas llegaron de vuelta intactas.

También esa anécdota acabó deformándose convirtiéndose en el milagro de la multiplicación de panes y peces.

Eso que acabo de contarle demuestra que Jesús no solo era un hombre santo, también era un tipo muy listo.

Seguí toda la carrera de Jesús hasta que llegó el momento más importante de mi vida. Fue durante la última cena. Le vi instituyendo el sacramento de la comunión al compartir el pan y el vino y fui testigo de sus revelaciones, la de como uno de ellos le traicionaría y la de su propia muerte y resurrección.

Cuando llegó el momento de marchar Jesús les dijo a los doce:

-Marchad vosotros y dejadme solo, dentro de un rato me reuniré con vosotros.

Yo también empecé a abandonar la sala. Me pareció incorrecto quedarme cuando El deseaba estar solo, pero entonces pronunció unas palabras que me dejaron helado.

-Tu no, Luis. Tu quedate.

Ninguno de los doce pareció escuchar esas palabras y abandonaron la estancia. Entonces Jesús se volvió y me miró. Estaba mirándome directamente a los ojos y su boca dibujaba la misma sonrisa que en aquella primera ocasión que le vi en su banco de carpintero.

-Si, Luis, puedo verte, siempre he podido verte desde el mismo día de tu llegada a Nazaret.

-Maestro... ¿porque no me lo dijiste?

-Tenía mis razones.

-Perdoname Maestro, soy un entrometido. Nunca debí espiarte.

-Luis, Luis....¿No comprendes que tu presencia aquí estaba premeditada?

-No...no entiendo.

-Fui yo quien te arranco de tu viaje de vuelta a casa. Necesitaba que vieras y escucharas.

-¿Porqué?

-¿Crees que no se que en tu tiempo mi mensaje se ha desvirtuado?

-¿Desvirtuado?- No pude evitar que mi pregunta sonara irónica.

-¿Preferirías que hubiese dicho pervertido?

-Eso suena mas cercano a la realidad.

-¿Es que no has aprendido nada en estos tres años?

Comprendí enseguida el sentido de su pregunta y solo había una respuesta que podía darle.

-He aprendido que hay que perdonar a los que nos ofenden. Incluso a los que te han ofendido a ti pervir... desvirtuando tu mensaje.

-Has visto, has oído y has aprendido. Ahora es el momento de encomendarte tu misión.

Mientras pronunciaba esas palabras se acercó a mi y puso sus manos sobre mis hombros y me besó.



Llevaba tres años atravesando paredes y objetos y sentándome delante de la gente sin que nadie pudiera sentir mi presencia, así que puede imaginarse la impresión que supuso eso para mi. Realmente sentí sus manos sobre mis hombros, su calor, su peso... y realmente sentí sus labios en los míos. En ese momento me sentí bendecido, no puedo encontrar otra expresión para describir lo que sentí.


-En verdad te digo que eres mi decimotercer apóstol y tu misión sera predicar mi palabra en tu tiempo, como esos lo harán en los años venideros.

-Maestro, no soy digno...

-Lo eres- me cortó- yo te doy esa dignidad. A partir de ahora te llamarás Zuriel y cuando les hables a los hombres seré yo quien hable por tu boca.

Más tarde, cuando ya había regresado, descubrí que Zuriel
significa “piedra”. Al igual que Pedro me había nombrado la primera piedra de su iglesia en el siglo XXI.

-Pero yo no se como llevar a cabo esa misión, no sabría ni como empezar.

-Sabrás lo que haya que hacer cuando haya que hacerlo. Y ahora debes partir, lo que pasará aquí durante los próximos días tu ya lo sabes, tu presencia aquí ya no es necesaria, pero si lo es en tu época.

Una vez más me besó y en ese instante volví a sentir el tirón y al instante volví a encontrarme en el vagón de metro como si nada hubiera pasado. Pero yo sabía que había sido real. Aún podía sentir el calor de sus labios en los míos. Y supe que podía llevar a cabo mi misión.


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