miércoles, 16 de marzo de 2011

Duelo final (La Organización 3)

-¿Podrás hacerlo? ¿Podrás localizar la fuente?

-Si retienes a tu interlocutor en linea el tiempo suficiente, si.

Camille miró fijamente a Larry. Le había conocido en el cibercafé desde el que se puso en contacto con Christine haciéndose pasar por Anubis. Larry Wayne era un genio de la informática, un hacker reconocido y admirado en su círculo. Alto y delgado, desgarbado, era el típico joven que nunca tenía éxito con las chicas. Camille le sedujo y, ahora él bebía los vientos por ella y hacía todo lo que le pedía.

-Estoy segura de ello, eres el mejor, confío ciegamente en ti.

Larry hinchó el pecho ante los elogios de Camille. Ella le dio un largo y apasionado beso que lo dejó sin respiración.

-Esto es para darte suerte. Dijo.

-Como Leia y Luke en la Estrella de la Muerte.

-¿Pero como puede ser tan friky?- pensó Camille. Pero lo que dijo fue:

-Eso mismo. Ahora, saltemos juntos al vacío. ¿OK?

-OK.

Camille entró en la página de “La Organización” y tecleó un código de diez cifras.

-¿De donde sacaste ese código?- preguntó Larry.

-No quieras saberlo.

Camille tecleó el típico saludo.

-”HOLA, ZEUS”.

-”HOLA, IAMA. INFORMA”.

-Iama, dios de la muerte del panteón hindú- pensó Camille.- Lo de este tipo con los nombres es una obsesión.- Miró a Larry.

-Vamos bien- dijo él.

Camille ya se había preparado un guión para hablar con Zeus. Desconocía cual era el objetivo de Iama, así que debía tener mucho cuidado con lo que decía. Naturalmente, no había peligro que el auténtico Iama contactara con Zeus.

Iama estaba muerto.

-”HAY PROBLEMAS”.- tecleó Camille.

-”¿QUÉ TIPO DE PROBLEMAS?”.

-”MI OBJETIVO SE HA ESFUMADO.”

-”¿COMO SE TE ESCAPÓ?”

Miró de nuevo a Larry interrogándole en silencio.

El muchacho estaba frente a otro ordenador, conectado al de Camille, tecleando como un loco.

-Necesito mas tiempo, retenlo.

-”NO LO SE.”

-”ESE ES UN GRAVE ERROR, IAMA.”

-Date prisa, Larry. Este tipo no es muy conversador.

-Ya casi lo tengo, necesito un minuto más.

Camille tecleó de nuevo.

-”PUEDO ARREGLARLO, PERO NECESITARÉ MÁS INFORMACIÓN SOBRE OBJETIVO”.

-”¿QUE TIPO DE INFORMACIÓN?”

-”TODO LO QUE PUEDAS DARME.”

-”CONTACTARÉ CONTIGO MÁS TARDE.”

-Un poco más.- dijo Larry- Ya casi está.

Camille tecleó de nuevo rápidamente.

-”ESPERA.”

-”¿QUE SUCEDE?”

Camille dejó pasar unos segundos antes de responder, para darle más tiempo a Larry.

-”SI ARREGLO ESTO. ¿MANTENDRÉ MI ESTATUS?”

-”SI NO LO ARREGLAS TU ESTATUS SERÁ EL DE CADAVER.”

Zeus cortó la comunicación en este punto.

-Lo tengo- dijo Larry.- Por un pelo.

-¿Donde está?

-En Londres.

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Camille se observó en el espejo de cuerpo entero que había en el cuarto de baño de la habitación que había alquilado en un céntrico hotel londinense.

Se había vestido con un elegante traje-chaqueta de color azul y calzaba unos zapatos a juego con un finísimo tacón metálico de doce centímetros. Dio el visto bueno a su aspecto y llamó a recepción para pedir un taxi.


Antes de salir recogió su pelo en un severo moño que sujetó con dos largos alfileres.

Media hora más tarde, el taxi la dejó frente a un edificio de oficinas en Queen Victoria St. Miró la placa metálica de la entrada.

“INTERNATIONAL EXPORT”

La puerta de entrada daba paso a un amplio y lujoso vestíbulo al fondo del cual se veía un mostrador de recepción.

-¿En que puedo ayudarla?- preguntó la recepcionista.

-Quiero hablar con el señor René Lescaut.

-¿Tiene usted una cita?

-No. Pero me recibirá igual. Dígale que Camille Lescaut quiere verle.

-¿Lescaut? ¿Es usted familia del señor Lescaut?

-Soy su sobrina.

-Un momento, por favor.

La recepcionista habló breves momentos por teléfono, colgó y sonrió a Camille.

-El señor Lescaut le recibirá en su despacho, Planta 17.

La puerta del ascensor daba a un recibidor al fondo del cual había una puerta flanqueada por dos hombres. Ambos tenían el típico aspecto de guardaespaldas de película, traje negro, camisa blanca y corbata negra. Altos y anchos como armarios. Uno de ellos saludo a Camille mientras abría la puerta.

-¿Señorita Lescaut? Su tío la está esperando.

El despacho de Lescaut tenía el tamaño de una cancha de baloncesto. Tras una lujosa mesa se encontraba René Lescaut. Era un hombre de estatura media y complexión gruesa.

-¡Camille! No sabía que estabas en Londres- dijo levantándose y besándola en la mejilla.-Siéntate. Cuanto tiempo sin verte. Estás preciosa. ¿Qué te trae por aquí?

-Estoy buscando un hombre.

-¿Alguien que yo conozca?

-Eso creo.

-¿De quien se trata?

-Se hace llamar Zeus.

René se envaró y miró a su sobrina con ojos aterrados.

-¡Dios mio! Tú...tú eres...

-Si, soy Némesis.

René hizo un leve movimiento hacia un lado de su escritorio.

-Pon las manos sobre la mesa, tío, donde yo pueda verlas. Puedo matarte de siete formas distintas antes de que alcances ese cajón.

René vio en los ojos de su sobrina que esta no bromeaba. No estaba tirándose ningún farol, vio en esos ojos que ella era capaz de cumplir su amenaza. Puso las manos sobre la mesa y permaneció inmóvil.

-¿Como supiste...?

-Un amigo te localizó mientras hablaba contigo a través del ordenador. Cuando me dio esta dirección no podía creerlo. Era tu hermano. ¿Como pudiste ordenar su muerte?

-Nadie abandona “La Organización” sin permiso. El sabía eso y, aún así, nos desafió.

-¿Sabía él que tú eres Zeus?

-Ninguno de los operativos conoce mi identidad.

Con mucho cuidado, sin que Camille pudiera verlo, René levantó ligeramente una pierna y presionó con la rodilla un botón bajo su mesa. Un segundo más tarde, los dos hombres que estaban junto a la puerta entraron al despacho y se lanzaron contra Camille.

Esquivó al primero y enfrentándose al segundo, dio una patada alta. El hombre cayó con el fino tacón clavado en su cuello. Camille se giró y con un brusco movimiento de su pierna lanzó el segundo zapato contra el rostro del otro hombre que se agachó para esquivar el proyectil.

Camille dio un salto y una voltereta en el aire aterrizando a la espalda de su contrincante. Con ambas manos sujetaba el cinturón de su falda que se había desabrochado durante el salto. Rodeó el cuello del hombre con el cinturón y dio un fuerte tirón liberando un cable metálico que cercenó su yugular.

El enfrentamiento solo había durado nueve segundos. Tiempo de sobra para que René accediera al cajón de su mesa y sacara la pistola conque ahora apuntaba a su sobrina.

Camille levantó lentamente las manos y las juntó en la nuca.

-Mataste al padre y ahora vas a matar a la hija. ¿Es que no queda nada de decencia en tu negra alma?

-Lamento tener que hacerlo, de verdad, pero no me dejas otra opción.

-Siempre hay otra opción.

Camille lanzó sus brazos hacia delante y los dos alfileres que sujetaban su moño volaron a través del despacho para clavarse en ambos ojos de René alcanzando su cerebro. El hombre conocido como Zeus cayó muerto sobre su silla sujetando aún la pistola con la que pretendía matar a su sobrina.

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-Vaya, has estado fantástica. Serías un magnífico operativo.

La voz, que indudablemente era de mujer, provenía de un intercomunicador que reposaba sobre la mesa de René.

-¿Quién eres?

-Mi nombre no tiene importancia. Yo era la ayudante de Zeus.

-¿Donde estás? Da la cara.

-Estoy en otro despacho de este edificio. Lo he visto todo a través de un circuito cerrado de TV.

-¿Vas a denunciarme a tus camaradas?

-No. Gracias a ti, ahora ocuparé el puesto de Zeus. Puedes irte, yo borraré cualquier rastro de tu paso por aquí.

-Ya veo. Un favor a cambio de otro.

-Eso es. ¿Qué me dices de mi oferta?

-No me interesa.

-Una lástima. Si algún día cambias de opinión, contacta con nosotros. Reservaré el código de Hela para ti.

Camille abrió la puerta del despacho, dudó unos segundos y se dirigió a su invisible interlocutora.

-¿Como debo llamarte?

-Puedes llamarme Hera.

FIN

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