Tras
su aventura africana, Arex y sus compañeros desembarcan en algún
puerto de Kritein. Reparten su botín y se dispersan. Arex y Hajib
viajan juntos hasta Kaurán, Vania ya no está con ellos, nada dicen
las crónicas de lo que pasó con ella, pero este humilde escribano
está convencido de que Arex la dejó en buenas manos, quizá bajo la
protección de algún noble o de algún rico comerciante de Kritein o
de Opar. Ambos amigos buscan la oportunidad de alquilar su espada.
Prólogo
La
Loma es una aldea situada en la frontera entre Kothan y Kaurán.
Se
trata de una población pequeña, de casas de una planta con paredes
blancas y techos de barro para aislar el interior del calor reinante.
Es
en La Loma donde empieza esta historia. Justo en el momento en que
llegan a ella los dos guerreros.
I
Arex
y Hajib paseaban con paso firme por las calles de La Loma. Los
habitantes del lugar que se cruzaban con ellos se apartaban temerosos
al ver sus armas y sus exóticas ropas que contrastaban con las
sencillas vestimentas de colores terrosos típicas del lugar. Muchos
se giraban a mirarlos ya que formaban un dúo poco usual..
Hajib
era un Somorio, de baja estatura, de rostro redondo y ojos oscuros y
rasgados y de complexión fornida. Iba vestido con las ropas típicas
de su pueblo y de su cadera colgaba una pesada espada.
Arex
era un hombre del norte, un vanir de roja cabellera y ojos de azul
acerado, de cuerpo musculado, mirada alerta y andares felinos. Su
atuendo era un compendio de ropas de varios países. También él
llevaba una espada, pero esta colgaba de su hombro derecho, cruzada a
su espalda.
Al
llegar a un cruce escucharon un tumulto a su derecha. Picados por la
curiosidad se acercaron a ver que sucedía. Una muchedumbre se
agolpaba frente a la entrada de uno de los edificios.
-¿Qué
sucede? -preguntó Arex a uno de los presentes.
-Un
asesino. Se ha hecho fuerte en esa casa, tiene un niño como rehén.
-¿Y
la guardia no ha hecho nada?
-¿Guardia?
¿En La Loma? Estarás bromeando.
-Tenemos
que hacer algo -dijo Hajib.
-¿Tenemos?
-Se
trata de un niño.
-No
nos incumbe.
-Si
tú no quieres hacer nada, quédate mirando. Yo voy a intentarlo.
Arex
alzó los ojos al cielo y emitió un largo suspiro.
-No
sé porque discuto contigo, siempre acabas saliéndote con la tuya.
-Así
me gusta -respondió Hajib con una sonrisa. -¿Cómo lo hacemos?
Arex
observó la casa durante un rato.
-¿Hay
una entrada trasera? -preguntó al tipo de antes.
-Si,
como en todos los edificios de la ciudad.
-Ok.
Yo me acerco por delante y le distraigo y tú entras por detrás y
rescatas al niño.
-Así
me gusta. Dame dos minutos.
Arex
esperó a que su compañero desapareciera tras la casa, calculó los
dos minutos requeridos, se sacó el cinturón del que colgaba su arma
y se lo entregó al tipo con el que hablaron.
-Guárdame
esto. Y no lo toques, podrías cortarte.
Se
acercó a la casa con las manos en alto y se detuvo a una distancia
prudencial.
-Hola,
el de dentro. ¿Podemos hablar?
-No
te acerques más -sonó una voz bronca en el interior.
-Mira,
voy desarmado, solo quiero discutir tus condiciones. -respondió Arex
acercándose un poco más.
-Quédate
ahí o me cargo al crio.
Arex
se detuvo.
-¿Qué
quieres a cambio del chico?
-Quiero
un...
La
voz se interrumpió en ese momento y tras unos segundos de
incertidumbre, apareció por la puerta un kothiano con una fea herida
en el estómago por la que asomaban sus tripas. Dio un par de pasos y
cayó al suelo. Detrás de él apareció Hajib con el niño en
brazos.
Mientras
Hajib entregaba al pequeño a su madre, Arex recuperó su arma y
ambos se reunieron bajo el aplauso de los presentes.
-¿Satisfecho?
-Satisfecho
-respondió él con una sonrisa.
Continuaron
su paseo, alejándose de la muchedumbre y a los pocos segundos se
percataron de dos tipos que les seguían.
-¿Qué
buscáis vosotros dos? -inquirió el somorio volviéndose hacia
ellos.
Los
dos hombres iban vestidos con ropas locales y, la verdad, no tenían
un aspecto muy amenazador. Se acercaron a ellos con paso tímido.
-¿Qué queréis? -preguntó Arex. -¿Porqué nos seguís?
-Señores, no queremos hacerles ningún daño -dijo uno de ellos
deshaciéndose en reverencias. -Solo queremos hacerles una
propuesta.
II
Minutos
más tarde, Arex y Hajib estaban reunidos con los dos
individuos en la planta baja de la posada donde se hospedaban.
-Mi
nombre es Rodyr, -empezó uno de ellos -y este es Bérdem. Ambos
somos granjeros, como todos los habitantes de nuestra aldea. No da
para lujos pero nadie en el pueblo pasa hambre. Pero llevamos dos
temporadas que unos bandidos nos roban las cosechas. Aparecen cuando
hemos recolectado y se lo llevan todo por la fuerza. La gente de la
aldea no tiene armas y nada sabemos de peleas, siempre hemos llevado
una vida pacífica...
-Y
habéis decidido contratar mercenarios -le cortó Arex.
-Podemos
pagar -dijo Bérdem mostrando un paquete que contenía unas cuantas
monedas locales y varias joyas de poco valor.
Arex
observó el contenido del paquete calculando su valor.
-No
es mucho.
-Hemos
reunido lo que había de valor en el pueblo. Es todo lo que tenemos.
Nos
han ofrecido mucho por nuestro trabajo -dijo Hajib. -Pero nunca todo.
-Ya
salió Hajib el santurrón -dijo Arex. -Quieres ayudarles, ¿no?
-Esta
gente nos necesita.
Arex
soltó un largo suspiro de resignación.
-¿Cómo
consigues liarme siempre en tus cruzadas particulares?
-Porque
eres un buen amigo-respondió Hajib con una sonrisa. -Además, tú
también quieres ayudarles.
-Calculo
que por esto sacaremos unas trescientas monedas.
-También
ofrecemos tres comidas al día y alojamiento -dijo Rodyr.
-Gastos
cubiertos, ¿eh?. ¿Cuantos bandidos forman esa banda?
-Hemos
calculado unos cuarenta.
-Podríamos
reunir un grupo de seis o siete personas. Me gustaría contratar a
más, pero con esta paga no podemos aspirar a formar un grupo
numeroso. Pero deberán ser buenos y que se conformen con poco. No
será fácil.
-Entonces...¿lo
harán?
-No
prometo nada. Ya veremos como se desarrollan las cosas. De momento,
vosotros dos salid a la calle y haced correr la voz de que
contratamos mercenarios. Los interesados que vengan aquí a
informarse.
Cuando
los granjeros se marcharon, Arex apoyó su mano en el hombro de su
amigo.
-¡Me
metes en cada lío!
-Venga,
no seas quejica. Será divertido.
III
Media
hora después, Arex paseaba por La Loma observando a la variopinta
muchedumbre que recorría sus calles. Hajib seguía en la posada para
informar a posibles candidatos de las condiciones del trabajo. Al
volver una esquina vio una multitud.
”¿Otro
secuestro?” -pensó y se acercó a ver que pasaba.
Se
trataba de un duelo. Los contendientes eran una mujer de su propia
raza y un kaurano. Ambos empuñaban sendos bastones a guisa de
espada. A la señal de uno de los espectadores ambos atacaron y
golpearon al rival con su bastón.
-¡Qué
fastidio! Hemos empatado -dijo el kaurano.
-No
-respondió la mujer. -He ganado yo.
-Lo
dirás en broma. Hemos quedado empatados.
-Te
equivocas.
-De
acuerdo zorra, hagámoslo otra vez, pero esta vez de verdad.
-Estás
loco.
-¿Tienes
miedo zorra?
-Tú
lo has querido, todos son testigos.
“Ese
tipo es estúpido o tiene ganas de suicidarse. Es evidente que la
mujer lo supera” -pensó Arex mientras observaba detenidamente a la
mujer.
Era
casi tan alta como el propio Arex, tenía el pelo rubio muy largo,
recogido en dos trenzas. Sus ojos eran como dos esmeraldas y sus
labios rojos y carnosos. Vestía una túnica que le llegaba a las
rodillas y calzaba unas sandalias que llevaba atadas con unas tiras
alrededor de sus pantorrillas. De su cadera izquierda, colgaba una
pesada espada.
Una
vez más, los contendientes se pusieron frente a frente. El mismo
hombre de antes dio la señal y ambos desenvainaron. El hombre cayó
al suelo decapitado antes de poder efectuar un solo golpe.
“Esta
mujer nos convendría” -se dijo Arex.
---------------
Hajib
estaba en la recepción, aburriéndose como una ostra cuando apareció
Bérdem a la carrera.
-Rodyr
viene hacia acá con uno.
-Bien,
vamos a ponerle a prueba. Coge ese bastón, escóndete tras la
entrada y cuando ese tipo entre, dale en la cabeza.
-¿Que
haga qué?
-Hazlo.
Bérdem
hizo lo que le ordenó Hajib y se situó tras la entrada con el
bastón en alto. Poco después apareció Rodyr acompañado de un
keishano armado con una lanza. El hombre era de estatura media, de
pecho amplio y brazos musculosos, el color de su piel delataba su
procedencia. Vestía al estilo kaurano. El tipo se acercó a la
entrada con paso decidido, pero a los pocos pasos se detuvo y miró
al interior con aire divertido.
-¿Es
una broma?
Hajib
se levantó y se acercó a la entrada.
-Por
favor, perdona, solo era una prueba. Pasa, te lo ruego.
--------------
Arex
continuaba con su búsqueda cuando vio a una mujer armada con una
espada hablando con un nativo frente a una tienda.
“¿Es
quién yo creo?” -se preguntó
Se
acerco a ella con sigilo, esperando sorprenderla, pero cuando estaba
a solo un par de metros ella se volvió.
La fina cicatriz en su pómulo izquierdo no opacaba la belleza felina
de su rostro de labios carnosos y ojos oscuros y rasgados. El tono
olivaceo de su piel la delataba como hija del pueblo nómada de los
zíngaros, lucía una larga cabellera castaña que llevaba recogida
en una trenza. Vestía una túnica corta que permitía ver sus muslos
sobre la que llevaba una cota de malla de fina factura que se
adaptaba como un guante sobre sus formas generosas y calzaba unas
botas altas que le llegaban justo bajo las rodillas. De su costado
izquierdo pendía una espada larga y estrecha en una funda de cuero
adornada con una esmeralda.
-Hola
Asha. ¿Qué estás haciendo aquí?
-¡Arex!
Menuda sorpresa. El mundo es un pañuelo.
IV
-Digamos
que tuve algunos problemitas en Opar y tuve que salir por patas.
Arex
sonrió al oír las palabras de la zingara.
-Si,
escuché algo de una valiosa joya desaparecida, ese trabajito tenía
tu firma.
-¿Y
tú, qué te trae por aquí?
-Mi
amigo Hajib y yo tuvimos que dejar el lucrativo negocio de la
piratería. Hemos llegado hasta aquí buscando como ganar unas
monedas. ¿Tienes algo entre manos?
-No...
He oído por ahí de un trabajito, pero estaba mal pagado, así que
pasé.
-¿De
qué se trataba?
-Espantar
las moscas en una aldea de las montañas. ¿Y tú, tienes algo?
-Si...
espantar las moscas en una aldea de las montañas.
-¿Has
cogido el trabajo? ¿Por esa miseria? No me lo creo.
-Pues
si.
-¿Hay
algo detrás de todo eso, verdad? ¿Qué es? ¿Oro? ¿Joyas?
-Nada,
solo que se ve.
-Tunante...
Está bien, ya me lo dirás cuando lo creas conveniente. Me apunto.
-Asha,
en serio, no hay nada más.
-Claro,
claro. Lo que tú digas. ¿Cuando salimos?
---------
Arex
y Asha entraron en la posada.
-Hola
Hajib, traigo un recluta, es una buena adquisición.
Arex
vio al heishano que estaba junto a su compañero y le lanzó a este
una mirada interrogativa.
-Yo
también he reclutado a alguien. Te presento a Muravo.
-Supongo
que sabrás que la paga es escasa.
-Es
mejor que nada, que es lo que tengo ahora -Muravo se encogió de
hombros. -Y ganancias son ganancias.
-Pues
ya somos cuatro. Encontré a otro, una mujer de mi raza, muy buena
con la espada, pero no aceptó.
-Por
la escasa paga, supongo -dijo Hajib.
-No,
el dinero no le importa. Pero dice que ya está harta de esta vida y
se ha retirado.
-Vaya.
V
Arex
se acercó a Muravo.
-Será
mejor que seas bueno con esa lanza, amigo.
-Aprendí
la lucha con lanza desde niño. Ninguna espada puede vencer a mi
lanza.
-Eso
está por ver. Bueno, estás contratado. Quédate por aquí, aún no
sabemos cuando marcharemos.
-Bien,
aprovecharé para ir a buscar mis cosas, nos vemos luego amigo.
-Hasta
luego.
Arex
se dirigió a la cantina, pidió una copa de aguardiente local y
observó al personal. Negó con la cabeza.
-Son
difíciles de encontrar -dijo para si.
El
cantinero demostró tener buen oído, pues se acercó y preguntó:
-¿Qué
es tan difícil de encontrar?
-Busco
hombres que sepan manejar un arma. ¿Conoces alguno?
-Bueno,
no se si sabrá manejarla, pero tengo un tipo ahí detrás que lleva
una espada.
-¿Y
que hace ahí?
-Está
ordenando el almacén. Es un tipo simpático. Vino esta mañana y me
dijo: “Ponme de comer, no tengo dinero pero trabajaré para ti.”
Y ahí está.
-¿Te
importa que pase? Me gustaría verle.
-Adelante.
Arex
pasó al almacén y pudo ver a un joven aristano cargando cajas de un
lado para otro. Se sentó en un taburete que encontró y se puso a
observar al chico con una sonrisa.
-¿Qué
pasa, nunca has visto a alguien trabajando?
-Oh,
si, pero nunca con tanta alegría. Parece que te divierte.
-Me
divierte más cargarme a cotillas como tú.
-Entonces
tal vez te interese un trabajito para el que estoy reclutando gente.
-¿De
qué se trata?
Arex
le puso en antecedentes.
-No
es una gran paga, la verdad.
-Lo
se, pero es lo que hay. Tal vez te interese más seguir cargando
cajas. Lo entenderé.
-Muy
gracioso... De acuerdo, me apunto, pero primero debo acabar aquí,
tengo que pagarme el papeo.
-Bien,
estamos en la posada, no tengas prisa.
-Me
llamo Jemal -dijo el muchacho tendiéndole la mano.
-Yo
soy Arex -respondió correspondiendo al saludo.
VI
Al
día siguiente Arex se levantó temprano, se vistió y antes de bajar
al comedor depositó un beso en la mejilla de Asha que aún seguía
dormida. Bajó las escaleras sonriente. Cuando llegó al comedor, vio
a la mujer vanir del día anterior sentada ante una de las mesas.
Esta, cuando vio a Arex le señalo la silla frente a si y él aceptó
la invitación.
-He
decidido acompañaros. Quiero ayudar a esa pobre gente.
-Me
alegra tenerte en el grupo. Me llamo Arex.
-Mi
nombre es Vania.
-Encantado
de conocerte, Vania.
------------
Más
tarde estaban reunidos los seis mercenarios y los dos granjeros.
-Partiremos
mañana al alba -dijo Arex.
-Pero
solo son seis y tú dijiste siete -respondió Bérdem.
-Dije
seis o siete. Lo cierto es que no tenemos mucho tiempo y no creo que
consigamos a un séptimo.
-Conozco
a alguien que sería una buena adquisición, ahora está en la
ciudad, pero será difícil convencerle -dijo Vania.
-¿Es
bueno? -preguntó Hajib.
-El
mejor. ¿Habéis oído hablar de Tiberius?
-¿Hablas
de Tiberius, el herconiano?
-El
mismo.
-¿Y
quién no a oído hablar de él? Dudo que un tipo de su renombre
quiera participar en un asunto de tan poca monta, pero podemos
intentarlo. ¿Cuando podemos verle?
-Podemos
ir ahora mismo si quieres.
-De
acuerdo, vamos. Los demás quedaros aquí.
---------
Vania
llevó a Arex hasta el centro de la ciudad, donde podían verse
algunos edificios más lujosos. Pararon frente a uno de ellos.
-Será
mejor que esperes aquí. No le gustan demasiado los desconocidos.
Entraré yo para tantearlo.
-De
acuerdo.
Vania
entró y al cabo de unos minutos volvió a salir y le hizo señas al
trill para que entrara.
-Le
he hablado del trabajo, pero no de las condiciones, eso tendrás que
negociarlo tú.
Entraron
en una habitación decorada con mucho lujo. Tiberius estaba sentado
en un sillón de cara a la entrada. Sobre su regazo descansaba un
gato enorme que bufó al ver entrar al trill.
-¿Tú
eres Tiberius?
-Así
me llaman.
-¿Cómo
has acabado en este agujero?
-He
venido a descansar. No hay un maldito país en el mundo que no haya
puesto precio a mi cabeza. Y ahora dime... ¿Quién eres y para qué
me buscas?
-Me
llamo Arex y estoy reclutando mercenarios para defender a los
habitantes de un pueblo de las montañas del ataque de unos bandidos.
Pero la paga es pobre. Trescientas monedas a repartir mas tres
comidas al día y refugio.
Tiberius
sonrió al escuchar la oferta.
-Seguramente
podría comprar cien veces esa aldea solo con lo que tengo aquí.
-Claro.
Siento haberte hecho perder el tiempo -respondió Arex dando la
vuelta.
-No...
espera, sigue escuchando... -Tiberius empezó a acariciar al gato
tras las orejas.
-Duermo
con la espalda contra la pared, cuando puedo dormir... Como serpiente
siete días a la semana... No hay una sola ciudad donde pueda dejarme
ver o gastar mi fortuna... Así que tu oferta me parece enormemente
atractiva, -se levantó y se puso frente al vanir.
-Comida
y un buen refugio... ¿Cuándo nos vamos?
VII
-¿De
verdad vamos a viajar en “eso”? -dijo Jemal al ver el vehículo.
Rodyr
y Bérdem observaban divertidos las caras de los mercenarios desde el
pescante del carro tirado por cuatro percherones.
-Venga
chicos, todos arriba, en peores situaciones nos hemos visto -exclamó
Asha subiendo al carro.
Los
demás la imitaron y se acomodaron lo mejor que pudieron.
Durante
la primera etapa de la jornada permanecieron todos en silencio,
sumidos en sus propios pensamientos. Este hecho preocupo a Arex, si
no empezaban a interactuar no podría formar un grupo cohesionado y
eso sería un problema a la hora de actuar en equipo. Se lo comentó
a Hajib.
-Acabamos
de salir, dales tiempo. -respondió el somorio. -Tenemos tres
jornadas por delante antes de llegar a la aldea. Seguro que surge
algo que los una.
Pararon
a comer algo a mitad de jornada y luego continuaron su camino. El
paisaje desértico era monótono, un mar de arena donde las dunas
substituían a las olas.
Llevaban
un par de horas de camino tras la comida cuando Jemal se puso en pie,
mirando fijamente a un punto determinado.
-Parad
este trasto, chicos -dijo dirigiéndose a los granjeros. -Creo que he
visto algo interesante.
Rodyr,
que llevaba las riendas, detuvo a las bestias. El joven aristano
revolvió entre unas herramientas que estaban en el suelo del carro y
sacó una larga horquilla de tres puntas.
-Ahora
vengo chicos -dijo saltando del carro.
Se
dirigió a una de las dunas y se quedó observando el suelo con el
tridente en alto. Estuvo así, sin mover un músculo, durante un par
de minutos cuando, de pronto, ante la mirada curiosa de sus
compañeros, lanzó el tridente contra la arena, el cual se hundió
hasta la mitad de su longitud. Cuando lo sacó tenía ensartado un
lagarto de aproximadamente un metro de largo y unos treinta
centímetros de diámetro que se retorcía espasmódicamente.
-Ya
tenemos cena, chicos -dijo mientras volvía al carro.
-¿Esa
cosa es comestible? -preguntó Muravo.
-Es
un lagarto de las arenas -respondió Bérdem. -Si sabes como
cocinarlo es un auténtico manjar.
-Pues
espero que sepáis cocinarlo.
-------
A
la hora de la cena, reunidos alrededor de una fogata, comprobaron
que, efectivamente, el lagarto era uno de los platos más deliciosos
que habían probado. Al poco rato, entre risas y algunas copas del
fuerte aguardiente local, se intercambiaban anécdotas y chistes.
-Ahora
empezamos a ser un equipo -le dijo Arex a su compañero.
-Te
lo dije -respondió.
VIII
Llegaron
al poblado al finalizar la tercera jornada.
Se
trataba de dos docenas de casas bajas, muy parecidas a las de La
Loma. Estas se arracimaban pegadas a la falda de de la montaña.
Detrás de las viviendas podían verse diversas cuevas que se usaban
como almacenes. Las calles estaban desiertas, no se oía nada ni a
nadie.
-¿Donde
están todos? -preguntó Jemal.
-No
lo entiendo -respondió Bérdem. -Deberían estar todos aquí.
Rodyr
bajó del pescante de un salto y se puso a llamar a voces.
-¡Jaro!,
¡Laida!, ¡Torás! ¿Donde os habéis metido? Berdem y yo hemos
traído a unos amigos que nos ayudarán a enfrentarnos a esos
bandidos.
Mientras
tanto, los demás se apearon del carro.
-¿Qué
diablos está pasando aquí? -preguntó Arex bastante mosqueado.
-Tendréis
que perdonarles -dijo Bérdem con aspecto avergonzado. -Son unos
timoratos. Tienen miedo de todo y de todos.
-Pero
nosotros estamos aquí para ayudarles. ¿Porqué se comportan así?
De
pronto se escuchó un fuerte sonido de campanas.
“Nang,
nang, nang...”
Los
aldeanos salieron a la carrera reuniéndose en el punto donde les
esperaban los mercenarios.
-¿Qué
pasa? -preguntó uno de ellos. -¿Quién está tocando la alarma?
-¡He
sido yo!
Todos
se volvieron hacia el origen de la voz. Encima de una atalaya,
apoyado en la campana que había alarmado a todos, se encontraba
Jemal.
-¡Hola
a todos! -dijo encarándose a los aldeanos. -¡Gracias por vuestra
cordial bienvenida! Queríais ayuda para libraros de esos bandidos.
Bueno, pues aquí estamos mis amigos y yo. Espero que demostréis que
vale la pena el esfuerzo de luchar por vosotros. Y ahora que ya nos
conocemos...podéis volver a vuestras casas. ¡Largaros! Sacad
vuestras feas caras de mi vista.
Mientras
los aldeanos regresaban a sus hogares con la cabeza gacha, Jemal bajó
de la atalaya. Los demás apenas podían aguantar la risa.
-Malditos
aldeanos -dijo Jemal cuando llegó al lado de los otros. -¡Les odio!
-Claro
que les odias -respondió Arex. -Eres uno de ellos.
-Si,
es cierto, vengo de una aldea muy parecida a esta. Pero no es culpa
suya el ser así, es culpa de gente como...
-De
gente como nosotros -dijo Arex acabando la frase del aristano.
-Si.
Gente armada, que campa por sus anchas y les vuelven asustadizos y
antisociales. Por eso me fui. Prefiero ser uno de los que asustan
antes que vivir siempre con miedo.
-Es
comprensible.
-Mañana
por la mañana, a la luz del sol, les veréis de otro carácter -Dijo
Bérdem. -Ahora, si me acompañáis, os mostraré vuestros
alojamientos. Podréis cenar un plato caliente y dormir en una cama
confortable.
IX
Dos
días después, Arex ya tenía a todos los habitantes de la aldea
organizando las defensas. El y Hajib contemplaban los resultados
desde un altozano.
-Lo
primero que verán esos bandidos cuando vuelvan por aquí será esa
zanja -dijo el somorio.
-Un
proyecto de alcantarillado -respondió Arex.
-Ya.
Después se fijarán en que los muros que rodean la aldea son ahora
un metro más altos.
-Reformas
municipales.
-¿De
verdad crees que todo eso los parará?
-Hombre,
algo ayuda. Además, mantiene a toda la aldea ocupada, no les da
tiempo a tener miedo.
-Si
tú lo dices...
-Anda,
vamos a ayudar.
------------
Vania
y los dos aldeanos que le ayudaban a levantar uno de los muros se
tomaron un descanso.
-Son
muy astutos esos bandidos -dijo.
Vania,
al igual que Asha, también creía que había algo oculto tras esa
misión. No podía creer que los otros arriesgaran la vida por tan
poco. Asha, finalmente se convenció de que Arex y Hajib actuaban
altruisticamente, pero Vania aún no estaba convencida.
-¿Porqué
lo dice señora?
-¿Cómo
creéis que se enteraron de esa mina de oro?
-¿Mina
de oro? ¿Qué mina de oro?
-La
que hay escondida en esas montañas.
-¿En
nuestra montaña? Nunca hemos tenido minas de oro por aquí, señora.
-Bueno,
ahora que pienso... Tal vez no era de oro, tal vez era de plata o
cobre.
-No
hay minas en esas montañas, señora. Nunca las hubo.
-¿Seguro?
-Seguro.
Vania
hizo un gesto de disgusto.
-¿Donde
ha oído eso de las minas, señora?
-Mmmfff.
Venga chicos, a trabajar, este muro no se va a levantar solo.
-----------
Vania
dejó lo que estaba haciendo y se acercó a Arex.
-Oye
le dijo señalando disimuladamente a una colina cercana. -¿Tú crees
que habrá uno de los bandidos debajo de ese sombrero?
El
vanir miró disimuladamente al punto que le señalaba su compatriota.
-Un
explorador.... y donde hay uno pueden haber dos o tres. Ve para allá
y llévate a Tiberius. Y procurad coger a uno vivo.
X
Vania
y Tiberius dieron un rodeo y subieron la colina por la vertiente
opuesta a la aldea. Avanzaban agachados, procurando ocultarse entre
la escasa vegetación. Cuando llegaron al lugar donde vieron al
observador no había nadie, pero vieron tres caballos atados a un
árbol.
Los
dos guerreros intercambiaron sendas miradas interrogativas.
Finalmente, Vania le hizo una seña a su compañero para que
permaneciera oculto y ella se sentó en el suelo, apoyando la espalda
en un árbol muy cerca de los caballos y fingió dormir.
Pasaron
un par de minutos cuando Tiberius escuchó el crujido de una rama a
su espalda. En una fracción de segundo ya había desenvainado su
espada y se había vuelto hacia la dirección del sonido
encontrándose frente a dos hombres que ya estaban desenvainando sus
armas. Atacó sin pensarlo y destripó a los dos individuos.
Vania
se levantó de un salto al oír el sonido de la lucha y desenvainó a
su vez. Tiberius salió de su escondrijo haciéndole comprender a la
mujer por señas que no había podido evitarlo.
En
ese momento, el tercer bandido apareció de repente, montó uno de
los caballos y salió disparado.
-Mierda,
se escapa -gruñó Tiberius.
-No
-respondió la vanir.
Cogió
el arco de uno de los bandidos muertos por Tiberius, apuntó y
disparó. A pesar de la gran distancia que los separaba, el hombre
cayó y el caballo siguió su camino perdiéndose en la distancia.
-Buen
tiro -dijo Tiberius.
-Malísimo
-respondió Vania. -Yo apuntaba al caballo.
Poco
después, Vania y Tiberius, aparecían en la aldea montados en los
caballos, traían con ellos las armas de los exploradores. Le
contaron a Arex lo sucedido.
-Está
bien, no pasa nada. Si han enviado a estos tres es que aún están
bastante lejos. Tenemos tiempo de terminar las defensas y entrenar a
algunos aldeanos en el uso de esas armas.
El vanir fue a hablar con Rodyr y Bérdem y les contó lo sucedido.
-...Es
probable que, al ver que no vuelven esos hombres, el jefe de esa
banda se imagine algo de lo sucedido. Eso acelerará su regreso. Así
que escoge a tres vecinos que sean espabilados y les enseñaremos a
usar las armas de esos cerdos. Y los demás que se den prisa en
levantar esos muros. El momento se acerca, avisad a todos.
Acto
seguido se reunió nuevamente con Vania y Tiberius para inspeccionar
las armas que habían pertenecido a los bandidos. Todos ellos
llevaban espadas de acero herconiano.
-Supongo
que si estos tres llevaban la misma arma todos los otros también la
usarán.
-Seguramente
las adquirieron de alguna partida de contrabando -dijo Tiberius. -Son
muy raras por estos barrios.
-Lo
que sea. Procuremos darles buen uso.
XI
Aquella
noche los aldeanos organizaron una fiesta para celebrar su pequeña
victoria. Después de todo, eran tres bandidos menos de los que
preocuparse. Hubo música y bailes y el aguardiente se sirvió en
abundancia. En un momento dado, Tiberius se acercó a Arex.
-Oye,
¿tú conoces bien a Vania?
-No,
la conocí en La Loma.
-¿Sabes
porqué me mira de esa forma? No me ha quitado el ojo de encima en
toda la noche.
-No
tienes experiencia con mujeres vanires ¿verdad?
-Lo
cierto es que no.
-Te
está midiendo.
-¿Cómo
dices?
-Se
pregunta si aguantarías mucho rato con ella.
-¿Aguantar
qué?
-En
la cama.
-Bromeas.
-En
absoluto. Y te advierto, una vanir nunca acepta un no por respuesta.
-¡Diablos!
-Tranquilo,
si quieres, hablaré con ella, para que no sea demasiado brusca.
-¿Brusca?
-Las
mujeres de mi tierra son muy pasionales. ¿Sabias que en los
matrimonios vanires es de mal augurio si en la noche de bodas no hay
algún hueso roto o dislocado?
-Me
estás tomando el pelo.
-No,
lo digo en serio. Espero que estés en buena forma amigo.
-¡En
buena forma, dice!
-Y
hablando del tema, creo que voy a retirarme, Asha parece impaciente
por ir a la cama. ¡Suerte con Vania, amigo!
Dejando
al herconiano con la boca abierta, Arex se levantó y se dirigió a
su habitación siendo seguido prontamente por Asha.
Tiberius
miró a Vania, que seguía observándole fijamente. Al ver que él le
devolvía la mirada, la mujer se pasó la lengua por los labios de
forma obscena.
“Diablos,
¿porqué no?” pensó él. Se bebió el vaso de aguardiente de un
trago, le lanzó una sonrisa sugerente a la mujer y se dirigió a su
habitación. Antes de abandonar el comedor vio como ella se levantaba
y le seguía.
Mientras
tanto, Jemal se disponía a pasar también una noche agradable con
una de las jóvenes locales. El padre de la muchacha se percató de
ello y se puso en pie para impedirlo, pero Muravo, que estaba al
lado, le obligó a sentarse de nuevo.
-Déjalos
-le dijo. -Son jóvenes y podrían morir dentro de un par de días.
Se merecen disfrutar un poco.
-Pero...
-¿De
qué te sirve la honra cuando corres el riesgo de perder la vida?
XII
Al
día siguiente, durante el desayuno, Arex sonrió al ver a Vania y
Tiberius sentados juntos. La vanir parecía satisfecha, el hombre
estaba un poco magullado, pero parecía seguir en buena forma.
También Jemal parecía disfrutar con las atenciones de las que era
objeto por parte de la jovencita que estaba sirviendo la comida y que
ya llenaba su plato por tercera vez.
-Parece
que ha sido un buena noche para todos -le dijo a Asha.
-Si
-respondió ella sonriendo. -Eso parece.
---------
Después
del desayuno, Arex estaba dando una vuelta por la aldea,
inspeccionando las reformas que habían llevado a cabo para la
defensa.
-¡Ya
están aquí!
Se
volvió hacia la voz y vio a uno de los aldeanos que había puesto
como vigía.
-¡Ya
están aquí! -repitió el hombre cuando llegó a la altura de Arex.
-Están como a unos veinte minutos del poblado.
-Bien,
avisa a los demás y refugiaros -respondió mientras sus compañeros
se reunían con él. -Y di a los hombres que tienen las armas que
estén atentos por si tienen que intervenir.
-Parece
que ha llegado el momento de ganarse las habichuelas -dijo Jemal.
-Eso
parece. Id a vuestros puestos.
Todos
se movieron rápidamente para ocupar los puestos estratégicos que
Arex les había asignado.
El
vanir aflojó su arma en la vaina, siendo imitado por Hajib y Jemal,
que seguían a su lado. Los tres se situaron en la plaza de la aldea,
de cara al camino por el que llegarían los bandidos.
-Bien,
chicos, vamos a darles una buena bienvenida.
XIII
Para
entrar en la aldea los bandidos tuvieron que rodear los nuevos muros,
de modo que lo hicieron justo por donde los defensores habían
planeado.
Entraron
en tropel, montados en sus caballos. Cuando llegaron a la altura del
trío que les esperaba se detuvieron.
-Debí
haberlo supuesto cuando mis hombres no volvieron -dijo el que parecía
el jefe. -¿A cuantos de vosotros han contratado?
-Los
suficientes -respondió Arex.
El
jefe miró a su alrededor.
-Veo
un par de muros nuevos.
-Hay
muchos muros nuevos.
-No
van a impedirme entrar.
-Son
para impedirte salir.
-¿Habéis
oído? ¡Estamos rodeados! Los cuarenta. Por esos tres. Porque no
pueden haber pagado a más.
-En
grupo salimos más baratos -dijo Vania apareciendo junto a Tiberius
sobre un tejado.
-Cinco.
Pero aunque seáis cinco no nos daréis mucho trabajo.
-Cuenta
bien amigo -dijo Muravo apareciendo en otro tejado junto a Asha.
-¡Siete!
Bueno, aún no habéis resuelto mi problema.
-Nosotros
no resolvemos problemas -dijo Arex.
-Los
eliminamos -añadió Hajib.
-¿Y
qué se supone que debo hacer yo ahora?
-Debes
largarte.
-¡Generosidad!
-dijo mirando a sus hombres. -Ese fue mi error. Les dejo lo
suficiente para que puedan subsistir y ellos me lo pagan así,
contratando mercenarios para enfrentarme. Y ahora me dicen que me
largue. ¡A mi!
Hajib
vio por el rabillo del ojo como uno de los bandidos que se había
situado a su derecha desenvainaba su arma. Él fue más rápido, le
lanzó su puñal y el hombre cayó. En ese momento se desató el
infierno. Los siete amigos buscaron refugio y empezaron a disparar
con los arcos que tenían escondidos.
La
ventaja numérica de los bandidos se convirtió en desventaja.
Montados en sus caballos y dificultados por los nuevos muros
construidos por orden de Arex, no pudieron maniobrar con la
suficiente rapidez. Tropezaban unos con otros en su afán de huir de
los dardos de los defensores. Respondieron a las flechas de los
mercenarios, pero estos estaban bien cubiertos y podían disparar a
placer. La batalla duró solo un par de minutos, tras los cuales los
bandidos emprendieron la retirada. El resultado fue de doce bandidos
muertos. Los mercenarios resultaron ilesos.
-¡Lo
conseguimos! Gritó Rodyr.
-No
te entusiasmes -dijo Arex. -Volverán.
XIV
Dos
días después, de madrugada, Arex despertó instintivamente al notar
que Asha y él no estaban solos. El jefe de los bandidos y tres
hombres más estaban rodeándoles con las armas en la mano. Notó que
ella hacía un gesto agresivo y la detuvo.
-Ahora
no -le dijo. -Ahora tienen toda la ventaja.
-De
momento -respondió ella.
-Vestiros
-ordenó el jefe.
Arex
observó que uno de los hombres tenía sus armas, así que se limitó
a obedecer la orden. Cuando estuvieron vestidos salieron al exterior
donde les esperaban los demás rodeados por la banda.
-¿Cómo
conseguisteis entrar?
-Tú
no conoces a esta gente tan bien como yo. Son unas ratas cobardes.
Uno de los que dejaste de guardia nos dejó pasar. Solo tuve que
amenazarle y se meó encima.
-¿Y
ahora qué?
-¿Ahora
qué? Ahora, os llevaremos a las afueras. Cuando estemos a varios
kilómetros os devolveré vuestras armas y os dejaré marchar.
Incluso os daré un caballo de mis hombres caídos a cada uno para
que podáis ir a donde queráis.
-¿Y
a qué se debe tanta generosidad? ¿Porqué no matarnos aquí mismo?
-Verás...
Podría matar a todos los de la aldea y no habría consecuencias.
Pero con vosotros es distinto. Si os mato a todos y trasciende, no
tardaría en tener a las milicias detrás mio incluso los keishanos
podrían enviar a alguien. No, me sale más a cuenta dejaros marchar.
Basta de explicaciones. En marcha.
Los
siete montaron en los caballos que habían seleccionado para ellos y,
rodeados por los bandidos salieron de la aldea.
Varios
kilómetros después, el jefe dio la orden de detenerse. El bandido
que llevaba sus armas las arrojó al suelo.
-Aquí
nos despedimos.
-¿Qué
pasará con los aldeanos? -preguntó Jemal.
-Ya
no tienes que preocuparte por ellos, ahora son cosa mía. ¡Adiós!
Dio
media vuelta y se alejó en dirección a la aldea seguido por sus
hombres.
Los
siete descabalgaron y recuperaron sus armas.
-Yo
no se vosotros -dijo Asha. -Pero a mi, nadie me quita mi arma y me
obliga a huir.
-Tampoco
a mi -dijo Muravo.
-Tranquilos
-dijo Arex. -No dejaremos solos a esa gente.
-¿Pensáis
volver? -intervino Vania. -¿Por la miseria que nos pagan? Estáis
locos.
-Nadie
te obliga a venir -respondió el vanir. -Puedes marcharte si quieres.
-Puede
contar con ello. ¿Alguien viene conmigo? ¿No? ¡Locos!
Vania
montó en su caballo y se largó.
-¿Alguien
más quiere irse? -preguntó Arex.
Todos
negaron con la cabeza.
-Bien.
Esta noche les daremos a esa chusma una sorpresa.
XV
Al
ocaso se acercaron a la aldea, dejaron sus caballos a una distancia
prudencial y continuaron a pie. Al llegar vieron a uno de los
bandidos haciendo guardia frente al muro exterior.
-Yo
me encargo -dijo Hajib.
Dio
un rodeo acercándose al hombre por la espalda y le apuñaló. Los
demás se reunieron con él y se internaron en la aldea. Vieron a
varios bandidos durmiendo en el exterior y empezaron a disparar sus
arcos contra ellos.
A
causa del ruido consecuente, los que estaban en el interior de las
viviendas empezaron a salir con las armas en la mano.
Los
seis mercenarios buscaron algún parapeto y siguieron disparando.
Pero
esta vez los bandidos iban a pie, por lo que tenían más movilidad.
Arex se dio cuenta de que no tardarían en tener sus propias bajas.
Escuchó
un ruido a su espalda y se volvió de repente para ver a uno de los
bandidos que se le había acercado peligrosamente, pero antes de que
pudiera reaccionar el hombre cayó con una flecha atravesada en el
cuello.
-Deberías
estar más atento, pelirrojo -dijo Vania apareciendo de pronto tras
uno de los muros. La mujer salió a espacio descubierto para
acercarse a él, pero fue alcanzada por una flecha de los bandidos.
-¡Vania!
Mientras
el vanir se acercaba a la amiga caída, Tiberius, que había sido
testigo del hecho, salió de su escondite y empezó a dar estocadas a
diestro y siniestro acabando con la vida de varios bandidos.
-¡Malditos,
lo pagaréis!
No
tardó a ser alcanzado a su vez y cayó, quedando inmóvil en el
suelo. Pero su acción permitió a Arex llegar junto a Vania y
arrastrarla al interior de una de las viviendas. La mujer seguía
viva, pero tras ver su herida, Arex comprendió que no duraría
mucho.
-Sabia
que no nos abandonarías -dijo.
-¡Arex!
No dejes que muera como una estúpida. Dime que había algo más que
esta miserable aldea.
-Tenías
razón -respondió él.
-¿De
qué se trata?
-Pronto
pasará por aquí un convoy del ejército cargado con oro, está
destinado a pagar a la patrullas que operan en la frontera.
-¿Cuanto?
-Diez
mil monedas.
-¿Cuanto
me habría tocado?
-A
dividir entre siete...haz las cuentas.
-Maldita
sea, que mala suerte.
Vania
sonrió a su compatriota y murió.
Arex,
levantó la mirada al cielo y de su garganta salió un terrible
aullido.
----
-¿Qué
ha sido eso? -preguntó Hajib.
-Vania
ha muerto -respondió Asha.
-¿Vania?
¿No se había largado?
-Un
vanir nunca huye de la batalla. Venguémosla.
-De
acuerdo.
Salieron
de su escondite sembrando muerte con sus espadas.
--------
En
el otro extremo de la aldea Jemal y Murabo se habían parapetado
juntos.
-¿Qué
es eso? -exclamó el aristano.
Murabo
miró hacia el punto que señalaba su compañero. Un niño de unos
siete años se acurrucaba tras un muro temblando de miedo.
-¿Qué
diablos hace ese crio ahí fuera? -dijo el keishano.
Se
miraron uno al otro.
-Cúbreme
-dijo Murabo.
Salió
al descubierto hacia donde estaba el crio mientras Jemal no dejaba de
disparar sus flechas como un loco de un lado a otro. Cuando llegó
junto a él, Murabo se dio cuenta de que el pequeño estaba
paralizado por el terror. Cogió al niño en brazos y miró hacia
donde estaba Jemal.
El
aristano levanto el pulgar y siguió disparando
Murabo
salió a la carrera hacia una de las viviendas. Faltaban solo unos
pocos metros para llegar cuando fue alcanzado por la espalda. Cayó
boca abajo, soltando al pequeño.
-Corre
-le dijo. -Métete dentro y no salgas.
Giró
sobre si mismo para quedar boca arriba.
-¡Mierda!
-dijo.
Miró
hacia donde estaba Jemal y vio que el aristano también había caído.
-¡Mierda!
-repitió antes de morir.
--------
Arex
ya había perdido la cuenta de los bandidos a los que había
liquidado. De pronto vio al jefe que salía corriendo de una de las
viviendas, montaba en uno de los caballos y huía.
Cogió
otro caballo y fue tras él. Cuando salieron a campo abierto sacó su
arco, apuntó, disparó y tuvo la satisfacción de ver caer al
bandido. Se acercó a él y comprobó que aun seguía vivo.
-¡Habéis
vuelto! -dijo el bandido. -Os habéis jugado la vida por esos
miserables... ¿Porqué?
-Nunca
lo entenderías -respondió.
El
hombre pareció que iba a decir algo, pero murió antes de pronunciar
una sílaba,
Arex
miró hacia la aldea, un silencio sepulcral reinaba en el ambiente.
Regresó
al interior del poblado. Todos los bandidos estaban muertos. De su
grupo, aparte de él, solo Asha y Hajib habían sobrevivido. Ambos
estaban ilesos. Los tres se miraron en silencio.
-Ahora
si -dijo Arex. -Ahora, por fin, hemos terminado el trabajo.
EPÍLOGO
Asha,
Hajib y Arex, montados en sus caballos, estaban en un altozano desde
el que se divisaba toda la aldea, se encontraban frente a las tumbas
de sus compañeros.
Permanecieron
en silencio varios minutos, honrando la memoria de los caídos,
después se volvieron y miraron hacia la aldea que habían protegido.
Los
aldeanos estaban saliendo de sus casas y se dirigían hacia los
campos de cultivo.
-¿Y
ahora qué? -preguntó Hajib.
-Volvamos
a La Loma -respondió Arex. -Y de allí, volvamos a la civilización.
-¿De
vuelta a casa?
-De
vuelta a la aventura.
Echaron
una última mirada a la aldea. Sus habitantes habían desaparecido.
Reinaba la calma después de la tormenta. Sin decir una palabra más,
arrearon a los caballos y emprendieron el camino de regreso.
FIN
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