viernes, 27 de abril de 2012

Desaparición



                                                                          I
Todo ha empezado esta mañana. Acababa de salir de la ducha cuando llamaron a la puerta. Al abrir, me encontré con un tipo bajito, medio calvo y con un fino bigotito. Iba vestido con un pulcro traje de color gris marengo y sostenía una carpeta en sus manos.

-¿El sr. Andrés Alcántara?-preguntó.

-Yo mismo.

-Soy agente del MIHACE, vengo a traerle una notificación.

-¿MIHACE? Nunca he oído hablar de tal entidad.

-Es un organismo nuevo. Se trata de la fusión de los departamentos de Hacienda y del Censo. El gobierno los ha fusionado en uno solo para poder solucionar casos como el suyo.

-No entiendo...

-¿Me permite pasar? Será más fácil para ambos si le entrego este comunicado mientras estamos sentados.

-¡Claro! Por favor, pase, pase...

---------------------

-¿Qué ha querido decir con “casos como el mio”?-pregunté una vez nos encontramos sentados en el salón.

-Verá, hemos comprobado que lleva usted muchos años sin pagar sus impuestos. El total acumulado, junto a los intereses pertinentes, se eleva a una cantidad que usted no puede pagar. Lo hemos comprobado, aún vaciando sus cuentas y vendiendo todas sus pertenencias, no cubre usted mas que los dos tercios del total.

-¿Y que van a hacer, llevarme a la cárcel?

-¿La cárcel? No. Eso supondría que el estado tendría que mantenerlo. Y, francamente, ya nos ha costado usted bastante dinero.

-¿Entonces...?

-Nos limitaremos a denegarle todos los derechos de ciudadano. Usted a sido borrado del censo y de cualquier entidad con la que mantenga o haya mantenido relaciones. Todo en carácter retroactivo. En pocas palabras: Oficialmente usted no existe, ni ha existido nunca.

-¡Pero esto es muy grave! ¿No hay otra manera de solucionarlo?

Entonces, el tipo me dio un sobre que sacó de su carpeta.

-Aquí tiene usted el documento donde se le comunica la pérdida de sus derechos y las gestiones que tiene que hacer para recuperarlos.

Cogí el sobre que me tendía el hombrecillo sin saber que decir, estaba anonadado por lo que me había comunicado.

-Ahora, si me disculpa, tengo otros documentos que entregar y el tiempo se me echa encima.

Le acompañe hasta la puerta y vi como desaparecía tras la puerta del ascensor.


                                                                                 II

Jordi Rius, estaba sentado tranquilamente en el bar, tomando una cerveza, cuando ese tipo se sentó frente a él en la mesa, con su vaso de whisky con hielo en la mano y empezó a contarle su historia. Al principio, le fastidió, no soportaba a esos borrachos que se ponen a contarle sus penas al primero que pillan, pero lo cierto es que su historia empezaba a fascinarle. Por eso cuando el hombre se calló y se quedó ensimismado contemplando como el hielo se fundía en la bebida, preguntó:

-¿Y qué hizo usted entonces?

El otro levantó la cabeza de golpe, como si se acabara de despertar de sopetón.

-Dejé el sobre encima de la mesita del salón y me marché, ya llegaba tarde al trabajo. Pensé que ya me lo leería con calma al volver a casa. No me imaginaba el grave error que cometía...

Lo primero que hice, antes de coger el autobús que me llevaría a la oficina, fue pasar por el cajero automático para sacar algo de dinero. Ahí empezaron mis desventuras...

Una vez introducida la tarjeta y tecleado mi número secreto, apareció un mensaje en la pantalla donde se me comunicaba que mi tarjeta no era válida y quedaba confiscada. Entré en la sucursal y me dirigí a la caja. Laura, la simpática cajera, me atendió con una sonrisa y me preguntó en que podía ayudarme. Le conté lo que había sucedido y me pidió la libreta.

-No la llevo encima, no podía saber que la necesitaría.

-¿Me permite su D.N.I.?

Se lo di y ella empezó a teclear en su ordenador.

-Lo siento mucho, sr. Alcántara, pero no consta en ningún lado que tenga usted cuenta en nuestra entidad.

-¡Pero eso es imposible- dije anonadado.- Llevo gestionando todas mis transacciones a través de esta sucursal desde hace quince años! Usted misma me ha atendido en numerosas ocasiones.

-Lo lamento, señor, pero no recuerdo haberle visto en mi vida.

-Por favor, dígale al sr. Gutierrez que quiero verle enseguida.

Diego Gutierrez, el director de la sucursal al que conocía desde que ocupó su puesto hace ya nueve años, no solo confirmó lo que me había dicho Laura, sino que también afirmó no haberme visto en su vida. Grité, supliqué y clamé a las más altas instancias pero todo fue inútil, tuve que salir de allí tras la amenaza de Gutierrez de llamar a la policía si persistía en mi actitud.

Al salir miré mi reloj, era tardísimo, no llegaría a tiempo a la oficina. Eché mano del móvil para avisar que llegaría tarde, pero tras marcar el numero una voz pregrabada me anunció que el número desde el que llamaba no estaba registrado. En ese momento me acorde de lo que me dijo el agente del MIHACE: “Oficialmente, usted no existe ni ha existido nunca”. Nunca pensé que pudieran llegar tan lejos. ¿Como diablos lo habían hecho?

Subí al autobús y al abrir la cartera para sacar el abono vi que mi carnet de identidad había desaparecido. No podía ser, una cosa es que te hagan desaparecer administrativamente, y otra, que consiguieran hacer desaparecer objetos físicos como si nunca hubieran existido. Entonces recordé que había sacado el carnet en la sucursal y supuse que lo había extraviado allí, todo y que estaba seguro de haberlo devuelto a mi cartera.

Cuando bajé del bus, busqué una cabina y llamé a la sucursal. Ni siquiera recordaban que hubiera pasado por allí hacía escasamente cuarenta y cinco minutos.

Le aseguro que ya no sabía que pensar, pero mi sorpresa fue en aumento cuando al entrar en el edificio donde estaba mi oficina, Fermín, el portero, me espetó:

-Disculpe, señor. ¿A donde se dirige?

-¿Y a donde quiere que vaya? A Hiperión Ltd.

-¿Tiene usted cita?

-¡Por Dios, Fermín! ¿Es que no me conoce?

-No recuerdo haberle visto nunca por aquí.

-¡Pero si llevo siete años trabajando en Hiperión y pasando cada día frente a su portería!

Fue inútil, se repitió la situación de la sucursal y una vez más tuve que salir de allí bajo la amenaza de Fermín de llamar a la policía. La mano del MIHACE era más larga de lo que jamás pudiera haber imaginado.

-¡Claro!- pensé- El sobre que me dio el hombrecillo, seguro que allí se me explicaba como salir de ese embrollo.

                                                                 III

Cuando llegué a la puerta de mi piso comprobé alucinado que mi llave no encajaba en la cerradura. Frustrado,di un puñetazo a la puerta y cual fue mi sorpresa cuando esta se abrió y me encontré frente a frente con un tipo mal encarado.

-¿Que coño esta pasando aquí, a que vienen esos golpes?

-¿Quien es usted y que está haciendo en mi casa?

-¿Su casa? Esta es MI casa. Llevo viviendo aquí más de veinte años.

Nuevas amenazas de llamar a la policía me hicieron salir de allí a toda prisa, pero no sin antes comprobar que realmente no me había confundido de piso ni de finca. Debí andar sin rumbo fijo durante casi una hora, la cabeza me daba vueltas como si estuviera borracho. ¿Como lo hacían, como podían borrar la existencia de alguien de esa manera? Tenía que haber alguna constancia de mi existencia en alguna parte, tenía que haber alguien que me recordara.

¡Eso era! Busqué una cabina y llamé a Ana, mi prometida.

-¿Diga?-oí la voz de mi amada.

-Ana, soy Andrés.

-Hola cariño.

¡Me recordaba!

-Ana, necesito verte inmediatamente. ¿Estarás en casa?

-Claro. ¿Que sucede? Te noto raro.

-Te lo contaré cuando llegue, no te preocupes, estoy bien.

Colgué y salí pitando a casa de Ana. Cuando llamé a su puerta ella abrió con la cadena de seguridad puesta.

-¿Que desea?-preguntó.

Se me cayó el alma a los pies.

-¿Es que no me reconoces?

-No. ¿Debería?

-Acabamos de hablar por teléfono.

-No he hablado con nadie en toda la mañana.

Salí corriendo y al llegar a la calle vomité en la acera, estaba mareado, confundido, ¿Como podía estar pasándome eso? ¿Es que nadie me recordaba ya? Tenía que haber alguien que... ¡Mamá...!

Busqué otra cabina y llamé a mi madre. Reconocí su voz enseguida.

-¿Diga?

-Soy yo, mamá, Andrés.

-¿Quién?

-Andrés. Tu hijo.

-¿Que es esto? ¿Alguna broma de esas que hacen por la radio?

-No es ninguna broma...yo...

-Oiga, no se quien es usted, pero no es mi hijo, eso seguro. Yo no tengo hijos.

Colgó. No se cuanto tiempo permanecí inmóvil dentro de la cabina, incapaz de reaccionar hasta que una anciana empezó a dar golpes a la misma con su bastón exigiendo que dejara libre el artefacto.

He estado todo el día dando vueltas por la ciudad, andando sin rumbo fijo, sin prestar apenas atención a mi alrededor, con la mirada perdida, como un zombie. Hasta que he pasado frente a la tienda de electrónica que hay al lado de este bar.

                                                                 IV

-¿Qué pasó entonces?-preguntó Jordi Rius al desconocido cuando este se sumió nuevamente en la contemplación de su vaso.

-¿Conoce la tienda?

-Si.

-Entonces sabrá que en el escaparate hay una gran pantalla de televisión. Una pantalla plana, de esas modernas. Una pantalla enorme que está conectada a una cámara enfocada a la calle, de modo que cualquiera que pase por delante, se verá reflejado en ella.

-Si, me he fijado.

-Pues bien, cuando he mirado la pantalla, he podido ver toda la calle, los coches y los peatones que pasaban, árboles, edificios, todo...todo excepto a mi. Yo no aparecía en la pantalla. No lo he podido resistir. Así que he entrado aquí dispuesto a agarrar la borrachera más grande de mi vida.

-Esa es una historia realmente increíble. Pero seguro que hay una explicación razonable para todo lo que le está pasando.

-¿Usted cree? ¿Se le ocurre alguna?

-Ahora mismo no.

-Ya.

-Le diré lo que haremos. Yo me voy un momento al baño, esta es ya mi tercera cerveza y estoy empezando a sentir los efectos. Cuando salga pensaremos juntos en ello.

-Se lo agradezco infinito.

Jordi se levantó y entró en el baño. Estuvo orinando largo rato (tres cervezas dan para mucho) y cuando salió se encontró la mesa vacía. Llamó la atención al camarero.

-Pedro, ¿donde se ha metido el tipo que estaba conmigo?

-Mas vale que no bebas más por hoy, Jordi.

-¿Porqué lo dices?

-Has estado solo todo el rato.

-¿Queee? Entonces, ¿de quién es ese vaso de whisky a medio acabar que hay en la mesa?

-Vaya, no lo había visto. No sé de quien pueda ser.

-Que raro. Bueno, olvidalo y sírveme otra cerveza.

-¿Seguro?

-Estoy bien, no te preocupes. Seguramente me he quedado dormido y lo he soñado.

Jordi Rius volvió a sentarse en el mismo sitio mientras el camarero le servía otra cerveza y retiraba la vacía y el vaso con el whisky sin terminar. Bebió un largo sorbo y frunció el entrecejo.

-Que raro-se dijo-Debe de estar subiéndome la cerveza a la cabeza. Por mucho que me esfuerzo no consigo recordar que estaba haciendo antes de entrar en el baño.


                                                                     FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario