jueves, 16 de febrero de 2012

La Bestia

Corro a través del bosque a la máxima velocidad que me permiten mis agotadas extremidades. El esfuerzo hace que cada bocanada de aire me queme los pulmones como si estuviese respirando fuego líquido. Aún así, no me permito un instante de descanso.

Debo alejarme de mi gente, poner el máximo de terreno entre ellos y yo antes de que la bestia que se oculta en mi interior venza en nuestra pugna y salga a la superficie. Si eso sucediera mientras estoy entre los míos, la bestia podría causar estragos entre ellos.

Por eso sigo corriendo, ignorando el dolor de mis músculos mientras recuerdo las palabras de mi padre, de quien heredé la maldición.

-”Empezará cuando te conviertas en adulto. Entonces, cada luna llena, la bestia tomará el control. Debes estar lejos de los demás cuando eso suceda.”

Fue la última vez que lo vi. No se donde le llevó la bestia en aquella ocasión, pero lo cierto es que nunca más volvimos a verle.

También me contó lo que sucedió hace muchas generaciones, cuando el primero de mi familia que fue víctima de la maldición se transformó. Él no sabía entonces en lo que se convertiría, y sucedió cuando estaba entre los demás. Prefiero no recordar la descripción de los hechos que hizo mi padre, el daño causado a nuestra gente fue horrible.

Mi alocada carrera me lleva por fin a la linde del bosque, a la inmensa extensión de terreno descubierto de la pradera.

Solo entonces me permito detenerme. Miro al horizonte mientras el aliento sigue quemándome los pulmones y veo aparecer la pálida faz de la luna llena.

Y oigo el grito de la bestia.

Ya nada puede detenerla, así que me rindo en la lucha que mantengo por retenerla y dejo que tome el control.

El dolor es terrible, como si toda la carne de mi cuerpo se volviera del revés.

La suave pelambrera que cubre mi cuerpo desaparece casi en su totalidad, también desaparece mi cola y mi columna vertebral se endereza obligándome a permanecer sobre mis patas traseras cuyas articulaciones se invierten.

Mi morro se achata, mis colmillos desaparecen y mi lengua se estrecha. Ya no puedo aullar a la luna, solo puedo gritarle mi rabia y mi dolor.

Soy un lobo-hombre. Y esta noche, por primera vez en mi vida, he liberado a la bestia.

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