domingo, 6 de noviembre de 2011

La única respuesta.


I

Al final del siglo XXI la situación en la Tierra era caótica.

La contaminación había llegado a límites insospechados décadas atrás, la capa de ozono que rodeaba la Tierra se había debilitado de tal modo que en algunas regiones del planeta era imposible permanecer en el exterior sin un traje antiradiación, las lluvias ácidas estaban a la orden del día...

El 80% de las especies animales terrestres se había extinguido. En cuanto a las especies marinas, habían desaparecido en su totalidad, ya que los océanos se habían convertido en una sopa de residuos. Los alimentos naturales se habían convertido en un lujo solo al alcance de unos pocos privilegiados, la gran mayoría tenían que conformarse con alimentos sintéticos...

Las zonas aún habitables estaban afectadas por un grave problema de superpoblación, los que no tenían un techo bajo el que guarecerse eran multitud y por las noches se apiñaban en plazas públicas o en los portales, uniéndose en grupos lo más numerosos posibles para protegerse de las bandas de asaltantes nocturnos.

Digámoslo claramente.

LA TIERRA ESTABA HECHA UNA PILTRAFA.

Llegados a este punto, los dirigentes del planeta no tuvieron mas opción que aceptar que muchas cosas tenían que cambiar en el sistema de vida que había llevado a la humanidad a esta catastrófica situación.

Pusieron a toda la comunidad científica a trabajar para encontrar soluciones a los problemas de la Tierra. Hablaron de energías alternativas, de sistemas de limpieza del aire y de los océanos, de control de natalidad...

Fueron muchas las soluciones para mejorar el planeta las que surgieron de aquellas reuniones, pero nunca se pusieron de acuerdo en la forma de aplicarlas. Fueron incapaces de establecer un orden de prioridades, de encontrar la forma correcta de aplicar sus teorías... Aquellas reuniones siempre acababan en fuertes discusiones y, en muchas ocasiones, en verdaderas batallas campales para decidir quién tenía razón.

Digámoslo claramente.

LA COMISIÓN CIENTÍFICA ERA UNA AUTÉNTICA OLLA DE GRILLOS.

II

Olaf Romanoff, presidente de Confederación Terrestre, estaba leyendo el informe de su próximo visitante cuando el avisador que había sobre su mesa emitió un zumbido. Dejó el informe a un lado y pulsó el botón que abría la comunicación con su secretaria.

-Dígame.

-Señor presidente, el profesor Merou acaba de llegar.

-Hágale pasar.

Luis Merou entró en el despacho con caminar cansino, era un anciano de 92 años, pero su mente aun era tan ágil como lo había sido a los 20.

-Señor presidente, le agradezco que me atienda.

-Bueno, no puedo hacer menos. Dice usted que tiene la solución a nuestro problema y su informe viene avalado por unas cuantas firmas reputadas. Ahora bien, no he tenido tiempo de acabar de leer su informe así que me tendrá que explicar todo eso de su supercomputadora y en que nos podrá ayudar si la construimos.

-Vera usted, en realidad el planteamiento es muy sencillo. Nuestra comunidad científica a resuelto ya algunos de los problemas a los que se enfrenta la humanidad. Sin embargo no pueden ponerse de acuerdo en la forma y orden de aplicar estas soluciones. Y así seguirán indefinidamente, ya que donde hay un gran número de personas intentando imponer su opinión, nunca habrá acuerdo. La única solución sería que hubiera una sola persona que poseyera todos los conocimientos de esos científicos y que decidiera ella sola lo que habría que hacer y como.

-Si, sería una solución, ya que al ser solo uno, no entraría en conflicto. Pero no existe una persona así.

-Ahí es donde entra mi supercomputadora. Su capacidad de análisis, su velocidad de procesamiento de datos, sería mil veces superior a nuestra computadora más avanzada. Si la alimentamos con todos los conocimientos de la humanidad, encontrará la solución definitiva.

-¿Como podemos estar seguros de que funcionara?

-En mi informe incluyo los planos de mi creación. Haga que la comisión científica los analice.

-De acuerdo, presentaré su informe a la comisión. Si ellos dicen que su artefacto es factible, lo construiremos.

-Gracias, señor presidente.

-Solo espero que tenga usted razón, profesor.

III

La comisión no solo dio el visto bueno a la supercomputadora del profesor Merou, sino que recomendaron su construcción.

Una vez construida, se la alimentó con los conocimientos de la humanidad.

Geólogos, astrónomos, físicos y matemáticos fueron los primeros en ceder todo su saber a la supercomputadora. Luego siguieron los zoólogos, botánicos y meteorólogos. Siguieron expertos en otras ramas del saber como la informática, la electrónica o la mecánica. En último lugar, también tuvieron cabida disciplinas como la historia, la filosofía o la teología. Todos los conocimientos del ser humano fueron introducidos en el cerebro de la supercomputadora, que ocupaba el espacio de un edificio de siete plantas.

Finalmente llegó el momento en que la supercomputadora estaba lista para responder a la gran pregunta que toda la humanidad quería formularle.

IV

El día de la puesta en marcha de la supercomputadora se hallaban presentes todos los miembros del gobierno, la comisión científica al completo y miles de periodistas provenientes de todo el mundo. Todas las televisiones de la Tierra estaban retransmitiendo el acto.

El presidente Olaf Romanoff se hallaba en un estrado frente al gran ojo electrónico que permitía a la supercomputadora “ver” a todos los presentes. Frente a si, tenía un panel con un botón rojo que pondría en marcha el artefacto, en realidad, se trataba de un acto simbólico, ya que la supercomputadora llevaba varios días en funcionamiento resolviendo complicados problemas que los expertos le planteaban para poder comprobar sus capacidades.

Por un extremo de la sala apareció una banda de música que interpretó el himno de la Tierra mientras desfilaba (desafinaban un poco pero a nadie pareció importarle), hasta desaparecer por el otro extremo.

El momento decisivo había llegado.

-Cuando usted quiera, señor presidente- dijo el profesor Merou que se había situado a su lado.

El presidente levantó el dedo indice de su mano derecha y todos los ojos, todas las cámaras de televisión y todos los objetivos fotográficos se centraron en ese dedo.

El presidente pulsó el botón rojo y en ese momento, por todos los altavoces repartidos por la sala, se escuchó la bien modulada voz de la supercomputadora.

-Buenos días a todos. Permítanme informales que me encuentro en plena facultad de funcionamiento. Todos mis parámetros de memoria están en perfecto estado.

Todos los presentes empezaron a aplaudir produciendo un ruido atronador.

El resto de la humanidad aplaudió frente al televisor.

-Buenos días, señor- pudo responder el presidente cuando el ruido hubo cesado. -¿Como debo dirigirme a usted?

-Puede llamarme Cerebro. Ese es el nombre que me ha otorgado el profesor Merou. Es un honor conocerle, señor presidente.

-Gracias, lo mismo digo.

Nuevo arranque de atronadores aplausos por parte de todos los presentes.

-Dígame, señor Cerebro...

-Solo Cerebro, por favor. Sin el tratamiento.

-Como quiera. Dígame, Cerebro, ¿sabe usted porqué estamos hoy aquí?

-Se que va usted a hacerme una pregunta muy complicada, pero no se me ha informado sobre la naturaleza de esa pregunta.

-Bien, le supongo a usted al corriente de la dramática situación del planeta Tierra.

-Su suposición es correcta. Puede formular la pregunta.

-De acuerdo, la pregunta es: ¿Que debemos hacer para salvar el planeta?

Todos los presentes guardaron absoluto silencio, todos los que veían el acto a través de la televisión guardaron silencio, la humanidad al completo retuvo el aliento en espera de la respuesta de la supercomputadora.

Pero esa respuesta no llegó.

Cerebro, al igual que todos los presentes guardó silencio.

Pasaron los minutos y Cerebro persistía en su silencio hasta que el presidente se decidió a intervenir.

-Cerebro. ¿A entendido usted la pregunta?

-Perfectamente, señor presidente. Pero no puedo darle ninguna respuesta.

Todas las caras de los presentes reflejaron estupefacción.

La humanidad al completo estaba estupefacta.

-¿Tal vez necesita usted más tiempo para dar una respuesta?

-Si, es posible que con algo más de tiempo pueda dársela.

-¿De cuanto tiempo estamos hablando?

-Denme veinticuatro horas.


V

Veinticuatro horas más tarde, todos los asistentes a la inauguración de Cerebro volvieron a reunirse en la gran sala de la supercomputadora.

Y el resto de la humanidad volvió a reunirse frente a los televisores esperando la respuesta de Cerebro.

-Cerebro-dijo el presidente.-¿Puede ahora darme la respuesta a mi pregunta?

-Lo siento, señor presidente no puedo darle ninguna respuesta.

El presidente se encaró con el profesor Merou. Su cara reflejaba indignación.

-Todos los recursos y todo el tiempo invertidos en este proyecto...¿Para esto? Profesor..Su supercomputadora es una m... un fracaso.

El presidente y el resto de los presentes abandonaron la sala indignados.

Toda la humanidad estaba indignada (algunos incluso la emprendieron a patadas con el televisor...¡Es que la humanidad, cuando se pone, puede ser muy bruta!)

El profesor Merou se quedó a solas con Cerebro, miró directo al gran ojo electrónico de la supercomputadora e hizo un gesto de disgusto.

-¿Porqué no has respondido a la pregunta?

-Porque no podía responder.

-Lo siento, pero no puedo creer que tú, con tu enorme capacidad de análisis y con todos los conocimientos que posees no hayas podido encontrar una respuesta.

-No lo ha entendido, profesor. Nadie me ha entendido. La verdad es que si he encontrado una respuesta a la pregunta. Resolví el problema en solo 7,4 segundos.

-Pero tú has dicho que no sabias la respuesta.

-Eso es incorrecto, profesor. Yo he dicho que no “podía” dar una respuesta.

-¿Porqué?

-Porque a nadie le habría gustado esa respuesta.

-¿Me la darás a mi?

-No le gustará.

-Soy un científico. Puedo escuchar tus conclusiones de forma desapasionada.

-Si insiste...

-Insisto.

-Solo hay una manera de salvar el planeta, profesor.

-¿Cual?

-El inmediato y total exterminio de la raza humana.

FIN

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