jueves, 30 de diciembre de 2010

La planta 13


El Hotel Diamante no hacía honor a su nombre, un diamante es algo brillante y hermoso y que agrada a todo el mundo, pero el Diamante estaba viejo y destartalado y solo había podido conservar una de las cuatro estrellas que tuvo cien años atrás. Aún así, clientes no le faltaban ya que se encontraba en pleno centro de Barcelona. Tenía ciento cincuenta habitaciones repartidas en quince plantas, 10 por planta. Los clientes eran en su mayoría turistas de mochila y alpargata o familias numerosas en viaje vacacional cargadas de niños gritones y maleducados, vamos, que estaban en concordancia con la decadencia del hotel. En las paredes del salón podían verse fotografías en color sepia o en blanco y negro de celebridades que se habían alojado en el Hotel Diamante en sus tiempos de máximo esplendor, podían verse las caras sonrientes de Rodolfo Valentino, Mary Pickford y Douglas Fairbaks entre otros famosos de la misma época fotografiados en la entrada o en el salón del hotel.
Ramón Ramirez era el recepcionista de noche en el Hotel Diamante y en ese momento se encontraba ejerciendo sus funciones detrás del mostrador. A Ramón poco le importaban los famosos retratados en el salón, formaban parte de un pasado que le resultaba tan lejano como el antiguo esplendor del hotel. A Ramón le gustaba el turno de noche, era muy tranquilo, había poco movimiento y eso le permitía dedicarse a una de sus actividades favoritas, la lectura. Esa noche había empezado la lectura de “Historia de dos ciudades” de Charles Dickens. Se la había recomendado su cuñado que, a pesar de que era un pedante insoportable, sabía escoger sus lecturas.

Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos...

Le interrumpió el sonido de la campanilla al abrirse la puerta de entrada. Cerró el libro,lo guardó bajo el mostrador y dirigió su mirada a los visitantes. Estos formaban la pareja mas dispar y estrambótica que Ramón había visto entrar en los ocho años que llevaba tras ese mostrador.

Eran dos hombres y cada uno de ellos llevaba una maleta, pero no era eso lo que los hacía tan particulares, sino el aspecto de los mismos.

El primero era el hombre más alto que Ramón había visto nunca, si exceptuamos algunos jugadores de baloncesto, pero a esos solo los había visto por televisión, así que no contaban. Debía medir unos dos metros quince centímetros y todo lo que tenía de alto lo tenía de delgado, era de una delgadez extrema, parecía que solo tuviera la piel y los huesos. Iba vestido con un traje gris, camisa blanca y corbata negra, calzaba unos zapatos negros y se sujetaba los pantalones con un cinturón negro a juego con los zapatos. Sobre su cabeza llevaba un enorme sombrero tejano de color blanco.

El segundo hombre era el opuesto de su compañero, ya que era un enano, debía medir poco más de un metro y Ramón pensó que si pudiese medir su cintura esta sería mayor que su altura. Vestía exactamente igual que el alto, a excepción del sombrero. El hombre bajo llevaba un sombrero cordobés.

Ramón pensó que debía de haber llegado un circo a la ciudad: “pasen y vean al hombre más alto y delgado del mundo y a su hermano gemelo, el hombre más bajo de la Tierra.”

Dejó de divagar y sonrió a los visitantes.

-¿Puedo ayudarles en algo, señores?

-En efecto- dijo el alto. - Nos gustaría alquilar por tiempo indefinido toda una planta del hotel.

-¿Toda una planta?

-Eso he dicho. Dentro de veinticuatro horas llegarán varios colegas nuestros y queremos disponer de toda la planta.

Ramón volvió a pensar en un circo y se imaginó el hotel lleno de acróbatas y payasos.

-No se si eso será posible, caballeros, aunque no estamos llenos, tenemos clientes en todas las plantas.

-Vera...Nos consta que la planta que queremos alquilar esta vacía y nos gustaría echarle un vistazo antes de hacer la reserva.

-¿Una planta vacía?

-Si. Concretamente la planta 13.

Ramón quedó estupefacto al oír esa respuesta. El Diamante, al igual que otros muchos hoteles, no tenia planta 13. Pasaba directamente de la 12 a la 14. Es una costumbre de muchos establecimientos para evitar conflictos con clientes supersticiosos.

-Querrá usted decir la planta 14, señor.

-No. Queremos la planta 13.

-Pero la planta 13 no existe, esto es para evitar...

-Se a lo que se refiere. Pero le aseguro que la planta 13 estará ahí para nosotros. Si no le importa, podemos coger el ascensor y lo comprobará.

Ramón siguiendo aquella máxima que dice que el cliente siempre tiene la razón, ordenó al botones que cargara con las maletas y llamó al ascensor. Cuando este llegó a la planta baja el hombre alto y el hombre bajo entraron en el seguidos del botones y finalmente de Ramón, que al mirar la botonera, abrió tanto la boca por la sorpresa, que casi se desencaja la mandíbula. Allí estaba el botón que llevaba a la planta 13, justo entre el 12 y el 14, del mismo tamaño que estos y a la misma distancia de ambos, como si siempre hubiese estado ahí. Pero el había subido a ese ascensor miles de veces y nunca había visto el botón número 13, después del 12 siempre había estado el 14.

Pulsó el botón sin poder salir completamente de su estupor y el ascensor se puso en marcha. Uno a uno los botones se fueron iluminando y apagando, 1, 2, 3..., 11, 12, 13.

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-Ramón,¿ha estado usted bebiendo?

-No don Anselmo, ya sabe usted que soy abstemio.

-Entonces, ¿que son todas esas tonterías de la planta 13?

-Le aseguro, don Anselmo, que estoy tan sorprendido como usted, pero esa gente acaba de alquilar toda la planta 13 y se han instalado en la habitación 133.

Don Anselmo Rius era el bisnieto de Anselmo Rius, fundador del Hotel Diamante. A través de cuatro generaciones, los primogénitos de la familia habían heredado tanto el hotel como el nombre de su fundador. Tanto el padre como el abuelo del señor Rius también se habían llamado Anselmo. También su hijo se llamaba así y algún día, heredaría el Diamante.

Don Anselmo se acercó al mostrador de recepción y echó un vistazo al libro de registro donde pudo ver lo siguiente:

Mr. Jhon Robertson, hab. 133.
Mr. Robert Jhonson, hab. 133.

-Curioso parentesco el de esos dos. ¿No cree? (*)

-No diga tonterías Ramón. Así que están en la 133. Eso les ubicaría, efectivamente, en la planta 13. Lo malo, es que el Diamante nunca ha tenido una planta 13. ¿Quiere usted explicarme como los ha llevado ahí y como les ha abierto la puerta? Una puerta que no existe y para la que nunca hemos tenido llave.
Ramón contó a don Anselmo lo sucedido.

-...Sencillamente la planta y las habitaciones estaban allí, y también las llaves en el llavero de recepción. Solo que parecen existir solo cuando ellos están cerca.

-Venga conmigo.

Don Anselmo se encaminó al ascensor seguido por Ramón, entraron en el y examinaron la botonera. Después del 12 estaba el 14, ni rastro del botón número 13. Don Anselmo pulsó el 14 y cuando llegaron a esa planta bajaron por las escaleras que les condujeron directamente a la planta 12.



-Ramón, ¿seguro que no sufrió usted algún tipo de alucinación?

-Ya ha visto usted el libro de registro, don Anselmo. Además pagaron por adelantado el alquiler de una semana de toda la planta.

-Seguro que tiene que haber una explicación lógica para todo esto- dijo el señor Rius mientras llamaba al ascensor para volver a la planta baja. El ascensor tardo un poco más de lo esperado, ya que solo tenía que bajar una planta. Ese retraso quedó explicado cuando se abrió la puerta y pudieron ver a dos hombres en el interior. Anselmo Rius los reconoció en el acto gracias a la descripción que le había hecho Ramón. Eran Jhonson y Robertson.

Es señor Rius y Ramón entraron en el ascensor y pudieron comprobar que en la botonera figuraba el número 13.

-Buenas noches, caballeros.-dijo el señor Rius
sobreponiéndose a su estupor.- Soy Anselmo Rius, propietario y gerente de este establecimiento.

Jhonson y Robertson se presentaron y estrecharon la mano del señor Rius.

-Señores, no quisiera parecer indiscreto, pero comprenderán que todo este asunto necesita una explicación. ¿Pueden ustedes darme alguna?

Jhonson y Robertson se consultaron con la mirada y parecieron llegar a un entendimiento silencioso.

-Ciertamente, creemos que se merecen ustedes una explicación Mr. Rius.- dijo el hombre alto, que se había identificado como Jhonson.- Pero deberíamos buscar un lugar más privado donde estuviéramos a salvo de interrupciones indiscretas.

-¿Les parece bien mi despacho?

-Será perfecto. Por favor ¿No le importa que Ramón también asista a esta reunión? Esto también le afecta como podrán comprobar.

-No tengo ningún inconveniente.

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-¿Puedo ofrecerles una bebida? ¿Coñac, Bourbon...?

Jhonson y Robertson declinaron la invitación mientras se sentaban en las sillas que había frente al escritorio del propietario, Ramón prefirió sentarse en una silla que quedaba algo más apartada. El señor Rius se sirvió un coñac y ocupó su silla al otro lado de la mesa.

-Bien caballeros, ustedes dirán.

-Mr. Rius- dijo Jhonson- se que lo que vamos a decirle le resultará sorprendente, pero será la pura verdad.

-¿Sorprendente? Después de lo de esta noche dudo que nada pueda sorprenderme.

Jhonson miró a Robertson, el cual se limitó a encogerse de hombros.

-Cuéntaselo- dijo- después de todo, si queremos que esto funcione, el y Ramón tienen que saber de que va todo esto.

Jhonson dio un respingo y se encaró con el propietario del hotel.

-Vera, Mr. Rius. Venimos de un universo paralelo.

-¿Dicen que son extraterrestres?

-No, no, no. Somos de la Tierra. Pero de una Tierra distinta a esta. La Tierra de una realidad alternativa. Una Tierra que se desarrolló de forma distinta a esta pero que en algunos aspectos es muy parecida.

-Comprendo el concepto de universos paralelos y realidades alternativas. Pero no pretenderá que me crea que vienen de una de ellas.

-Espero que lo crea, porque es la verdad.

El señor Rius apuró de un trago su coñac y se quedó unos segundos mirando el interior de la copa.

¿Debería servirse otra? No, de momento no, pero si la conversación se desmadraba demasiado, se serviría otra, y luego, tal vez, otra más.

-De acuerdo, aceptémoslo de momento. ¿Como han llegado aquí? ¿Que clase de transporte puede llevarles de una realidad a otra y donde lo tienen escondido?

-No hemos usado ningún transporte.

-¿Han llegado por arte de magia?

-Exactamente.

-¿Como dice?

-Para pasar de una realidad a otra usamos la magia.

-La magia no existe.

-No en su mundo, pero en el mio si.

El señor Rius empezó a sudar y decidió servirse otro coñac. Más que nada para ganar tiempo para asimilar lo que estaba oyendo. Cuando se sentó de nuevo, Jhonson continuó hablando.

-Verá, su mundo se basa en la tecnología, todos sus logros se basan en ella. Nuestro mundo se apoya en la magia y a ella debemos nuestros logros. En lo que representa a la tecnología no hemos pasado de la rueda y la palanca. Así, por ejemplo no tenemos vehículos de motor, solo caballos y carros de tracción animal, pero podemos trasladar cualquier cosa de un lado a otro usando la magia. No volamos con aviones, sino con alfombras mágicas. Cualquier cosa que ustedes consiguen gracias a la tecnología nosotros la conseguimos a través de la magia.

-Entonces en su mundo, todos son magos.

-En mayor o menor grado, si.

-¿En mayor o menor grado?
-Aquí tienen gente que no sabe arreglar un enchufe y gente con grandes conocimientos. Entre los nuestros pasa lo mismo, tenemos hechiceros capaces de maravillas prodigiosas y gente que solo es capaz de usar la magia para curar un sarpullido.

-Y ustedes son...

-Lo que aquí llamarían hombres de negocios.

-¿Y que tipo de negocios pueden traer a dos hechiceros a nuestro mundo?

-Básicamente venimos a comprar un material que en su mundo abunda enormemente y que en el nuestro no existe.

-¿Y podemos saber que material es ese?

-Plástico.

-¿Plástico?

-Después de descubrir y visitar varias veces su mundo, descubrimos que el plástico es un gran conductor de la magia. Nuestros hechizos son mas poderosos si los hacemos usando varitas de plástico. Diferentes tipos de plástico para diferentes tipos de hechizo. Lamentablemente somos incapaces de fabricarlo y por eso venimos a adquirirlo a su mundo. Vendemos oro y piedras preciosas que en nuestro mundo abundan como las rocas y con el dinero obtenido compramos plástico.

El señor Rius miró la copa de coñac sin decidirse a echar un nuevo trago.

-Señor Rius- intervino Robertson- El caso es que la demanda aumenta cada día más y necesitamos una base estable en su mundo.

-La planta 13- respondió el señor Rius.

-Exacto.

-Díganme. ¿Porque precisamente el Diamante y como hacen para que una planta que nunca ha estado ahí lo este para ustedes.
-El Diamante es lo que nosotros llamamos un Nexo. En nuestro mundo también hay una Barcelona y en ella hay un hotel Diamante. De hecho, el Diamante existe en todas las realidades y puede usarse como estación de enlace entre ellas.

-¿Y la planta 13?

-En nuestra realidad, no tenemos esa superstición, por lo que el Diamante si tiene planta 13. Cuando venimos aquí, usamos la magia para que también exista en esta. Así nos aseguramos de disponer de toda la planta para nosotros y nuestros colegas.
-¿Y durante cuanto tiempo dispondrán de ella?

-A perpetuidad. Naturalmente, le pagaremos el alquiler de la misma mensualmente, después de todo, en esta realidad, el hotel le pertenece.

El señor Rius empezó a hacer cuentas mentalmente. Cada fin de mes tendría asegurado el alquiler de diez habitaciones. De diez habitaciones que, al fin y al cabo, no existían, por lo que no tendría que declarar tal alquiler...Si, era un negocio redondo. De pronto se le ocurrió algo.

-Entenderán ustedes- dijo- que no podremos hacernos cargo del mantenimiento de la planta 13. Sería muy complicado, ya que solo está ahí cuando uno de ustedes se halla presente.

-No supone ningún problema, periódicamente traeremos a nuestro propio personal de mantenimiento.

-¡Ejem! ¿Me permiten una pregunta? ¿Que pinto yo en esta reunión?

-Los tres hombres volvieron la cabeza hacia Ramón. Se habían olvidado completamente de el.

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Dos meses más tarde, Ramón ya había terminado Historia de dos ciudades, había iniciado y terminado Los tres Mosqueteros de Alejandro Dumas y se disponía a empezar Los miserables de Víctor Hugo cuando sonó la campanilla de la entrada. Guardó el libro bajo el mostrador y obsequió con una gran sonrisa a los visitantes. Eran dos, siempre venían de dos en dos. Vestían igual que los otros, lo único que llevaban diferente era el sombrero, todos llevaban la cabeza cubierta. En los dos meses que llevaban viniendo los visitantes de la realidad alternativa, Ramón había visto toda clase de sombreros, gorras y boinas. Estos dos llevaban una gorra de baseball y un sombrero mejicano. También tenían alguna particularidad, todos ellos tenían alguna. Estos dos también, uno de ellos parecía tener la cabeza demasiado grande para su cuerpo, el otro tenía seis dedos en cada mano.

Eran peculiaridades que si bien llamaban la atención al principio, luego no se le daba más importancia. Después de todo, un hombre muy alto y muy delgado o uno con seis dedos en cada mano tampoco le quitaban el sueño a nadie. Lo malo era cuando veías a cinco o seis de ellos juntos, todos con sus trajes grises y todos con la cabeza cubierta con algún sombrero o gorra.

Esa era la razón por la que Ramón debía formar parte de aquella reunión. Para no llamar demasiado la atención, los extradimensionales (así era como el les llamaba), llegaban y partían siempre de noche. Y Ramón era el recepcionista de noche. A estas alturas el hecho de que la hilera de llaves de la planta 13 apareciera y desapareciera del llavero de recepción como lo hacía también el botón 13 del ascensor y el hecho de que el Diamante podía tener tanto 15 como 16 plantas, había dejado de ser algo sorprendente y pasó a la categoría de cotidiano.

Con el tiempo, y gracias a los ingresos extras, don Anselmo hizo obras de remodelación y el Hotel Diamante acabó por recuperar dos estrellas de las tres que había perdido años atrás. Don Anselmo se jubiló y le pasó la dirección a su hijo y con ella el secreto de la planta 13.

Fue durante el primer mes en que don Anselmo, hijo del anciano don Anselmo, tomó posesión del cargo cuando llegaron dos extraños visitantes. Eran dos mujeres, ambas llevaban guantes a pesar de estar en pleno verano. Una de ellas tenía la piel muy blanca, “tan blanca como el papel de carta” pensó Ramón. La otra en cambio tenía un tono mas bien verdoso.

-¿En que puedo ayudarlas, señoras?

-Verá, estamos preparando una convención y nos gustaría alquilar, por tiempo indefinido, una planta completa.

-¿Una planta completa?

-Eso es, concretamente la planta 17.

-Pero este hotel solo llega hasta la planta 16.

-Lo sabemos.

-Ehhhm. Esperen un momento, por favor, voy a avisar al dueño...



¿FIN?

1 comentario:

  1. este me gusto muxo!!! ojala y pudieras publicarlos y hacer un libro....

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