jueves, 30 de diciembre de 2010

La invasión



Palax se vistió con las extrañas ropas que le proporcionaron en el departamento de intendencia. Se sentía extraño vestido de esa guisa, pero era necesario para cumplir con su misión.

Había pasado meses estudiando las costumbres de los terrestres y, de ser necesario, podía moverse entre ellos sin llamar la atención. Pero no era esa la tarea que le habían impuesto, el solo tenía que bajar a la Tierra, buscar un lugar poco concurrido y capturar una hembra terrestre.

Los científicos de su mundo llevaban años estudiando a los terrestres, así habían descubierto que la atmósfera de la Tierra y la de Gonara eran prácticamente idénticas. También sus anatomías eran muy parecidas y era de suponer que los terrestres podrían sobrevivir en Gonara sin necesidad de equipo respiratorio. Si eso era cierto, la Tierra se convertiría en un vivero de esclavos para Gonara.

La sangre de ambas razas se basaba en el hierro, por lo que era de suponer que eran compatibles. Esa era la razón por la que tenía que capturar a una hembra. Además de las diversas pruebas para averiguar si los terrestres podrían sobrevivir en Gonara, los científicos querían inseminar a la hembra con semen de un gonariano. Esperaban crear una raza más fuerte que podrían usar como carne de cañón en su interminable guerra con Kentaka. Los individuos de esa nueva raza, si esa era factible, serían modificados genéticamente para que fueran obedientes.

El sonido del comunicador le sacó de sus pensamientos, todo estaba preparado para su desembarco. Sus superiores habían elegido una ciudad que en ese momento se encontraba en el lado oscuro del planeta. Lo dejarían en una de esas zonas con vegetación que abundaban en las ciudades y que los terrestres denominaban “parques”. El lugar estaría poco concurrido en las horas nocturnas y el podría cumplir su misión de forma discreta.
Se encaminó a la zona de desembarco donde le esperaban sus superiores.

-Teniente Palax presentándose al servicio, capitán- dijo ejecutando el saludo militar gonariano que consistía en golpearse el pecho con el puño derecho.

-Adelante, teniente. Sitúese en la plataforma de transporte y mucha suerte en su misión.

-Gracias capitán.

Palax se situó sobre la plataforma en posición de firmes y un oficial manipuló los controles del transportador. En pocos segundos el teniente Palax se había desmaterializado.

-----------------------

Palax se materializó en un camino solitario del parque e inmediatamente echó a andar con la mano en el interior del bolsillo de su chaqueta empuñando su disruptor. Echó un vistazo a su alrededor, no se veía a nadie. El aire olía a la vegetación que lo rodeaba, era un olor agradable. En el cielo brillaba el satélite de la tierra en su fase de plenilunio. No notó ninguna molestia, podía respirar aquella atmósfera sin verse afectado. Seguramente los terrestres también podrían respirar la atmósfera de Gonara.

Una pequeña criatura apareció de pronto en el camino, Palax apretó la empuñadura del disruptor pero sin sacarlo del bolsillo. Repasó lo que había aprendido y reconoció a la criatura. Era lo que los terrestres llamaban un “gato”, un animal domestico. No era peligroso.

Poco después se cruzó con un humano, pero era un macho, no le interesaba, lo dejó pasar sin hacerle nada y continuó caminando.

Finalmente la vio, estaba sentada en un banco, era una hembra joven, de bellas facciones, cuerpo bien proporcionado y una larga mata de pelo negrísimo. Su piel era muy pálida, pero no parecía enferma. Serviría.

Se acercó a ella a grandes pasos mientras sacaba el disruptor del bolsillo.

La muchacha se levantó al darse cuenta que Palax se dirigía hacia ella. Permaneció callada mientras el le apuntaba con su arma.

-Acercate, muchacha.

Ella obedeció y se situó a pocos pasos de el.

Palax ajustó su disruptor en la posición de aturdir y se dispuso a disparar a la chica, pero entonces sus ojos se encontraron con los de ella. Había algo en esos ojos, vio una gran sabiduría, una sabiduría muy antigua y una fuerza que no pudo resistir. Poco a poco, sin poder evitarlo, su brazo fue descendiendo hasta colgar a su costado y su mano se abrió para dejar caer su arma.

Entonces la chica se lanzó hacia él. Lo último que sintió Palax antes de morir fue el ansia devoradora, el hambre insaciable que se desprendía de aquella extraña hembra.
------------------

-¡Por la Galaxia!- exclamó el capitán apartándose asqueado de la visipantalla- ¿Qué ha sido eso?

-No lo se, capitán- respondió el jefe de la sección científica.- Nunca habíamos observado una reacción así en los terrestres. Esto es algo nuevo.

-Se atacan habitualmente entre ellos. ¿Nunca han observado algo parecido?

-Nunca. Cuando luchan entre si siempre emplean armas de algún tipo. Pero esa hembra ha atacado como si fuera un depredador.

-¿Tiene alguna teoría sobre ese comportamiento?

-Tal vez los terrestres posean algún instinto natural para reconocer a las formas de vida extraña.

-Bien, sea lo que sea. ¿Qué vamos a hacer ahora?

-Debemos volver a Gonara, capitán. Redactaré un informe para el consejo imperial aconsejando abandonar el plan para esclavizar a los terrestres. Si son capaces de reacciones como la que acabamos de ver, nunca haríamos de ellos unos buenos esclavos.

-¿Y qué haremos con los terrestres?

-Los abandonaremos a su suerte. Tal vez dentro de un milenio ya hayan perdido ese factor de salvajismo y podremos volver a nuestro plan.

--------------------------------

Los científicos de Gonara habían estudiado a todas las especies que pueblan nuestro mundo durante años. Pero había una especie que les pasó desapercibida por su gran parecido con los humanos. Una especie que vivía infiltrada entre la humanidad de la que obtenían su sustento.

Nunca oyeron hablar de los vampiros.

FIN

1 comentario:

  1. amigo loren...ke bueno eres con el tema de los vampiros....

    ResponderEliminar