Capítulo
1
Habían
pasado tres años desde el caso del “asesino de los planetas [1]”.
Desde entonces solo me había ocupado en casos de poca monta. Eso
estaba a punto de cambiar.
Aquella
mañana llegué a la comisaría con una resaca de cojones.
Me
volví hacia quien me había llamado, que no era otra que Susana, la
simpática agente que atendía la recepción.
-¿Qué
hay Susi?
-El
comisario quiere verle enseguida, inspector.
Le
di las gracias por el recado y me dirigí al despacho de Barbany.
Marc
Barbany, el comisario del distrito, tenía ya 45 años pero
conservaba el mismo aspecto que tenía a los treinta. Alto, atlético
y con una sonrisa perfecta. Entré en el despacho sin llamar.
-¿Qué
tripa se te ha roto, Marc? Tengo un montón de papeleo que rellenar,
no me hagas perder el tiempo con tonterías.
Barbany
se puso en pie intentando parecer enfadado, cosa difícil con su cara
de niño.
-¡Vaya
forma de entrar! ¿No te has dado cuenta de que tenemos compañía?
Entonces
me fijé en la chica. Morena, ojos color miel, boca de labios
carnosos y un cuerpazo de infarto.
-Te
presento a la subinspectora Juanita Román-dijo
Barbany.-Subinspectora, este maleducado es el inspector Pedro
Morales.
-Espero
que no se haya llevado una mala impresión de mi- le dije después de
haber intercambiado las cortesías de rigor.- Es que hoy no estoy muy
fino.
-No
se preocupe, todos podemos tener un mal día.
-Bien.
¿Qué tienes para mi Marc?
-Un
caso de asesinato. Un apuñalamiento en un parquing. Esta es la
dirección.
Observé
el papel que me tendió Barbany, era un lugar bastante céntrico.
-De
acuerdo, voy para allá enseguida.
-No
tan deprisa Pedro -dijo Barbany. -La subinspectora Román viene
contigo.
-¿Cómo
dices?
-Es
tu nueva compañera.
-Estarás
de broma.
Barbany
me obsequió con una de sus sonrisas de anuncio de dentífrico.
-En
absoluto -respondió.
-------------------
-No
parece muy contento de tenerme como compañera, inspector.
Estábamos
ya en el coche, camino de la escena del crimen, cuando me hizo esa
pregunta.
-Mire
subinspectora, tal vez me considere usted un retrógrado después de
decirle esto, pero creo que este es un trabajo para hombres.
-Ya
veo, piensa que estaría mejor en casa, cuidando de un marido y una
numerosa prole.
-No
es eso. Me importaría un bledo que fuese usted directiva de una
multinacional o la puñetera presidenta del gobierno...
-Pero
no policía -dijo ella acabando mi frase.
-No
se le tome a mal, pero en este oficio uno ve cosas que...
-Estoy
curada de espantos inspector. Crecí en las calles del casco antiguo.
Mi madre era prostituta, a mi padre nunca le conocí. Cuando mi madre
recibía a un cliente me enviaba a jugar a la calle. Allí vi de
todo. Putas, proxenetas, drogadictos, chorizos..No es que solo los
viera en la calle, eran nuestros vecinos, la gente que nos saludaba
en la escalera, los que llamaban a la puerta para pedirnos sal y que
nos felicitaban por Navidad. Créame, nada de lo que vea en el
ejercicio de mi profesión puede ya asustarme o sorprenderme.
Respondí
con un gruñido. ¿Qué podía decir después de oír esa
declaración?
[1]
Morales se refiere al caso que vimos en su primera aventura conocida
y relatada en: “Siete”
-----------
Capítulo
2
Cuando
llegamos al parquing Sara Pons, la forense, ya estaba allí
analizando el cadáver.
-¿Qué
hay Sarita, está mejor tu pequeña?
-Mucho
mejor, gracias. No era más que un resfriado.
-¿Qué
puedes decirme?
-Una
sola puñalada, directa al corazón. No puedo asegurarlo hasta que
haga la autopsia, pero por el aspecto del cadáver diría que ha
seccionado la arteria pulmonar. Lleva muerto unas seis horas.
-¿Puedes
aventurar el tipo de arma que se usó?
-No
me hace falta, la han encontrado en un contenedor cercano.
-Una
sola puñalada, el asesino debe ser un profesional -intervino
Juanita.
-O
ha tenido suerte -respondí. -Perdonad mi falta de educación. Os
presentaré, Sara Pons, nuestra mejor forense; subinspectora Juanita
Román, mi nueva compañera.
-Encantada.
-dijo Sara- No se si felicitarte o compadecerte.
-Muy
graciosa, Sarita -dije.
En
esos momentos un sargento puso en mis manos el arma del crimen dentro
de una bolsa. Se trataba de una navaja plegable con una hoja de unos
15 cm.
-Hemos
encontrado una huella en la empuñadura- dijo. -La estamos cotejando.
-Bien.
¿Qué sabemos de la víctima?
El
sargento sacó un bloc de notas de su bolsillo.
-Antonio
Blanco, 31 años. Encarcelado en un par de ocasiones por tráfico de
drogas. Un pez pequeño, un simple camello.
Me
pasó una nota con los datos de la víctima.
-Ya
veo.
-Hemos
encontrado su cartera al lado de la víctima, no se si se habrán
llevado algo de dentro, pero han dejado toda la documentación y
trecientos euros en billetes de cincuenta.
-Gracias
sargento. Avísenme cuando tengan los resultados de esa huella.
Bueno
subinspectora, aquí ya no hacemos nada. Vamos a investigar el
entorno de la víctima.
----------------
Blanco
vivía en un barrio marginal. No tenía familia. No sacamos nada en
claro. En un barrio como ese los vecinos se cerraban en banda ante la
policía.
Registramos
la vivienda de Blanco, una auténtica pocilga. No encontramos nada
que pudiera sernos útil, así que regresamos a comisaría para
estudiar el historial de la víctima.
Blanco
había sido encarcelado en dos ocasiones por mercadeo, un pez
pequeño, como nos había dicho el sargento. Había salido de la
trena hacía siete días tras serle reducida su condena por buena
conducta. No se le conocían enemigos, claro que dada su ocupación
podía creárselos fácilmente. Con los datos que teníamos no
podíamos avanzar en el caso. Tendríamos que esperar a que
identificaran la huella del arma del crimen, pero no tendríamos los
resultados hasta la mañana siguiente.
-Bueno,
subinspectora, parece que tendremos que dejarlo hasta mañana.
-Eso
parece.
-Entonces,
¿Nos vamos?
-No
veo que más podemos hacer de momento.
Me
quedé observándola mientras se ponía la chaqueta y recogía su
bolso. La verdad es que era una auténtica monada.
-¿Le
apetece una cerveza, subinspectora? Yo invito.
-¿Porqué
no? Acepto la invitación.
Entramos
en el ascensor y su perfume invadió mis fosas nasales. No soy un
tipo enamoradizo, pero lo cierto es que Juanita empezaba a hacer
mella en mi corazón de solterón empedernido.
-Ya
que vamos a ser compañeros -dije -creo que podríamos tutearnos.
-Me
parece bien.
-Entonces
llámame Pedro.
-Y
tú a mi Juanita.
-Entonces,
Juanita, hoy te mostraré los secretos de “La Guarida”.
-¿La
Guarida?
-El
antro con la cerveza más fría y las tapas más suculentas de la
ciudad.
Capítulo
3
A
la mañana siguiente, en comisaría, nos esperaba el resultado del
análisis de la huella. Pertenecía a Bernardo Rojo, fichado por
proxenetismo. Había compartido celda recientemente con Antonio
Blanco. Actualmente con paradero desconocido.
-Bueno
Juanita, vamos a dar un paseo.
-¿Algún
lugar en concreto?
-Le
haremos una visita a mi amigo “Peladilla”.
-¿Peladilla?
-El
Peladilla es uno de mis confites. Antes hacía de chulo, seguro que
sabe algo de Rojo.
-¿A
qué esperamos?
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Fuimos
hacia el bar Galaxia, en el casco antiguo, el Peladilla pasaba allí
la mayor parte del día. Efectivamente, cuando llegábamos pude verle
en la terraza. Se lo estaba señalando a Juanita cuando nos vio
llegar y se dio a la fuga internándose en el laberinto de
callejuelas que forma el distrito. Corrimos en su persecución.
-Maldita
sea Peladilla, no me hagas correr- grité mientras lo perseguía
doblando esquina tras esquina.
El
Peladilla estaba en forma y poco a poco fue sacándome ventaja,
mientras, había dejado de oír los pasos de Juanita detrás de mi.
Cuando al girar una de las esquinas lo vi desaparecer tras la
siguiente, estuve seguro de que lo había perdido, ya que el callejón
que había tomado desembocaba en una calle principal, pero cual fue
mi sorpresa al encontrármelo parado con las manos en alto. Juanita
estaba al otro lado del callejón apuntándole con su pistola.
-Joder
Peladilla, te dije que no me hicieras correr- le dije dándole una
colleja.
-¿Y
qué esperabas Morales? Estaba tan tranquilo, tomándome un cubata,
cuando de pronto aparecéis tú y Harryet la sucia señalándome con
el dedo...
-Ella
es la subinspectora Román para ti- le corté dándole otra colleja.
-¿Qué
queréis? No me he metido en líos en mucho tiempo.
-Buscamos
información.
-¿Y
qué ofrecéis a cambio?
-No
me toques los cojones Peladilla, puedo traerte muchos problemas y lo
sabes.
-Joder,
tan rácano como siempre Morales. Esta bien, ¿qué buscáis?
El
Peladilla nos dio una dirección donde, según él, encontraríamos a
Rojo. Le solté no sin antes advertirle que si volvía a huir de mi
le metería una temporadita en la trena.
-¿Como
supiste por donde iba a salir ese bicho?- le pregunté a mi
compañera.
-Ya
te dije que crecí en este barrio. Conozco estas calles como la palma
de mi mano.
-Estás
hecha una caja de sorpresas, compañera.
-No
lo sabes tú bien, compañero.
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Cuando
llegamos a la dirección que nos dio el Peladilla encontramos la
puerta entreabierta.
-Mala
señal -le dije a Juanita mientras sacaba mi pistola. Ella me imitó
y entramos.
-Bernardo
Rojo, somos de la policía.
Nadie
contestó a mi aviso. Toda la casa estaba revuelta, tenía toda la
pinta de un robo. Revisamos la casa y encontramos a Rojo en su
habitación. Estaba tumbado en la cama, le habían abierto un tercer
ojo en mitad de la frente, calibre 9 mm.
-Joder,
esto se complica.
--------------
-La
víctima no presenta señales de violencia-nos dijo Sara después de
inspeccionar el fiambre. -Aparte del agujero en la cabeza, claro,
causado por una bala de 9 mm.
-¿Qué
opinas? -pregunté a Juanita mientras se llevaban el cadáver y los
de la científica peinaban la vivienda en busca de pruebas.
-El
asesino entró en la vivienda, la cerradura no parece forzada así
que; o bien tenía llave o es muy hábil con la ganzúa. Seguramente
encontró a Rojo en la cama y lo despachó antes de que pudiera
defenderse. Después registró la casa buscando algo, si lo encontró
o no, debemos averiguarlo. También sería útil saber que buscaba,
si lo averiguamos sabremos quién es el asesino.
-O
al revés,-respondí -si averiguamos quien es el asesino, sabremos
que buscaba. Ya llevamos dos cadáveres y aun estamos como al
principio. Vamos a comisaría a repasar los archivos, a ver si los
dos fiambres tienen algo más en común aparte de haber compartido
celda.
Capítulo
4
Al
llegar a comisaría, Juanita se sentó frente al ordenador y buscó
los expedientes de Blanco y de Rojo. Ambos habían compartido celda
con otros dos individuos:
Carlos
Gris, encarcelado por diversas estafas. Sus especialidades; el timo
de la estampita y el del Conde Arnau.
David
Pardo, encarcelado por el robo a una joyería cuatro años atrás. Lo
pillaron cuando estaba a punto de huir del país en un autocar con
destino París. No llevaba las joyas con él y nunca se encontraron.
Pardo nunca dijo donde las había escondido, su paradero seguía
siendo un misterio.
Al
parecer, Blanco, Rojo y Gris habían salido el mismo día de la
trena, beneficiándose de una amnistía general. Pardo no tuvo tiempo
de acogerse a esa amnistía, murió dos meses antes de neumonía.
-¿Estás
pensando lo mismo que yo?-dije.
-¿Que
Pardo les dijo a esos tres donde tenía escondidas las joyas?
-Y
que se han matado el uno al otro para quedarse con todo.
-Tenemos
que encontrar a Carlos Gris...Aquí está su dirección. ¿Vamos?
-Ya
tardamos.
Gris
vivía en una casita en las afueras. Llamamos pero nadie respondió.
Miré por una de las ventanas y vi a Gris, lo reconocí por la foto
de su ficha, estaba en una butaca completamente inmóvil. Golpeé la
ventana para llamar su atención pero no se movió en absoluto. Me
temí lo peor, así que eché la puerta abajo y entramos. A pesar del
ruido Gris no se movió, Juanita puso dos dedos en su cuello para
tomarle el pulso. Me miró y movió negativamente la cabeza.
-Está
muerto -dijo.
-Mierda.
Llama a comisaría, que envíen al forense. Mientras echaré un
vistazo por aquí.
Encontré
la pistola en un cajón. Una 9 mm que había sido usada hacía poco.
-¿Qué
te apuestas a que esta es la pistola que mató a Rojo? -dije.
--------------
-No
tiene ninguna herida o lesión visible -nos dijo Sara después de
examinar a Gris – así que no os podré decir la causa de la muerte
hasta que le haya hecho la autopsia.
-Gracias
Sarita.
Estaba
mirando como dos empleados colocaban al fiambre en una camilla para
llevárselo al depósito cuando observé algo raro.
-Un
momento -dije.
Gris
tenía el puño cerrado, sujetando algo. Abrí su mano y saqué una
bola de papel.
-Pueden
llevárselo.
-¿Qué
es eso? -preguntó Juanita.
-No
estoy seguro.
Desenrollé
la bola y alisé tres pequeñas hojas de papel sobre las que había
dibujadas una serie de pequeñas líneas horizontales, verticales y
diagonales. Las tres hojas eran distintas y no tenían ningún
sentido, por lo menos para mi.
-¿Entiendes
algo? -pregunté a Juanita.
-No
había visto nada parecido. Debe ser una clave.
-Y
debe ser importante, ya que se aferró a ello en el momento de su
muerte.
-¿Qué
crees que puede ser?
-Ni
idea, pero debe ser algo valioso, tres hombres han muerto por ello.
-¿Crees
que tiene relación con los asesinatos?
-No
tengo la menor duda. Tres hombres, tres mensajes en clave. ¡Claro!
Seguramente estos mensajes nos dirán donde están las joyas
desaparecidas.
-Y
cada uno de ellos tenía uno de esos papeles y se mataron uno al otro
para conseguir los otros dos. ¿Eso es lo que crees?
-Creo
que es muy posible.
-Si,
pero...
-¿Pero?
-Si
tu teoría es cierta, Bernardo Rojo mató a Antonio Blanco para
conseguir su clave, después, Carlos Gris le mató a él y consiguió
reunir los tres mensajes. ¿Voy bien?
-Vas
bien.
-¿Y
entonces Gris se muere de un infarto o vete a saber qué? Algo no me
cuadra.
-Creo
que la muerte de Gris no tiene nada de natural.
-¿Pero,
en ese caso, quién le mato y porque no se llevó los mensajes?
-Esa
es una buena pregunta.
Capítulo
5
Horas
después recibí una llamada de Sara, la forense. Al parecer había
encontrado algo. Juanita y yo fuimos a verla de inmediato.
-¿Qué
has encontrado Sara?
Vuestra
víctima a sido envenenado. Por Talio.
-¿Talio?
-El
Talio tiene muchos usos. Se emplea en componentes electrónicos,
lentes ópticas y... raticidas.
-¿Le
han dado veneno para ratas?
-Eso
parece. Y quien lo ha hecho sabía lo que se hacía. El
cuerpo humano absorbe el Talio muy eficientemente, especialmente a
través de la piel, los órganos respiratorios y el tracto digestivo.
El
envenenamiento por Talio es mayormente causado por una toma
accidental de veneno de rata, el cual contiene grandes cantidades de
sulfato de Talio. Aparecerán dolores estomacales y el sistema
nervioso será dañado. En algunos casos los daños son irreversibles
y la muerte sigue pronto.
-¿Como
de pronto?
-Depende,
en este caso le dieron una dosis letal hace dos días. Cuando le
habéis encontrado llevaba muerto solo dos horas.
-El
que le dio el veneno quería tiempo para procurarse una coartada para
el momento de su muerte.
-Eso
debéis decirlo vosotros.
-Gracias
Sara. Buen trabajo.
----------
-¿Qué
opinas, subinspectora?
-Bueno,
se me ocurre una teoría, pero...
-¿Estás
pensando lo mismo que yo?
-Es
de locos.
-Pero
plausible. Tal vez nunca podamos demostrarlo, pero estoy seguro de
que fue Blanco quien le administró el veneno a Gris. Piénsalo,
Blanco era camello, seguro que solía cortar la droga para aumentar
sus ganancias. A veces, los camellos usan raticida para ello. Al ser
en pocas cantidades los efectos son mínimos. Blanco debía conocer
la substancia lo suficiente para no envenenar a sus clientes.
-Si
eso es cierto, todos ellos son a la vez víctimas y asesinos.
-Y
han acabado el uno con el otro en un círculo cerrado letal.
-¿Y
que hay de los mensajes en clave?
-Creo
que eso podemos dejarlo para mañana. ¿Cenamos juntos subinspectora?
-Pero
esta vez invito yo y escojo el lugar.
-Acepto.
------------
Juanita
escogió para nuestra cena un restaurante iraní. La verdad es que la
comida estaba muy buena. Intercambiamos anécdotas de nuestros
tiempos de patrulleros y echamos unas risas. Fue entonces, mientras
oía la risa de Juanita, una risa fresca y cristalina como
campanillas de plata, fue entonces digo, que me di cuenta de que
estaba enamorado de mi compañera.
Si,
ya se lo que estarán pensando. La conocía hacía apenas tres días.
Pero estas cosas pasan, incluso al más bregado.
La
acompañé hasta su casa dando un paseo, ambos habíamos bebido
demasiado para conducir.
-Ha
sido una velada agradable -dijo.
-Y
divertida -respondí.
Entonces
me miró fijamente con esos ojazos color miel que aún hoy hacen que
me derrita.
-¿Quieres
subir a tomar la última en mi casa?
-Estaba
a punto de proponerlo.
Capítulo
6
Cuando
desperté a la mañana siguiente, no reconocí el lugar donde me
encontraba. Durante unos segundos me sentí confuso, pero pronto
recordé como había llegado hasta allí. Giré la cabeza a mi
izquierda y contemplé a la mujer que había compartido su cama
conmigo esa noche. Me pregunté si había hecho bien, liarse con un
compañero de trabajo suele ser problemático en nuestra profesión.
Pero, ¡que diablos!, Juanita valía la pena.
La
besé suavemente en el hombro y eso hizo que despertara. Me miró con
esos bellos ojos color miel y sonrió seductoramente.
-Buenos
días- dijo.
-Buenos
días. Anda levántate tenemos trabajo.
Dio
media vuelta y se abrazó a la almohada.
-Cinco
minutos más...porfavoooor
-De
eso nada. Arriba perezosa, hay tres crímenes por resolver.
Después
de un tirón de sábanas y dos cafés bien cargados, nos dirigíamos
a comisaría.
-¿Crees
que podemos tener problemas?
-No
está prohibido que dos compañeros se líen, pero los jefazos no lo
ven con muy buenos ojos. Creo que, por ahora, deberíamos llevarlo en
secreto.
-Si,
me parece que es lo mejor. De momento.
-Si.
De momento.
---------------
Cuando
llegamos a comisaría recibimos el aviso de que Barbany quería
vernos. Nos miramos preocupados.
-No
puede saberlo -dije. -A menos que haya instalado cámaras en tu
habitación.
-Tienes
razón, pero por un momento el corazón me ha dado un vuelco.
Barbany,
evidentemente no sabía nada de lo nuestro, solo sentía curiosidad
por como nos iba trabajando juntos.
-Juanita...quiero
decir la subinspectora Román a demostrado ser una buena profesional.
Seguro que acabaremos entendiéndonos de maravilla.
Barbany
me miró como si no acabara de creerse lo que oía.
-¿Y
usted que dice, subinspectora?
-Estoy
de acuerdo con el inspector Morales. Creo que nos hemos entendido
desde el principio.
-Bien,
me alegra oír eso. Y ahora...¿Qué me decís de vuestro caso?
Parece que habéis llegado a un punto muerto. Parecería que el caso
está cerrado.
-Queda
un pequeño detalle Marc.
-¿Te
refieres a las joyas? ¿Crees que podréis descifrar esos papeles?
-Tengo
un amigo que es un experto en códigos. Un profesor universitario. Si
me das permiso para enseñarle esos códigos...
-Adelante,
hazlo. Estaría bien resolver dos casos a la vez.
-------
Conocí
a Raul Salas en la mili y si bien no nos habíamos visto mucho desde
entonces, seguíamos manteniendo el contacto. Cuando le llamé no
puso ninguna pega. Dijo que sería un placer volver a verme y ayudar
a la policía de paso. Nos recibió en su despacho en la universidad.
-¡Pedro,
que alegría tío! ¿Como lo llevas camarada?
-Como
siempre, ya sabes, protegiendo la ciudad y todo eso.
-¿No
vas a presentarme a tu amiga?
-Claro.
Hice
las presentaciones y le expliqué nuestro caso a Raul.
-Déjame
ver esos mensajes.
Los
estudió un par de minutos y una sonrisa iluminó su rostro.
-No
me digas que ya lo has resuelto -dije.
-Pues
si, y tú también deberías haberlo resuelto. ¿No me dijiste una
vez que de joven habías leído las aventuras de Tintín?
Epílogo
-¿Qué
tiene que ver Tintín con todo esto? -pregunté pensando que Raul
quería tomarme el pelo.
-¡Venga!
El se encuentra con el mismo problema que tú en “El secreto del
Unicornio”.
Hice
memoria y no tardé en recordar a que se refería Raul.
-No,
no puede ser tan fácil.
Junté
las tres hojas de papel y las puse a contraluz. Las líneas de los
tres mensajes se unieron formando un único mensaje, claro y en
castellano:
VESTIBULO
HOTEL CLARAMUNT – TRAS EL BODEGON
Lo
habíamos tenido delante de las narices todo el tiempo.
-Gracias
Raul, has sido de mucha ayuda.
-No
ha sido nada. Seguro que al final, tú también lo habrías resuelto.
--------------
El
Hotel Claramunt se hallaba en la misma manzana que la joyería que
había robado David Pardo. Juanita y yo entramos en el vestíbulo y
nos paramos frente a un bodegón que estaba colgado en una de las
paredes.
-¿Crees
que lo que sea aún estará aquí después de cuatro años? -preguntó
Juanita.
-¿Porqué
no? No perdemos nada por comprobarlo.
Fuimos
a recepción y tras identificarnos pedimos hablar con el gerente del
hotel. Le explicamos la situación y le pedimos que descolgara el
cuadro para poder examinarlo.
-No
hay problema inspectores. Por favor, pasen a mi despacho mientras uno
de mis empleados descuelga el cuadro.
Esperamos
en el despacho y al poco rato entró un botones cargando el cuadro.
Lo examinamos y en la parte de atrás encontramos una pequeña llave
pegada al marco con cinta aislante.
-¿Qué
creen que abre esa llave? -preguntó asombrado el gerente.
-Conozco
este tipo de llave -respondí. -Abre una de las taquillas de la
Estación Central.
-------
Efectivamente,
encontramos la taquilla y sorprendentemente, dentro de ella aún
estaba una bolsa de deporte con el botín en su interior. Había
estado allí, delante de todo el mundo, durante cuatro años. Pardo
había encontrado el escondite perfecto. ¿Quién habría imaginado
que un tópico de las películas de tiros hubiese funcionado tan
bien?
La
verdad es que si lo miráis bien, es un caso de lo más atípico.
Empezó como un simple caso de asesinato y acabamos con tres
víctimas, tres asesinos y resolviendo un robo de cuatro años de
antigüedad y todo ello sin ningún detenido. Pero caso resuelto al
fin y al cabo.
Juanita
y yo seguimos siendo pareja, tanto en el terreno profesional como en
el sentimental, y nos va muy bien.
Y
nada más queda por añadir. Solo despedirme hasta un nuevo caso.
¡Nos
vemos!
FIN
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