En
primer lugar deberiamos responder a la pregunta:
¿Qué
es un robot?
La
palabra robot, proviene
del checo “robota”
que
significa servidumbre o esclavitud. Así, robot podría traducirse
como “esclavo.”
La
R.A.E lo define como:
“Máquina o ingenio electrónico programable, capaz de
manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas solo a las
personas.”
Sin
embargo, la definición es bastante ambigua. Según esa definición,
uno de esos brazos mecánicos que podemos encontrar en una cadena de
montaje, podría denominarse robot.
Pero
lo primero que nos viene a la cabeza a los amantes de la literatura
de ciencia ficción al leer o escuchar la palabra robot, es algo muy
distinto. Algo que podríamos definir como:
“Ingenio
mecánico y/o electrónico que imita la apariencia, las habilidades
y, en ocasiones, los sentimientos humanos.”
Es
decir, un ser artificial que imita a los humanos.
Ya
en la antigüedad, mucho antes de la idea moderna del robot, la
humanidad jugó con la idea de la creación de vida artificial.
Veamos algunos ejemplos:
"Marchaban
ayudando al soberano (Hefestos dios griego) unas sirvientas de oro,
semejantes a vivientes doncellas. En sus mientes hay juicio, voz y
capacidad de movimiento, y hay habilidades que conocen gracias a los
inmortales dioses".
¿Alguien
no se ha imaginado a esas sirvientas como versiones femeninas de
C3PO?
En
el mito de Pigmalión,
vemos
como la diosa Afrodita da vida a una estatua de la que se ha
enamorado el escultor.
“Pigmalión
se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba
caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza,
cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se
ablanda a los rayos del Sol y
se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose
más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de
un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a
tocar la estatua otra vez y se cercionó de que era un cuerpo
flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los
dedos.”
El Gólem es,
en el folclore medieval
y la mitología
judía,
un ser animado fabricado a partir de materia inanimada (normalmente
barro, arcilla o un material similar). Normalmente es un coloso de
piedra. En hebreo moderno,
el nombre proviene de la palabra "guélem" (גלם,gélem),
'materia'; por otra parte, en dicho idioma, la expresión "jómer
guélem" (חומר
גלם, ḥomer
gélem)
a su vez significa 'materia prima'.
La
palabra gólem se
da en la Biblia (Salmos 139:16)
y en la literatura talmúdica para
referirse a una sustancia embrionaria o incompleta.
Como
motivo, la figura del golem forma parte del imaginario hebraico del
centro europeo y pertenece por consiguiente al arte
asquenazí.
El
relato folclórico más famoso relativo al golem involucra al
ilustre Rabbi
Judah Loew,
conocido como el Maharal
de Praga,
un conocido rabino del siglo XVI. Se le atribuye haber creado al
golem para defender el gueto de Praga de ataques antisemitas, así
como para atender también el mantenimiento de la Sinagoga
Vieja-Nueva (Altneuschul).
También el conocidísimo Pinocho,
la
célebre marioneta de madera que adquirió vida gracias a la magia,
podría considerarse como un precursor de los robots.
¿Y
que decir de Frankenstein,
de
Mary
Shelley?
También aquí podemos observar la creación de un ser artificial.
"Una
desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos.
Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mi alrededor los
instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la
cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la
lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había
consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la
criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró
profundamente y un movimiento compulsivo sacudió su cuerpo."
Pero
donde podemos ver por vez primera el término robot,
es en
R.U.R.
,
del checo Karel
Čapek.
Una
obra teatral de 1921 que trata sobre una empresa que construye
humanos artificiales orgánicos con el fin de aligerar la carga de
trabajo del resto de personas.
Resulta
muy interesante hacer notar la premisa principal que permite a Capek
justificar sus robots orgánicos. Según Rossum (el genio creador de
los robots):
- "La Naturaleza no ha encontrado más que una forma de organizar la materia viva. Hay, sin embargo, otro método más simple, más flexible y más rápido en el que la Naturaleza aún no ha pensado."
Ninguno
de los anteriores puede calificarse como robot, tal y como entendemos
ese término, pero no puede dudarse de que son dignos predecesores.
Tal
vez el primer ser artificial de la literatura que podríamos
clasificar como robot sea:
La
falsa Maria de Metrópolis.
la élite dirigente.
La
imagen de ella que nos ofreció Fritz
Lang
en la versión cinematográfica de la obra de Thea von Herbou se ha
convertido en un icono de la Sci-fi.
También
podemos destacar a:
R.
Daneel Olivaw
Daneel
Olivaw es un robot de ficción creado por Isaac
Asimov. Aparece en las series de Robots y Fundación. De
forma destacada se puede encontrar en Las
bóvedas de acero, El
sol desnudo, Los
robots del amanecer, Robots
e Imperio, Preludio
a la Fundación, Hacia
la Fundación y Fundación
y Tierra. También aparece en todos los libros de
la Segunda
Trilogía de la Fundación, tales como "El
temor de la Fundación" de Gregory Benford,
"Fundación
y caos" de Greg Bear, y "El
triunfo de la Fundación" de David Brin. Daneel es un
personaje muy significativo dentro del universo de la Fundación,
pues es el personaje unificador de todos los ciclos de la Saga,
influyendo sobre el destino de la humanidad en un espacio de tiempo
de unos 20.000 años.
Andrew
Martin
Protagonista
de “El hombre bicentenario”, un relato de
la serie
de los robots de Isaac
Asimov. Ganó los premios Nébula y Hugo al
mejor relato de 1976 y 1977 respectivamente.
Posteriormente
se hizo una remake del
cuento, una ampliación en forma de novela titulada The
Positronic Man,
de Isaac Asimov y Robert
Silverberg.
Origen del relato:
En 1976, con motivo de la celebración del segundo centenario de la independencia de Estados Unidos, se encargó a varios autores que escribieran algún relato corto con el tema The Bicentennial Man, el cual podía desarrollarse libremente. Ocurre que en inglés esta expresión puede interpretarse como «el hombre del bicentenario» (la vida de la gente en Estados Unidos doscientos años después de la Declaración de Independencia) o como «el hombre bicentenario» (un hombre que llega a vivir doscientos años). Jugando con esta ambigüedad, Asimov, que fue uno de los autores que recibió dicho encargo, renunció a hacer un ensayo sociológico y, argumentando que «un hombre no podría vivir tanto tiempo», escribió un relato corto acerca de un robot que poco a poco va asimilando el mundo de los humanos hasta desear ser reconocido como uno de ellos, lo cual lo lleva a luchar por obtener su humanidad de manera legítima.
Los
Nexus-6
de, ¿Sueñan
los androides con ovejas eléctricas?
En
el año 1968 fue cuando Philip
K. Dick publica
con gran éxito esta narración, llevada al cine por Ridley Scott
bajo el título Blade
Runner,
donde un mercenario es el encargado de acabar con todos los androides
rebeldes, a los que los humanos llaman despectivamente “andrillos”,
de una ciudad.
«Este
ensayo terminará, la representación también, los cantantes morirán
y finalmente la última partitura de la música será destruida de un
modo u otro, el nombre de Mozart se
desvanecerá y el polvo habrá vencido, si no es en este planeta en
otro cualquiera. Sólo podemos escapar por un rato. Y los andrillos
pueden escapar de mí, y sobrevivir un rato más. Pero los alcanzaré
o lo hará otro cazador de recompensas. En cierto modo -observó-,
yo soy parte del proceso de destrucción entrópica. La Rossen
Association crea y yo destruyo. O al menos, eso debe parecerles a los
androides».
No
obstante, esa será una misión muy difícil pues los nuevos
androides están tan bien realizados que parecen humanos y es difícil
conseguir identificarlos.
Marvin,
el androide paranoide.
Uno
de los personajes de
Guía
del autoestopista galáctico.
Douglas
Adams nos
presenta a uno de sus personajes más complejos, singulares y cómicos
que hay: un robot melancólico y miserable que menosprecia y critica
su existencia. Marvin, el robot más inteligente de toda la galaxia,
suelta sarcasmos crueles sobre las formas de vida, hace comentarios
deprimentes y se podría decir que existe para quejarse de su vida.
Sin duda alguna, es uno de los personajes más característicos del
libro.
“Yo
no pedí que me hicieran: nunca me lo consultaron, ni consideraron
mis sentimientos al respecto. No creo que siquiera se les ocurriera
que yo podría tener sentimientos.
Después de que me hicieron, me quedé en una habitación oscura durante seis meses ... y yo, con este terrible dolor en todos los diodos de mi lado izquierdo.
Pedí socorro en mi soledad, ¿pero llegó alguien?
¡Demonios! Mi único y primer amigo de verdad era una rata pequeña. Un día se metió en una cavidad en mi tobillo derecho y murió. Tengo la horrible sensación de que sigue ahí... “
Después de que me hicieron, me quedé en una habitación oscura durante seis meses ... y yo, con este terrible dolor en todos los diodos de mi lado izquierdo.
Pedí socorro en mi soledad, ¿pero llegó alguien?
¡Demonios! Mi único y primer amigo de verdad era una rata pequeña. Un día se metió en una cavidad en mi tobillo derecho y murió. Tengo la horrible sensación de que sigue ahí... “
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Existe
el temor de que algún día, los robots puedan competir o desplazar a
los humanos. En previsión de eso, Isaac Asimov creó la “Tres
leyes de la robótica”, que han servido de inspiración a muchos
autores para sus relatos de robots.
Estas
son las leyes de la robótica de Asimov.
1- Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2-
Un robot debe obedecer las órdenes dadas
por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en
conflicto con la 1ª Ley.
3-
Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta
protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.
Posteriormente,
creó la llamada “Ley Zero” para complementar a las tres primeras
y evitar los conflictos que podían crear en los cerebros de los
robots la extricta aplicación de las tres primeras.
Ley
Zero: Un robot no hará daño a la Humanidad o, por inacción,
permitir que la Humanidad sufra daño.
Así,
las tres primeras quedaban supeditadas a esta y debían ser
reformuladas en consecuencia.
1-
Un
robot no hará daño a un ser humano o, por inacción,
permitir que un ser humano sufra daño, excepto cuando se entre en
conflicto con la ley zero.
Y
asi con las otras.
Es
decir, que un robot podría dañar o matar a un ser humano, o a
varios, si ello fuese beneficioso para el conjunto de la humanidad.
Entender
y aplicar estas leyes requeriría verdadera inteligencia y
consciencia del medio circundante, así como de sí mismo, por parte
del robot, algo que a pesar de los grandes avances tecnológicos de
la era moderna no se ha alcanzado.
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Con
el paso de los años, los robots en la literatura se han comportado
de diversas formas.Unos han destruido a la humanidad, otros la han
ayudado. Algunos han adquirido sentimientos humanos, otros los han
rechazado por considerarlos una debilidad...
Pero
pocos de ellos (los arriba mencionados y alguno más que no recuerdo
en este momento), han alcanzado la fama, al contrario de lo que
sucede con sus hermanos cinematográficos.
A
ellos, a los robots famosos del cine y la tv dedicaré mi próximo artículo.
¡Hasta entonces!
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