SOBRE LA SUPERVACUNA Y
LA
EDAD DE TERMINACIÓN
Cuando
en 2177 la Misashi Farmaceutics creó la Supervacuna,
el mundo fue feliz.
Una
dosis cada tres años y el receptor quedaba inmune a todo tipo de
enfermedades. Seguiría envejeciendo, y finalmente moriría a causa
del desgaste físico, pero moriría sano como una pera. La producción
de la supervacuna, también conocida como LVP50, era barata y todo el
mundo podía acceder a ella. La esperanza de vida aumentó hasta los
150 años.
En
2255 la humanidad estaba al borde del colapso. Por primera vez en la
historia de la humanidad, los nacimientos triplicaban las
defunciones. La superpoblación se convirtió en el mayor problema de
la humanidad. La primera idea de las autoridades fue la de eliminar
el LVP50 pero, como las encuestas demostraron, no podían privar a
las futuras generaciones de los privilegios que habían disfrutado
sus ancestros.
Finalmente
la solución fue instaurar lo que más tarde se llamó “Edad de
Terminación”. Un límite de edad a la que cualquier persona podía
llegar.
Esa
edad se fijó en los 100 años.
(Extractos
de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de
2295)
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LA
NOTIFICACIÓN
Esa
mañana Mateo Alba recibió una carta certificada del ministerio de
sanidad. No le hacía falta abrirla, sabía de que se trataba, era la
Notificación. La Notificación era la forma en que se conocía al
recordatorio del ministerio de que solo te quedaba un mes para
cumplir los 100 años y que llegado el momento debías presentarte en
la “Casa de Almas”, eufemismo para designar las clínicas de
terminación. Naturalmente, se te ofrecía la posibilidad de
presentar un recurso y solicitar una prórroga, pero para ello debías
de presentar pruebas de que eras un individuo imprescindible para la
humanidad. Podías presentar el recurso si eras un científico a las
puertas de un gran descubrimiento o un ingeniero a punto de terminar
un artilugio que beneficiaría a todo el mundo. Pero pocos lo
conseguían. El ministerio solía responder que otros podían acabar
tu trabajo siguiendo tus notas.
Mateo
ni tan solo consideró presentar el recurso, sabía que era inútil.
Pero se negó a dejarse terminar. Llevaba meses planeando la huida.
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SOBRE LAS CASAS DE ALMAS
Una
vez instaurada la Edad de Terminación, a las autoridades competentes
se les presento el problema de como llevar a cabo esa terminación.
Al
fin y al cabo, se trataba de poner fin a la vida de un ser humano.
Debía de hacerse de forma aséptica, digna e indolora. Tenía que
ser una experiencia lo menos traumática posible, incluso agradable.
Fue
Frederick Carter, entonces ministro de educación, quien basándose
en una escena de una antigua película de ciencia ficción, propuso
la idea de lo que empezó llamándose Clínicas de Terminación,
término que acabó cambiándose por el de “Casa de Almas”, mucho
menos explícito.
Así,
cuando el “paciente” ingresaba en la Casa de Almas, podía
escoger entre un extenso menú de imágenes, sonidos, olores y
sabores que estimularían agradablemente sus sentidos mientras,
tumbado en una cómoda camilla, era expuesto a un gas letal
totalmente inodoro e indoloro.
(Extractos
de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de 2295)
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LA
HUIDA
Había
empezado a prepararse desde hacía un año.
Lo
primero había sido construirse una nueva identidad: documento de
identidad, número de la seguridad social con un historial que podía
rastrearse hasta dos décadas atrás y una cuenta de ahorros en una
entidad bancaria distinta. Desestimó el carné de conducir porque
hacía años que no conducía y, además, no tenía vehículo alguno.
Después,
fue transfiriendo sus ahorros a la cuenta de su nueva identidad. Fue
muy cuidadoso en ese punto. Nunca ingresaba en la nueva cuenta el
mismo día que hacía el extracto de la antigua, siempre esperaba
dos, tres o cuatro días. Sacaba de su cuenta cifras redondas: 1500,
1200, 800 créditos y cuando ingresaba en la nueva lo hacía con
cifras aleatorias; 1463 créditos, 1203, 779... dificultando así un
posible seguimiento del dinero. Nunca por transferencia, siempre
retiraba e ingresaba en caja.
Cuando
empezó a elaborar su plan, cayó en la cuenta de que llevaba más de
una década sin hacer ejercicio y empezó a salir cada mañana para
hacer largas caminatas que se prolongaban tres y hasta cuatro horas.
Suficiente para ponerse en forma, ni se planteó hacer algún
ejercicio más complejo, después de todo, ya tenía casi 100 años,
no era ningún jovencito.
Se
sabía vigilado, era lo habitual después de haber recibido la
Notificación. Por supuesto, la vigilancia no era continua, la ACFT
no tenía suficientes agentes para vigilar continuamente a todos los
que se encontraban en su misma situación, por eso los agentes
cambiaban de objetivo de forma aleatoria. Así, nadie podía saber
cuando o donde había un terminador vigilando. Pero no estaba
preocupado por eso, había elaborado un plan para abandonar la ciudad
sin ser reconocido por un posible vigilante.
Una
semana después de recibir la Notificación, abandonaba Megabarna sin
equipaje, disfrazado con ropas de mujer y un pañuelo en la cabeza
que ocultaba parcialmente su rostro.
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SOBRE LAS REVUELTAS Y
LOS “TERMINADORES”
La
instauración, en 2256, de la “Edad de Terminación”, fue mal
acogida por la población mundial. Las manifestaciones en contra de
la nueva ley se multiplicaron y finalmente se transformaron en
auténticas revueltas populares en las que se implicaban miles de
personas (millones en algunos casos) y que siempre acababan en
disturbios y saqueos. Todas ellas eran sofocadas violentamente por la
policía.
Una
década más tarde, en los 70's del siglo XXIII, la mayoría de la
población ya había aceptado la “Ley de Terminación Obligatoria”.
Pero aún quedaban casos aislados de inconformistas, individuos que
intentaban escapar a su terminación cuando alcanzaban la edad
límite. Para luchar contra esa tendencia se creó un nuevo cuerpo
policial; la “Agencia para la Captura de Fugitivos de la
Terminación (ACFT)”.
Los miembros de ese cuerpo recibieron el
nombre de “Agentes de Terminación (AT), pero todo el mundo les
conocía como los “Terminadores”. Si algún ciudadano intentaba
escapar de la terminación, los AT se encargaban de seguirle el
rastro, localizarlo y terminarlo in situ.
(Extractos
de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de 2295)
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VILAROSA
Se
apeó del monorail en la estación de Vilarosa y sin perder un
instante se encaminó a la casa que tenía alquilada desde hacía
tres meses a nombre de su nueva identidad.
Cuando
entró en la vivienda se cambió de ropa (la primera vez que visitó
la casa había llevado varias mudas que metió en un armario que los
anteriores habitantes habían dejado en una habitación), y echó las
ropas de mujer y sus documentos al incinerador. En ese momento Mateo
Alba moría definitivamente y Martín Alonso, de 75 años, ocupaba su
lugar. Sonrió ante lo trascendente de la fecha que había escogido
para su muerte y su nuevo nacimiento. Ese día se celebraba otro
nacimiento, era el día de Navidad de 2327.
Desde
que se instaló en Vilarosa hizo vida de ermitaño. Encargaba sus
compras a través de la red y se lo hacía llevar todo a domicilio.
Solo salía a la calle por las noches, para realizar los largos
paseos a los que se había acostumbrado en Megabarna.
Fue
durante uno de esos paseos nocturnos cuando su rutinaria vida en
Vilarosa sufrió un cambio al conocer a Carmen.
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SOBRE
LA REPÚBLICA
DE MATHUSALEM
En
2280 un grupo de millonarios creó la Fundación Mathusalem,
supuestamente destinada a dar consuelo a todo aquel que se acercaba a
la edad de terminación, sin embargo, sus planes eran muy distintos.
El más joven de todos ellos tenía 91 años.
En
2282 la Fundación Mathusalem adquirió una pequeña isla del
Pacífico, sus integrantes construyeron varias viviendas en ella y se
trasladaron a vivir allí con sus familias. Contrataron un ejército
de mercenarios para defender sus costas y se declararon república
independiente, no sujetos a las leyes del gobierno terrestre.
Fueron
enviados representantes del gobierno en tres ocasiones para
parlamentar y hacerles desistir de su actitud. Fue inútil.
El
asunto fue solucionado de forma expeditiva cuando se decidió lanzar
un ingenio nuclear sobre la isla.
La
República Independiente de Mathusalem dejó de existir a los 47 días
de su fundación.
(Extractos
de la Enciclopedia Mundial, 17ª edición, septiembre de 2295)
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CARMEN
Los
paseos nocturnos de Mateo (o mejor dicho, de Martín), lo llevaban a
menudo a una zona de picnic en las afueras del pueblo. Allí, los
visitantes de fin de semana provenientes de alguna de las
Megaciudades, disfrutaban del contacto con la naturaleza mientras
merendaban. Normalmente, por la noche la zona estaba desierta. Solo
una vez, en los cuatro meses que llevaba en Vilarosa, se encontró
con una joven pareja entregados a sus amorosos arrumacos. Pero esa
noche, se encontró con algo muy diferente.
Era
un domingo, pocas horas antes el lugar estaba lleno de domingueros
bulliciosos, ahora solo había una persona. Se trataba de una mujer,
y estaba entregada a una actividad que Mateo creía extinta desde
hacía más de un siglo. La mujer estaba revolviendo en los
contenedores que los visitantes usaban para tirar las sobras de sus
comidas.
Él
dedujo rápidamente la causa que la había llevado a ejercer esa
actividad. Se acercó a ella, al principio la asustó, pero al ver la
actitud pacífica de él, la mujer se relajó. Mateo la invitó a
cenar en su casa y ella no se lo pensó dos veces.
Mientras
cenaba le contó su historia, era más o menos lo que él había
supuesto. Carmen Solé, ese era su nombre, era una fugitiva. Había
sobrepasado la Edad de Terminación, era tres meses mayor que Mateo.
Había
vivido en otro pueblo de la zona y cuando recibió la Notificación,
huyó refugiándose en las montañas. De joven había sido agente
forestal, así que sabía sobrevivir en la naturaleza. Pero algunas
veces se veía obligada a buscar en los pequeños núcleos de
población. Se mostró admirada cuando Mateo le contó como había
planificado su huida.
Como
tenía una habitación libre, la invitó a quedarse en su casa y ella
aceptó.
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SOBRE LAS MEGACIUDADES
A
medida que aumentaba la población, las grandes ciudades se habían
visto obligadas a crecer más y más, absorbiendo los núcleos de
población que encontraba a su paso, convirtiéndose en
“megaciudades”. Megabarna era una de ellas. Una monstruosidad
donde se apiñaban 500 millones de habitantes, que poco a poco había
ido extendiéndose a lo largo de la costa, a partir de lo que había
sido Barcelona, hasta alcanzar la antigua Mataró por el norte y
Castelldefels por el sur.
No
era fácil la vida en las megaciudades, el hacinamiento implicaba
altas cuotas de delincuencia. Con frecuencia, las bandas callejeras
se hacían con el control de distritos enteros y cuando, con grandes
esfuerzos y sufriendo muchas bajas, la policía conseguía
erradicarlas, ya se habían hecho con el control de otro distrito,
con lo que el ciclo volvía a empezar.
Uno
de los métodos para restarles poder a esas mafias fue la
legalización de todas las drogas y ponerlas al abasto del público a
un precio económico. Ahora, cualquiera podía conseguir una dosis de
su diversión preferida, por poco dinero, visitando una de las “Casas
del Placer”. Sin embargo la violencia seguía inundando las calles
y todo ciudadano corría el peligro de ser asesinado solo porqué
alguien se había encaprichado de sus zapatos o su chaqueta.
(Extractos
de “Historia de las megaciudades. De la utopía a la distopía”.
H.E. Carmichel”. 1ª edición, Enero de 2301)
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VIDA EN COMÚN
Carmen
se adaptó al estilo de vida de Mateo. Durante el día, ambos
permanecían encerrados en la casa y salían por la noche a dar
largas caminatas por el bosque.
Los
paseos de Mateo se habían convertido en clases de supervivencia
impartidas por Carmen. Ella le enseñaba a poner trampas en las
madrigueras de conejos, a recolectar frutos, hongos y raíces...Todo
pasaba a formar parte de su despensa, lo cual supuso un alivio para
Mateo, preocupado por lo que podrían durar sus ahorros ahora que
eran dos.
Cierta
noche, cuando Carmen llevaba diez días en la casa, Mateo se quedó
despierto hasta tarde, empeñado en ver una vieja película por
televisión. Cuando terminó, apagó el aparato y se encaminó a su
habitación. Para llegar a ella tenía que pasar frente a la de
Carmen y esa noche ella había dejado la puerta abierta. La luz de la
luna entraba a través de la persiana recortando la silueta de la
mujer tumbada bajo las sábanas. Pensó en el tiempo que hacía que
no gozaba de una mujer, más de dos décadas desde que su esposa
murió en un accidente de tráfico. Observó las formas femeninas
difuminadas por las sábanas y la escasa luz proveniente de la
ventana y tuvo una erección. Se sorprendió por la reacción de esa
parte de su anatomía que creía muerta para siempre, volvió a mirar
la figura tendida y entró en la habitación.
Ella
le oyó entrar, encendió la luz de la mesilla y se percató del
bulto bajo el pijama del hombre. Sonrió y apartó las sábanas en
una clara invitación.
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SOBRE LAS BANDAS
CALLEJERAS
Las
bandas que asolaban las megaciudades solían ser de tres tipos
distintos.
Las
bandas juveniles, que estaban formadas por jóvenes que no podían
acceder a un trabajo remunerado y recurrían a la violencia callejera
para subsistir. Solían aceptar solamente a jóvenes del mismo
distrito y sus componentes debían abandonar sus filas al alcanzar
los 30 años.
Las
bandas seniors, que se nutrían de los que abandonaban las bandas
juveniles a causa de la edad. Combinaban los métodos de las bandas
juveniles con los asaltos a entidades bancarias, secuestros y
asesinatos por encargo.
Las
bandas corporativas se llamaban así por estar formadas por ex
trabajadores de alguna empresa cerrada por quiebra o especulación
que los había dejado en la calle. Su modo operativo era similar al
de las bandas seniors, excepto los asesinatos.
Otras
bandas estaban formadas por individuos que se asociaban por motivos
diversos y sus métodos eran igualmente diversos.
Una
de esas bandas atípicas, fue la de los Centuriones Centenarios, que
estaba formada exclusivamente por fugitivos de la terminación en
Megalondres. Se dedicaban exclusivamente a los grandes atracos a
bancos y megacorporaciones.
Perseguidos
tanto por la policía como por la ACFT llevaron de cabeza a la
megaciudad durante más de veinte años hasta que la ACFT descubrió
su sede y “terminó” a todos sus componentes.
(Extractos
de “Historia de las megaciudades. De la utopía a la distopía”.
H.E. Carmichel”. 1ª edición, Enero de 2301)
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SIN SUPERVACUNA
Desde
aquella primera noche compartieron la misma cama e hicieron vida de
pareja. Carmen, que llevaba separada casi tanto tiempo como Mateo
viudo, se reía a grandes carcajadas cuando él le regalaba flores y
le hacía la corte como si fuera una jovencita.
Mateo
consiguió un carné de identidad falso para Carmen, con el nombre de
Marta Ramírez y cuando llevaban algo más de un año viviendo
juntos, se sintieron más seguros y empezaron a hacer esporádicas
escapadas fuera de Vilarosa. Al principio por las poblaciones de los
alrededores y, más tarde, como colmo de la osadía, a la
capital. Montaban en el monorail y asistían a algún espectáculo en
Megabarna y cuando regresaban a Vilarosa se sentían excitados por la
aventura y hacían el amor de forma frenética, como dos
adolescentes.
Faltaba
poco para su segundo aniversario como pareja cuando Carmen cayó
enferma. Los efectos de la supervacuna habían pasado y,
evidentemente, con su estatus de fugitiva, no podía renovar.
Intentar presentarse con su identidad falsa era impensable, pues para
recibir la nueva dosis tenía que identificarse con las huellas
dactilares tan solo cruzar las puertas del dispensario.
Se
trataba de una simple gripe, pero lo que en otros tiempos, antes de
la supervacuna, no habría sido más que un contratiempo, ahora era
un verdadero problema. Ninguno de los dos había estado nunca
enfermo, sus cuerpos no sabían como fabricar anticuerpos y la mujer
estuvo varios días a las puertas de la muerte.
Mateo
consulto viejos textos y atiborró a su compañera de remedios
naturales. Miel y limón, zumo de naranja, caldo de pollo,
manzanilla... Se fabricó varias mascarillas con retales de una
sábana vieja y se ponía una cada vez que tenía que acercarse a
ella. Temía contagiarse, más por ella que por si mismo. ¿Cómo
podría cuidarla si también él caía enfermo?
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SOBRE LA ESCASEZ DE ALIMENTOS
La
continua expansión de las megaciudades no afectó a las zonas
rurales, cuyas poblaciones apenas crecieron.
Dada
la creciente demanda de alimentos de las megaciudades, en la
periferia las granjas de cría de animales para el consumo y los
campos de cultivo ocupaban enormes extensiones aumentando su
producción año tras año.
Pero
pese a los esfuerzos de las poblaciones agrícolas y ganaderas, la
producción no alcanzaba para alimentar a los millones de bocas
hambrientas de las megaciudades.
Los
menos afortunados, aquellos que apenas tenían ingresos, no podían
permitirse el lujo de adquirir unas patatas o unas zanahorias, por no
hablar de un bistec.
Para
alimentar a ese sector de la población, aparecieron los productos
Soylent. Industrias Soylent lanzó al mercado una serie de productos
que imitaban a la perfección distintos tipos de verduras y carnes.
Los
productos Soylent se procesaban a partir de cultivos hidropónicos,
hongos y extractos de algas a los que se añadían colorantes y
saborizantes artificiales y se enriquecían con proteínas y
vitaminas extraídas de microorganismos marinos. Lo cierto es que
nadie que intentara alimentarse exclusivamente de estos
pseudoalimentos sobrevivía mucho tiempo.
(Extractos
de “Historia de las megaciudades. De la utopía a la distopía”.
H.E. Carmichel”. 1ª edición, Enero de 2301)
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EL FIN DE LA AVENTURA
Carmen
estuvo enferma dos semanas. Hubo un momento, al sexto día, que Mateo
pensó que la perdía. Ella había perdido el conocimiento y ardía
de fiebre, podía sentir el calor que desprendía su compañera solo
con acercarse a ella, sin necesidad de tocarla. Lo único que se le
ocurrió fue meterla en la bañera y cubrirla con hielo.
Sorprendentemente, funcionó. La fiebre remitió y volvió a meterla
en la cama, al final del día despertó durante un rato, Mateo
aprovechó para forzarla a beber un zumo de naranja. Finalmente ella
se durmió nuevamente y a la mañana siguiente despertó muy
mejorada, la fiebre había bajado a niveles tolerables si bien no
había remitido del todo.
Tras
las dos semanas de convalecencia, Carmen se encontraba muy debilitada
y Mateo la obligó a permanecer en cama durante tres días más.
Empezó a comer sólidos y fue mejorando paulatinamente, cuatro
semanas después del episodio de la fiebre ya se encontraba
completamente recuperada.
Esperaron
una semana más para asegurarse que ella no tuviera una recaída y
organizaron una de sus escapadas a Megabarna donde asistieron a un
musical y más tarde a una sala de baile. Después de eso retomaron
su forma de vida habitual, pero una sombra había caído sobre ellos.
Durante semanas evitaron hablar de ello, como si nada hubiera
sucedido, hasta que Mateo decidió que no podían retrasarlo más y
puso el tema sobre la mesa.
La
enfermedad de Carmen fue un aviso. ¿Cuanto tiempo pasaría hasta que
uno de los dos cayera enfermo de nuevo? ¿Tendrían tanta suerte esa
vez? ¿Y si enfermaban los dos al mismo tiempo?
Además,
los ahorros de Mateo se estaban agotando, no pasaría mucho tiempo
hasta que tuvieran que abandonar la casa por no poder pagar el
alquiler. Tendrían que refugiarse en las montañas y vivir de lo que
les diese la naturaleza, lo que era impensable. No podían engañarse,
se mantenían en forma, pero habían sobrepasado el siglo de vida y
seguirían sin el beneficio de la supervacuna. Los peligros de esa
forma de vida eran numerosos, podrían sufrir una herida y pillar una
infección, o romperse un brazo o una pierna, o comer algo en mal
estado y sufrir una intoxicación...
Solo
había un paso lógico a dar, ambos estuvieron de acuerdo.
Una
soleada mañana de primavera se levantaron temprano y cogieron el
monorail hasta Megabarna. Durante toda la mañana pasearon y
visitaron los sitios que más les gustaban de la megaciudad, después
comieron en un lujoso restaurante.
Salieron
de allí abrazados, como dos amantes adolescentes y caminaron
lentamente, pero con decisión. Cuando llegaron se miraron a los ojos
y ambos vieron determinación en los del otro. Se besaron y
sonrieron. Había sido divertido, durante casi tres años habían
engañado al sistema, pero había llegado la hora de poner fin a todo
aquello.
Y
cogidos de la mano atravesaron juntos las puertas de la Casa de
Almas.
FIN
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